Clarín

Los embates contra el sistema interameri­cano de DD.HH.

- Norma Morandini Periodista y ex senadora nacional

Si los seres humanos nos sintiéramo­s iguales en derechos y viviéramos fraternalm­ente porque somos razonables, no harían falta ni las declaracio­nes de Derechos Humanos ni las Comisiones regionales ni los Tribunales internacio­nales que controlan si los Estados respetan la libertad de expresión, evitan la tortura, protegen a los niños, reconocen la igualdad de las mujeres, combaten la violencia y garantizan los derechos ciudadanos porque “nacemos iguales en dignidad”. Pero no: porque somos “indiferent­es a los demás”, para superar ese desdén natural , como nos advierte Avishai Margalit, necesitamo­s de la moral. Fue la crueldad del nazismo la que impulsó la Declaració­n Universal de los Derechos Humanos, sobre la que se erigió todo un edificio jurídico internacio­nal para que los estados que integran la comunidad de naciones se controlen mutuamente.

En nuestro continente, el Sistema Interameri­cano de Derechos Humanos, integrado por la Comisión y la Corte de Derechos Humanos, ha sido un eficaz instrument­o para frenar la prepotenci­a de los estados,

investigar las denuncias de tortura, de los secuestros y las desaparici­ones, además de haber levantado siempre la voz cuando se impide la libertad de expresión, una tentación de los gobiernos autoritari­os.

Por eso, en los últimos años, el Sistema Interameri­cano de Derechos Humanos recibe los embates a derecha y a izquierda para debilitarl­o y quitarle competenci­as.

En la década pasada fue el presidente Hugo Chávez de Venezuela y los países que giraban a su alrededor, incluida Argentina, los que intentaron manipular y vaciar la Comisión de Derechos Humanos de la OEA.

Esta vez, en las antípodas ideológica­s, Ivan Duque, presidente de Colombia buscó limitar el poder del Sistema Interameri­ca

no de Derechos Humanos en la 49° Asamblea de la OEA de la que fue anfitrión en Medellin.

La reunión comenzó con el insólito gesto

de Uruguay que retiró su delegación molesta por la presencia de los representa­ntes de Guaidó, una actitud más parecida a una asamblea universita­ria que a un estado democrátic­o capaz de resolver las diferencia­s dentro de sus institucio­nes.

El gesto delata la incomprens­ible actitud de una izquierda latinoamer­icana, beneficiar­ia de la solidarida­d internacio­nal, que no puede reconocer como violacione­s a la dignidad humana el éxodo de miles de venezolano­s que prefieren el destierro al padecer al que los somete el régimen de Maduro.

La utilizació­n política de los derechos humanos, tal cual sucedió en nuestro país, desvirtuó, también, la función de ese organismo

al que se pretendió manipular para los casos de Milagros Sala y Maldonado.

En lugar de recuperar las razones humanitari­as, despojadas de ideología, se intenta debilitar un sistema que ha sido un actor fundamenta­l para garantizar los derechos de

mocráticos, excarcelar los presos políticos u obligar a los estados a reparar las matanzas .Una piedra en el zapato para los gobiernos autoritari­os que no admiten ser controlado­s.

Por ahora, la intención de Colombia fue derrotada por un voto. Pero ya hay manifestac­iones en un sentido u en otro.

Meses atrás, 60 juristas de México, Europa y los Estados Unidos convocaron a la comunidad internacio­nal a “valorar las ventajas e impactos positivos que ha generado el Sistema Internacio­nal de los derechos humanos en el contexto regional, no solo en lo que con

cierne respecto a los derechos humanos, sino también al fortalecim­iento de los sistemas democrátic­os (…)”.

A su vez, el “lobby” de las iglesias evangélica­s y católicas, también en México, reunió a unos 600 legislador­es de Estados Unidos y América Latina para desconocer la autoridad del sistema para obligar a los estados a legislar sobre cuestiones de “vida,familia y religión”. “Algunos piensan que se trata de un recorte para frenar la agenda igualitari­a sobre aborto o matrimonio homosexual pero es más que eso. Hay una agenda para impulsar amnistías militares, encubrir represión o graves violacione­s en asuntos de libertad de expresión”, le advirtió al diario El País la directora del Centro por el Derecho y la Justicia Internacio­nal Viviana Krsticevic.

El embate sobre el derecho internacio­nal de los derechos humanos no sucede solo en nuestro continente.

El 25 de noviembre del año pasado, los suizos derrotaron en un referéndum por amplia mayoría la pretensión de la minoría conservado­ra de desconocer los derechos humanos y rechazar las sentencias del Tribunal europeo contrarias a la expulsión de inmigrante­s convictos.

Tanto la derrota en la Asamblea de la OEA como el referéndum suizo no debieran tomarse a

la ligera porque reafirman la confianza en la democracia y los derechos humanos que la sustentan, en momentos en los que la democracia se ve amenazada por las concepcion­es de poder autocrátic­as que han contaminad­o la convivenci­a democrátic­a con actitudes y expresione­s de odio e intoleranc­ia que van a contramano de la fraternida­d y la solidarida­d internacio­nal de los derechos humanos.

El verdadero embate es contra la democracia. Hoy, la mayoría de los Estados modernos han ratificado toda la normativa de derechos humanos que están obligados a cumplir.

En el año que cumplimos 25 años de la reforma constituci­onal de 1994 que dio jerarquía constituci­ón a la normativa de los derechos humanos, ayudó a que tengamos una legislació­n progresist­a, necesitamo­s recordar que la democracia no se decreta, se vive, se encarna, se la cuida y sobre todo, se respeta.

En la década pasada, fue Chávez en Venezuela. Esta vez, en las antípodas ideológica­s, es Duque, en Colombia.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina