El amigo de la infancia de Scola que hizo historia en su querido Platense
Con uno de los símbolos de la “generación dorada” compartió tardes y tardes de basquetbol.
En su cabeza se repiten las imágenes. Y la merecida fiesta continúa para el equipo de basquetbol de Platense en general y para Alejandro Pappalardi en particular. A punto de cumplir 39 años, quien se inició en ese deporte junto a un tal Luis Scola se dio el gran gusto de su vida: ganar por 3-2 la final de la Liga Argentina ante San Isidro y ascender a la Liga Nacional.
Los nervios se sintieron desde temprano en el cuerpo del ala pivot el día de la definición frente al equipo cordobés. “Desayuné, fui al club a la sesión de videos del cuarto partido, almorcé tranquilo y mi idea era hacer la mejor siesta posible. Pero me levanté y empecé a dar vueltas por mi casa como un loco. Terminé yendo al club una hora antes porque estaba desesperado. Hasta fui al supermercado pese a que no tenía que comprar nada”, recuerda entre risas.
“Cuando estaba solo en el vestuario grabé un video muy íntimo para mí, con las camisetas de mis compañeros, con esa tranquilidad que quería disfrutar porque no me queda mucho de carrera y esos momentos son únicos. Me hizo muy bien porque tenía la cabeza a mil”, explica.
Pappalardi llegó a Platense tras un larguísimo camino que comenzó en Ciudad. Al club de Núñez llegó casi de casualidad a los 7 años “sin saber ni picar la pelota”. Como ya era lo suficientemente alto, probó con el basquetbol y le gustó. Se entrenaba tres veces a la semana con otros chicos que ya venían practicando desde principios de año y entre ellos estaban Paulo Matteucci, Federico Senitzky, Pablo Cormick y... Luis Scola.
Con quien mucho más tarde sería capitán y símbolo de la Selección, Pappalardi construyó una gran amistad. Pasaron tardes y tardes el uno con el otro. Muchas veces Scola se quedó a dormir en la casa de los Pappalardi para evitar el viaje desde Ciudad Jardín hasta la Capital Federal. A los 15 años aquel grupito se separó cuando todos empezaron a buscar un destino común -jugar en la Liga-, pero por caminos distintos. Scola fue a Ferro y él recaló en River.
Su trayectoria se haría larguísima, así como el listado de camisetas que vistió: Banco Nación, Alianza Eldorado, Lanús, Firmat, Huracán de Trelew, Atenas de Carmen de Patagones... y Platense, desde 2015. Además de ser una alegría, jugar con la camiseta que ama es toda una responsabilidad para Pappalardi.
“Es difícil jugar para el club del que sos hincha porque representás a la gente de tu barrio, a tu gente. Todos te dicen ‘ uh, ¡qué suerte!’, pero vos te sentís muy responsable de la alegría o de la tristeza de todos ellos”, asegura. ¿Cómo llegó a Platense? “Nunca pensé que iba a jugar en el club porque había gente que para mí no era la indicada. Fernando Wendt, ex encargado del basquetbol y hoy presidente, me vino a buscar para convencerme y Platense estaba jugando un torneo de la Capital cuando yo estaba en el TNA. Era muy difícil bajar tantas categorías -admite-. Pero a los dos años puse todas las fichas y la apuesta salió bárbara: mis hijos están todo el día en el club, salimos campeones y jugaremos la Liga Nacional“.
Esa última frase merece tirar el freno de mano. Bordeando las cuatro décadas, desde hacía tiempo Pappalardi no sólo dudaba de poder celebrar alguna vez con su club del corazón. Es que tampoco sabía cuánto hilo le quedaba en el carretel. “Llegué a ganar un Pre Federal durísimo y con Platense no se me daba. Perdí dos finales de conferencia, una del Federal... Pero esta vez no se podía escapar”, asegura.
¿Y ahora? “Todos me preguntan y no sé nada. La idea me tira. Estaría bueno. Pero soy consciente de que no puedo poner al club en el compromiso de que me quiera para esa categoría por lo que hice sin saber cuánto puedo darle. Las ganas están; el tema es el físico. Es difícil. Todo tiene un principio y un final”, reflexiona.
Sea o no el último punto en la trayectoria de Alejandro Pappalardi, se sacó el gran peso de encima. Y le agradece a Luis Scola por aquellos años compartidos y por lo que siguió con un “si no fuera por él, por los Manu, por los Chapu, nosotros tampoco seríamos muy conocidos. La generación dorada nos abrió un montón de caminos, pero también la cabeza. Y nos hicieron ser más profesionales a todos. Ojalá Luis se haya puesto contento al enterarse. El otro día lo vi entrenándose en la canchita en su campo y ahí te das cuenta por qué logró todo lo que logró. Se merece todo eso”. ■