Clarín

Perón-Balbín, el último encuentro y el sueño incumplido de un país

Cumbre. Sucedió el 24 de junio de 1973. Perón recién volvía definitiva­mente al país y visitó al líder radical. Fue en el Congreso, pero no surgió una fórmula compartida.

- Alberto Amato alberamato@gmail.com

Quisieron mantenerlo en secreto, al menos reservado. Pero fue imposible. Fue público de inmediato. En aquella Argentina volátil de junio de 1973, cuando el flamante gobierno peronista de Héctor J. Cámpora tambaleaba y la guerrilla peronista y la trotskista no daban tregua, un encuentro entre Juan Perón y el líder de la UCR, Ricardo Balbín no podía permanecer secreto por mucho tiempo. Y menos cuando se hablaba de una “fórmula de unidad Perón-Balbín”.

Es verdad que aquella fue una fórmula enunciada, sugerida, nunca explícita, que tuvo más ilusión que vida, abortada por intereses partidario­s y sindicales, por ambiciones personales y por la frágil salud del General. Pero, a diferencia de las alianzas y fórmulas de unidad de hoy, que sólo revelan divisiones, atomizacio­nes y grietas, aquella fórmula que no pudo ser, proyectaba una luz de esperanza en un año que fue todo esperanza. Y decepción.

En la mañana invernal del domingo 24 de junio de hace ya cuarenta y seis años, a sólo cuatro días del regreso definitivo de Perón y de los hechos conocidos como “La masacre de Ezeiza” que terminaron de dividir aguas entre las dos corrientes del peronismo, Perón y Balbín se fundieron en un abrazo en el despacho del titular del bloque de diputados de la UCR, Antonio Troccoli.

La efusividad del encuentro sorprendió a los testigos, que no eran muchos. Balbín, su hijo Enrique y Tróccoli habían salido de La Plata a las ocho y cuarto de la mañana en un auto que manejó Tróccoli. Al llegar a Buenos Aires, los tres se reunieron en la Confitería del Molino con Enrique Vanoli y cruzaron hasta la entrada de Diputados del Congreso, sobre la Avenida Rivadavia. En el despacho de Tróccoli se encontraro­n con el entonces titular de Diputados, Raúl Lastiri, yerno del todopodero­so ministro de Bienestar Social de Cámpora y amanuense de Perón, José López Rega, y enseguida entró Perón. En pocos días más, y cuando Cámpora fuese barrido del poder, Lastiri sería presidente provisiona­l del país.

Perón y Balbín dialogaron a solas por más de una hora. ¿Hablaron de una fórmula de unidad entre ambos? No hay ninguna constancia. Si lo hicieron, lo mantuviero­n en secreto. En la inevitable conferenci­a de prensa que dio Balbín luego del encuentro que ya era público, admitió que no hubo ningún pedido de Perón para que la UCR participar­a del Gobierno, aunque quedaron en estudiar “formas de colaboraci­ón” de los radicales con el oficialism­o. Balbín expresó su preocupaci­ón por la violencia política que sacudía a la Argentina y Perón prometió erradicarl­a definitiva­mente. Ambos hablaban de la guerrilla.

Como no podía ser de otra manera, ni el encuentro ni los fundamento­s del diálogo pasaron inadvertid­os para la embajada de Estados Unidos. El representa­nte del gobierno de Richard Nixon, John Davis Lodge, informó a su gobierno que Balbín había puesto en marcha “una nueva era de consenso político” en el país, aunque advertía que “además del control del terrorismo y las divisiones dentro del Movimiento, uno de los temas que más está presionand­o a Perón es el de mantener la cooperació­n de otros partidos políticos, especialme­nte la UCR. El hecho de que Perón haya visitado a Balbín poco después de su regreso, muestra a las claras que tiene intención de moverse rápido para controlar este problema”, definió la Embajada.

Perón no estaba para presiones. Su salud era frágil. Y esa fragilidad, que rozaba la muerte, era conocida por todos: desde el propio Perón, hasta su mujer, María Estela Martínez y por el turbio López Rega; lo sabían sus médicos personales, Pedro Cossio y Jorge Taiana, lo sabía la cúpula de Montoneros, dispuesta a heredar a Perón; lo sabían la oposición y lo sospechaba gran parte de la prensa. Los únicos que no lo sabían eran los millones que deseaban ver a Perón presidente como una especia de exorcismo proustiano que permitiese recuperar el tiempo perdido.

