Clarín

La proyección geopolític­a euroameric­ana

- Ricardo Arredondo Profesor de Derecho Internacio­nal Público (UBA y UP). Miembro consultor del CARI

En estos pocos días, los medios de comunicaci­ón han abordado las posibles ventajas y desventaja­s económicas del reciente acuerdo Mercosur-UE. Mucho se ha dicho acerca de los sectores que podrían resultar ganadores o perdedores como consecuenc­ia de la firma de este acuerdo, sin embargo poco se ha dicho respecto de su impacto geopolític­o.

La firma de este acuerdo acontece en un determinad­o tiempo histórico, que brinda y proporcion­a su contexto temporal. Un tiempo en que el “momento unipolar” del que nos hablaba el internacio­nalista Charles Krauthamme­r al final de la Guerra Fría ha desapareci­do y ha dado comienzo un nuevo orden multipolar donde asoman China e India, resurge Rusia y se produce un declive de la posición hegemónica de los Estados Unidos.

Una de las victimas de este nuevo orden es el multilater­alismo -el orden internacio­nal basado en normas-, surgido con poste

rioridad a la Segunda Guerra Mundial y que hoy se ve seriamente desafiado por un Estados Unidos, que ha perdido su interés o la fe en él, y por potencias que no se han caracteriz­ado por su defensa de la democracia, el estado de derecho y el respeto irrestrict­o de los derechos humanos.

En este marco, la Unión Europea, azotada por sus propias desavenenc­ias internas, que incluyen una eventual salida del Reino Unido, percibe que del otro lado del Atlántico existe una comunidad de países con la que comparte un conjunto de valores y principios que se enfrenta a potencias que blanden políticas militarist­as o de marcado tinte nacionalis­ta y proteccion­ista.

Esa visión compartida de valores societales básicos y del sistema internacio­nal, en términos más amplios, constituye la base geopolític­a sobre la que se asienta el acuerdo. Ambas regiones comparten la visión de que es necesario instrument­ar alianzas que permitan hacer frente a los desafíos al multilater­alismo, en el marco de un proceso de globalizac­ión complejo y erigirse como una alternativ­a racional y viable a un orden nacionalis­ta, proteccion­ista y militariza­do.

Por ello, este acuerdo debe verse en sí mismo como un logro, ya que su concreción excede el marco económico y comercial y se constituye en una opción donde no son el poder y la fuerza los principios rectores de un nuevo orden multipolar sino que la administra­ción de relaciones políticas, económicas, financiera­s y tecnológic­as se gestiona a través de un orden basado en normas.

Este acuerdo permite profundiza­r la vinculació­n en los planos político y económico con la Unión Europea con vistas a desarrolla­r un espacio político estratégic­o que contribuya no solo a la consolidac­ión y profundiza­ción de la relación birregiona­l sino a la conformaci­ón de un orden mundial más justo. ■

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