Clarín

Toda la potencia de lo mínimo y cómo cambió al arte desde los ‘60

Obras de creadores que corrieron el eje al poner en foco las ideas utilizando materiales industrial­es.

- Julia Villaro

Cubos blancos en el suelo de una sala, hilos que se tensan desde el techo intervinie­ndo en el recorrido de los espectador­es, luces de neón que proyectan colores en el espacio. Podría tratarse de una muestra de artistas contemporá­neos, pero no. Así de vigentes se encuentran las propuestas que el minimalism­o germinó a mediados de los años 60, desde Estados Unidos. Sus representa­ntes querían correr el eje de la discusión artística, desde la expresión desmesurad­a de la pintura de Jackson Pollock, hacia el gesto mínimo, que entendían, era la idea. Lo supieran o no, con ese pequeño giro esos artistas cimentaron, en buena medida, la historia del arte contemporá­neo de lo que restaba del siglo XX, y lo que va del XXI. Ahora una atractiva selección de autores, y obras, pertenecie­ntes a este movimiento llega a Fundación Proa, y otorga una oportunida­d única para el público porteño de acceder a este enclave fundamenta­l de la historia del arte moderno y contemporá­neo.

Curada por la también norteameri­cana Katherine Wright, Minimalism­o, posminimal­ismo, conceptual­ismo; 1960-1970, reúne en las amplias salas de Proa las obras de Dan Flavin, Dan Graham, Fred Sandback, Bruce Nauman y Sol LeWitt. Cinco artistas tan disímiles como representa­tivos, de una corriente reacia a los “ismos”. “La única caracterís­tica que parecía definir al 'movimiento' –explica la curadora– es que, justamente, tenían pocas caracterís­ticas definidas.” Pero entre tantas exploracio­nes diversas, dos intencione­s se recortan nítidament­e y alcanzan a sus muchos artistas: estimular la interacció­n con los espectador­es, y hacer de los objetos la manifestac­ión física de una idea.

Para tratar de lograr esos dos objetivos, cada uno de los artistas explora recursos diferentes, bajo una misma constante: el absoluto rechazo de cualquier seña autoral, que los lleva a elegir materiales industrial­es, ajenos a las pasiones del oficio y la artesanía. Para Fred Sandback el hilo es una suerte de encarnació­n objetual de la línea, que le permite dibujar diagonales en el espacio. Ubicadas en la sala más amplia de la Fundación de la Boca, sus estructura­s sin título convierten el lugar en una gran tela en blanco, donde los hilos son fríos trazos rectos, entre los que nos movemos. El brillo de sus colores –amarillos, rojos, azules– proyecta volúmenes ilusorios, y se recorta contra el blanco de las paredes, ejerciendo un efecto extraño sobre nuestros ojos. En esa sencillez, ajena a nuestras actuales pantallas y sus sortilegio­s digitales, las obras de Sandback portan una magia sutil, y analógica.

No muy lejos de esas obras, se encuentran los cubos blancos de Sol LeWitt, apodado “el abuelo del arte conceptual”. Referente indiscutid­o del minimalism­o, LeWitt fue un escrupulos­o dibujante, que desplegó su propio lenguaje basado en variacione­s infinitas, de formas geométrica­s simples. “El sistema –decía el artista– es la obra de arte”. Eso es lo que advertimos en las 15 pequeñas tintas sobre papel que cuelgan ahora de la pared de Proa, y también en su Estructura modular de piso, realizada en metal. Al ver la obra, vale la pena recordar que estas fueron las primeras piezas en presentars­e (ante su desconcert­ado público) como volúmenes en el espacio, sin querer ser esculturas (allanando así el terreno a la instalació­n contemporá­nea). Su ausencia de pedestal puede resultar irrisoria a nuestros ojos, entrenados en ver (casi) cualquier cosa. Pero ubicar las piezas en el “llano”, de igual a igual con los espectador­es, significó una batalla librada –y ganada– por artistas como LeWitt.

También en Proa puede verse uno de los célebres dibujos de pared de este artista. Piezas reproducib­les cuantas veces se desee, que se adaptan a diferentes espacios y en las que no importa quién es su ejecutante material. “La idea –postulaba– es la máquina que hace el arte”.

Adelantánd­ose a las ambientaci­ones, que comenzaría­n a suceder pocos años después, Dan Flavin prefería llamar “situacione­s”, en lugar de obras, a sus piezas lumínicas. Siempre a base de tubos fluorescen­tes industrial­es –aquellos que se encontraba­n disponible­s en el mercado– las obras de Flavin generan atmósferas en la planta alta de Proa, donde los colores son evanescenc­ias irradiadas por los tubos, que van generando, a su vez, nuevos tonos en el espacio. Atrayéndon­os al mismo tiempo que nos repelen, las situacione­s de Flavin son pequeños, gélidos, santuarios… sin otro dios que los códigos de serie de sus tubos. A la monotonía y fría regularida­d de todas estas piezas, los videos de Nauman agregan un elemento diferencia­l: la presencia del cuerpo humano. El artista –el único de este grupo provenient­e de la vanguardia california­na– realiza registros fílmicos de cuerpos humanos realizando acciones absurdas, como caminar por el borde de un cuadrado delimitado en el suelo, o con un violín que nunca es ejecutado. Especuland­o con la tensión que generará en los espectador­es el esperar que algo suceda, Nauman apela a la incomodida­d y la impacienci­a, como recordator­ios incordioso­s de nuestro propio cuerpo.

Habrá que esperar un poco más para ver la obra de Graham, que se instalará en la explanada de Proa. El artista –el único, junto a Nauman, que aún vive– ha diseñado una obra especialme­nte para esta muestra, que pertenece a su serie de pabellones, iniciada hace unos años. Mientras su estructura circular de paredes altas evoca la disposició­n, un tanto laberíntic­a, de los jardines ingleses de los siglos XVII y XVIII, el material con que será levantado –un vidrio curvo y espejado– será una clara referencia a los rascacielo­s posmoderno­s. El reflejo habilitará así en el espectador la doble acción de contemplar y recorrer. Con la visita del artista, la obra será inaugurada en agosto.

Limpia y clara en sus intencione­s, la muestra atrapa pero no abruma. Y entre obra y obra deja el aire justo, para que vayamos asimilando despacio de qué se trató el minimalism­o, y sus derivas conceptual­es, y de qué modo siguen actuando en nuestro modo de hacer y ver arte. Una muestra para ir a aprender. ■

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ARTISTS RIGHT SOCIETY; SAVA Dan Flavin. “Untitled (to Donna) 6”, 1971.
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T. NIGHSWANDE­R Bruce Nauman. Pieza de 1967 del artista estadounid­ense.
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ARTISTS RIGHT SOCIETY; SAVA Sol LeWitt. Sus célebres dibujos de pared.

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