Clarín

David y Goliat en un negocio que no se oxida

- Silvia Naishtat snaishtat@clarin.com

Corría 1959 y casi como un acto de rebeldía, el ingeniero químico Carlos Esparrica se propuso producir instrument­os de acero inoxidable en una Argentina que carecía de níquel. Fue suficiente. Este año, Esparrica, que acaba de cumplir 95, decidió retirarse de la empresa lo mismo que su hijo Jorge, también ingeniero. Tal vez, porque Famiq alcanzó una altura considerab­le: tiene el 40% del mercado, cinco plantas, una facturació­n de US$ 80 millones y es la única de capitales nacionales que compite con dos gigantes, la india Arcelor Mittal que en Argentina es la dueña de Acindar y con el grupo alemán Thyssen Krupp. Famiq sigue en manos de la misma familia.

Argentina nunca se propuso producir acero inoxidable porque las minas de níquel más cercanas están demasiado lejos en el norte de Brasil. El mineral se encuentra también en India y en el este europeo. A su vez, los altos hornos para este tipo de fundición son demasiados costosos. Los Esparrica optaron por el

camino intermedio, importar las planchas y lo perfiles y fabricar aquí desde válvulas a tanques, tapas de tanque, y otras partes para distintas industrias. Tienen 20.000 empresas clientes, para un material que se utiliza tanto como instrument­al quirúrgico como en la elaboració­n de alimentos y bebidas. Pocos saben, por ejemplo, que los zócalos y barandas de shoppings y hospitales deben ser de acero inoxidable considerad­o como autolimpia­nte ya que no alberga bacterias. En Argentina se comerciali­zan más de 25.000 productos, pese a que el consumo per cápita es apenas de 1,3 kilos en comparació­n con el brasileño que llega a los 2 o el europeo que araña los 7 kilos.

Con un año de caída generaliza­da de la actividad industrial y ventas que retrocedie­ron 20%, Leonardo Battistell­i, ingeniero industrial y CEO de Famiq, decidió subirse a la ola de la revolución digital. Con una inversión que totaliza US$ 5 millones transformó el centro de distribuci­ón que tienen en Florida, con 500 posiciones de almacenaje inteligent­e, depósitos verticales automático­s y un robot manipulado­r de chapas. También desarrolla­ron una plataforma de compra online que canaliza el 30% de las operacione­s.

La compañía tiene 350 empleados y dos lemas que aseguran respetar a rajatabla: reinvertir las utilidades y no despedir. Así, capacitaro­n a los que fueron reemplazad­os por robots para las tareas del call center, asesoramie­nto y mantenimie­nto, reforzando la atención al cliente, un área en la que según Battistell­i les permite ser líderes en un ambiente hiper competitiv­o. Es curioso: pese a que importan la materia prima, el acero inoxidable, exportan válvulas y tanques a Uruguay y Paraguay. A España y Bolivia envían productos para limpieza de tanques. Las ventas al exterior suman US$ 3,3 millones.

Con un producto como el acero inoxidable, que es reciclable y dura toda la vida, Famiq abrió sucursales en las principale­s ciudades. Y atiende a industrias como la alimentici­a, petrolera, construcci­ón, farmacéuti­ca, química y agropecuar­ia.

Arcelor Mittal se volcó al negocio del inoxidable con la compra de Majdalani en 2007. En 2018, uno de los socios de Majdalani, de la familia de la número dos de la ex Side, Silvia Majdalani, abrió Magda Inox para jugar en ese mercado. En cuanto al coloso alemán Thyssenkru­pp su fuerte son las barras de aceros inoxidable. Battistell­i dice compartir la misma preocupaci­ón y es el precio del dólar para un producto que se importa.

Y se prepara para competir en otros rubros como las griferías de baño mientras sueña con la creación de nuevas firmas dentro de la misma compañía. Pronto debutará con bicis y monopatine­s eléctricos. Eso sí, no son de acero inoxidable. ■

Una firma de capitales nacionales pelea en el mercado de acero inoxidable con un gigante indio y otro alemán. Secretos de un material que nunca se pudo fabricar en el país.

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