El hilo rojo de un pianista magistral
El músico italiano deslumbró en el Colón con un programa fuera de serie, que incluyó una joya única, y rara vez escuchada, de Luigi Dallapiccola.
Alessio Bax (piano) Programa Concierto para oboe, de Bach/Marcello; Variaciones sobre un tema de Corelli, de Rachmaninoff; Cuaderno musical de Annalibera, de Luigi Dallapiccola; Predicación de San Francisco a los pájaros y Fantasía Quasi Sonata, de Liszt
Sala Teatro Colón, lunes 1°. El pianista italiano Alessio Bax, que ya había impresionado en el Colón haciendo música de cámara con el violinista Joshua Bell en 2013, volvió para la temporada del Mozarteum, pero esta vez como solista y con un programa completamente fuera de lo común: la transcripción para teclado de Johann Sebastian Bach del Concierto para oboe en re menor de Alessandro Marcello, las Variaciones sobre un tema de Corelli de Sergei Rachmaninoff, el Cuaderno musical de Annalibera de Luigi Dallapiccola y dos grandes piezas de Liszt: La predicación de San Francisco a los pájaros y la Sonata Quasi Fantasía sobre una lectura de Dante.
El programa es muy amplio además de generoso, y podría decirse que a la vez lo recorre un hilo rojo; un hilo peninsular, en cierta forma, aunque el único autor italiano propiamente dicho del programa es Dallapiccola. Hay una transcripción de Bach sobre Marcello, unas variaciones de Rachmaninoff sobre Corelli, y las dos piezas de Liszt remiten a Dante y a San Francisco de Asís. El entramado se completa con otro simbolismo, que es la conexión del Cuaderno de Dallapiccola con Bach; con su nombre ( los acordes que abren la pieza llevan en la voz superior la secuencia si-la-do-si bemol, que en la notación alemana corresponden a las letras B-A-C-H), como también con ciertos procedimientos contrapuntísticos.
Si en la transcripción de Bach la interpretación tuvo un efecto hipnótico, en las Variaciones de Rachmaninoff el piano atravesó los paisajes y los colores más cambiantes, además de auténticos pasajes de bravura y virtuosismo, que Bax mantuvo lejos de cualquier alarde o vulgaridad. Son un conjunto de veinte variaciones, que Bax armó admirablemente con distintos tipos de pausas o comas entre una y otra, además de una gradación dinámica exquisita.
El eje de la pieza de Dallapiccola es también la variación, pero en un sentido muy diferente al de Rachmaninoff. No se varía sobre un tema, sino en un sentido más abstracto, sobre una serie de doce sonidos. El Cuaderno de Annalibera, que el mismo autor estrenó en 1952, es una de las grandes joyas de la literatura dodecafónica y de toda la literatura pianística del siglo XX. Era también uno de los talismanes de Gerardo Gandini, que además de tocarla la enseñó a sus alumnos desde siempre como un ejemplo de “poesía serial”. La interpretación de Bax no pudo ser más sutil y matizada.
Sobre el final interpretó las dos piezas de Liszt casi sin pausa; atacó la Fantasía inmediatamente después de La predicación de San Francisco, tal vez para evitar las toses del público, más voluminosas en esta época del año, o bien por considerar que una podía funcionar como un preludio de la otra. Como sea, la ejecución fue magistral, tan etérea e inmaterial en la prédica a los pájaros como intensa y dramática en la Fantasia quasi Sonata.
El gran pianista italiano respondió a las ovaciones con dos piezas fuera de programa: el Preludio para la mano izquierda de Scriabin y un arreglo encantador y endiabladamente virtuosista de una Danza húngara de Brahms. ■