Las dos figuras políticas de la época habían acordado encontrars­e ahora a instancias de Perón, en “devolución” de la visita que Balbín le hiciera en noviembre de 1972. Perón quiso ir a ver a Balbín a su casa de La Plata, pero el líder radical dijo que no tenía comodidade­s para albergar a la comitiva que acompañarí­a a Perón y que, además, temía por su seguridad. Propuso entonces, verse en el Congreso. En efecto, siete meses antes y poco después de su retorno a la Argentina, Balbín visitó a Perón en la casa de Gaspar Campos 1065, en Vicente López. Para llegar, el viejo líder radical debió entrar por los fondos de una casa vecina y saltar una valla. La imagen, sirvió para simbolizar el reencuentr­o de dos enemigos de dos décadas antes, Balbín había sufrido persecució­n y cárcel durante el peronismo de los años 50, que sin embargo habían iniciado un intercambi­o de cartas ya en 1970.

De aquella reunión entre Perón y Balbín en Gaspar Campos, también participar­on los miembros de “La Hora del Pueblo”, una entidad multiparti­daria, y según los testimonio­s,s, Pe

Balbín ya había visitado a Perón después de su regreso al país, en noviembre de 1972.

Poco después del encuentro, Perón sufrió otra grave complicaci­ón de salud.

rón le dijo a su antiguo rival: “Doctor Balbín, usted y yo nos tenemos que poner de acuerdo porque somos el ochenta por ciento del país.” Luego, en la puerta del chalet, los dos líderes se abrazaron y se fotografia­ron sonrientes. “Fue como si siempre nos hubiésemos hablado, cosa curiosa –dijo Balbín que, si algo conocía bien, era el valor de la palabra– Fue como dejar de lado todo lo de ayer para empezar un camino nuevo. Así todo resultó fluido, fácil, cordial”.

Aquel primer encuentro empezó a tallar el mito de la fórmula de unidad Perón-Balbín, que tuvo una rotunda reafirmaci­ón días después por parte de Perón. En un reportaje concedido al periodista Ricardo Grassi, del diario peronista “Mayoría”, Perón dijo, frente a las chicanas de la dictadura militar que le impedían ser candidato y pretendían condiciona­r la candidatur­a de Cámpora: “De manera que todo lo que ellos han armado (por los militares) nosotros, en una reunión, se lo hemos echado por el suelo ¿Qué van a hacer ahora? ¿Una segunda vuelta? ¡Que hagan treinta! Cuando termine la treinta, nosotros nos juntamos con los radicales y decidimos simplement­e que vamos a gobernar juntos. Eso ya lo tenemos decidido.”

“Mayoría” publicó el reportaje fragmentad­o. Pero Grassi, como directivo de la revista “El Descamisad­o”, ligada a Montoneros, lo publicó íntegro un año después, en la edición número 27 del semanario, el 20 de noviembre de 1973.

Pero dos días después de su encuentro con Balbín en el Congreso, Perón sufrió un grave episodio coronario. El doctor Taiana fue llamado de urgencia a Gaspar Campos y, según afirma en su libro “El último Perón”, encontró al General “sentado en el living, frente al gran ventanal. Pálido, la piel húmeda, desencajad­o. Pulso regular pero blando (…) El doctor Carena, tras examinarlo, formuló el diagnóstic­o presuntivo de isquemia coronaria. (…) Después de examinar al General apoyé el diagnóstic­o de probable isquemia coronaria de la cara diafragmát­ica del corazón, confirmada por el electrocar­diograma”.

Cuarenta y ocho horas después, Perón se agravó. El 28 de junio de hace cuarenta y seis años, a las tres y media de la tarde, Taiana lo encontró con “un franco dolor precordial y disnea”. Una junta médica formada por los doctores Taiana, Cossio Carena Liotta, Donatto, Cermesoni, Villani y Ferrari impuso “una guardia médica permanente que fue rechazada por el entorno. Cossio y Liotta vigilaron tarde y noche”.

Perón pasó a ser un paciente de mucho cuidado y su mal pasó a ser un secreto de Estado. Le esperaban al viejo general días de intensas emociones: la restitució­n de su grado militar, la traumática salida de Cámpora del poder, su tercer triunfo electoral en septiembre y el inmediato asesinato de su mano derecha sindical, José Rucci, a manos de Montoneros.

Ya no se volvió a hablar de aquella fórmula de unidad, que hubiese convertido a Balbín en el sucesor de Perón en el caso de su muerte en ejercicio de la presidenci­a. Por el contrario, surgió la figura de Isabel Perón como compañera de fórmula para las elecciones de septiembre de 1973. Cómo fue que se conformó el bino

mio Perón-Perón, es otra historia. Como muestra, vayan las tres posibilida­des que enumera en sus memorias “Isabel Perón: Intimidade­s de un gobierno”, Julio González, que fue secretario técnico de esa Presidenci­a.

Cuenta González que abundan tres versiones sobre la designació­n de Isabel como vicepresid­ente. La primera, se la confió la propia Presidente en Olivos: “(…) La Presidenta me comentó señalándom­e un viejo sillón de esterilla: ‘El General, sentado en ese sillón, me dijo llorando que se volvía a España si yo no lo acompañaba en la fórmula’”

La segunda versión, siempre según González, se la confió el ex ministro del Interior de Isabel, Antonio J. Benítez, durante la prisión de ambos en Magdalena. Dice González que contó Benítez que cuando los ministros le sugirieron a Perón en Gaspar Campos que designara a Isabel como compañera de fórmula, Perón se negó: “De ninguna manera, dijo violentame­nte. No quiero nepotismos. Sé lo que me pasó una vez por incorporar familiares al gobierno”. Pero que, a la salida, López Rega dijo a los partícipes de la reunión: “No se hagan problema. Isabel será vicepresid­enta. Mantendrem­os al Viejo sin hablarle durante unos días y ya va a aflojar”.

La última versión, contó González, se la narró Norma López Rega, hija del ministro y esposa de Lastiri, “(…) durante nuestro cautiverio en el buque ‘Treinta y Tres Orientales’ Perón estaba sentado en un sillón e Isabel le dijo que si ella no era candidata a vicepresid­ente se volvían todos a España. Y Perón, disgustado, aceptó’”.

Finalmente, Perón, que sabía que si era presidente acortaba su vida, aceptó serlo ante el Congreso del Movimiento Justiciali­sta, reunido en el Teatro Cervantes, el 18 de agosto de 1973. En el segundo párrafo de su discurso, hizo referencia a su salud. “Yo sé –dijo– por mi larga experienci­a, lo que el gobierno de la nación demanda del primer magistrado y, en consecuenc­ia, conozco también que sin un estado físico suficiente y un estado mental a la altura de las necesidade­s, esa tarea no es fácil de realizar.”

Luego se convirtió en el primer candidato presidenci­al de la Argentina en exponer públicamen­te su estado de salud. Leyó entonces el parte médico más benévolo que sus médicos pudieron firmar. “El informe de los médicos –dijo Perón– para mí ha sido suficiente­mente satisfacto­rio. Dice así: ‘Vicente López, 7 de agosto de 1973. Consultado­s sobre la salud del teniente general Juan Domingo Perón y su capacidad para asumir la primera magistratu­ra del país, declaramos: 1) El teniente general Juan Domingo Perón se encuentra restableci­do de la afección comprobada el dieciséis de junio del corriente año 2) Que la actividad futura debe contemplas y ajustarse a la situación física vinculada a la edad y a la afección padecida”. Firman –terminó Perón– el doctor Pedro Cossio y el doctor Jorge Taiana”.

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Símbolo. Dos antiguos adversario­s, ahora reconcilia­dos. Fue un año antes de la muerte de Juan D. Perón.
 ??  ?? Tercer mandato. Perón ganó las elecciones de septiembre de 1973 y asumió poco después. Estaría menos de un año, murió el 1° de julio de 1974.
Tercer mandato. Perón ganó las elecciones de septiembre de 1973 y asumió poco después. Estaría menos de un año, murió el 1° de julio de 1974.
 ??  ?? Repercusió­n. La tapa de Clarín, que reflejaba el encuentro. Y la crítica de un medio partidario de izquierda (Avanzada Socialista, del entonces PST que lideraba Coral) y que intentaba vincular a Perón y Balbín con el anterior régimen militar.
Repercusió­n. La tapa de Clarín, que reflejaba el encuentro. Y la crítica de un medio partidario de izquierda (Avanzada Socialista, del entonces PST que lideraba Coral) y que intentaba vincular a Perón y Balbín con el anterior régimen militar.
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