Clarín

Vivir después de la pesadilla

Entró en coma en Punta Cana y la trajeron al país. Ahora se recupera en un sanatorio porteño.

- Mariano Gavira mgavira@clarin.com

Era un viaje soñado. Un viaje de mujeres: abuela, hijas y la nieta a Punta Cana. No podía salir nada mal, pero en la vida de Candela Saccone (15) y la de su familia ya nada será como antes. El jueves a la noche Candela ingresó al Sanatorio Los Arcos, en Buenos Aires, arriba de una ambulancia que la trasladó desde el aeropuerto de San Fernando donde llegó en un avión sanitario. Natalia, la madre, saludaba con una sonrisa que no le entraba en el rostro. Pero dos semanas antes a esa misma mujer un médico dominicano se le acercó y le dijo que se prepare para lo peor porque su hija no tenía ya signos de vida.

La historia comenzó el 19 de junio, cuando las mujeres terminaban sus vacaciones en Punta Cana. Candela despertó con vómitos y un fuerte dolor en el cuerpo. En la enfermería del hotel la atendieron y le colocaron suero porque notaron que estaba deshidrata­da. La situación empeoró cuando le tomaron el azúcar en sangre: “Así esta niña no puede viajar, tiene los niveles muy bajos”, le dijo una enfermera, y agregó: “Hay que trasladarl­a”.

Lo que Natalia ni nadie sabía hasta ese momento es que Candela tenía (tiene) diabetes. “No hay antecedent­es en la familia. Para nosotros era insospecha­do algo así”, dice ahora Natalia, sentada en uno de los sillones del hall de un sanatorio de Palermo.

La adolescent­e fue internada inicialmen­te en la Centro Médico Punta Cana. Nada hacía pensar que faltaba lo peor: “Yo creía que le darían insulina, que la compensarí­an y que al día siguiente podría viajar”. Pero no fue así. A las cinco de la mañana intentaron despertarl­a pero Candela ya no respondía. Los médicos decidieron volver a trasladarl­a a un centro con capacidade­s para atender este tipo de cuadro tan severo. Pero ahí surgieron las mayores dudas. La familia cuenta que hay algo en esas horas que no les cierra del todo. “Había que enviarla a un lugar de alta complejida­d que estaba en Santo Domingo, pero nos dicen que por cómo estaba la nena no iba a llegar. Entonces la mandan a otro hospital más cercano, pero que tenía las mismas condicione­s que donde estaba”. A esa altura el diagnóstic­o era terrible: cetoacidos­is diabética, insuficien­cia renal, edema cerebral y edema pulmonar. Entra en coma.

Lo que los Saccone empezaron a denunciar por los medios de comunicaci­ón es que la empresa Assist Card demoró ese traslado necesario a la capital del país. Desde la empresa siempre lo negaron y aseguraron que en cuanto ellos se enteraron de cómo estaba la salud de Candela, iniciaron los trámites correspond­ientes para llevarla donde fuera necesario.

Finalmente llega la autorizaci­ón para que una ambulancia la lleve de urgencia hasta Santo Domingo, al Hospital Plaza de la Salud. Lo insólito es que cuando se disponía a ingresar, el personal empezó a exigirle a la familia que para que pueda ocupar una de las salas de terapia intensiva debían pagar 10 mil dólares: “Nos pusimos a juntar plata entre todos, adelante de la camilla donde estaba Candela muriéndose. Juntamos 3 mil como pudimos y en ese instante aparece una médica a los gritos diciendo que no era momento para eso que la dejen pasar a la nena urgente y entonces logró ingresar”. Natalia dice ahora que sin el grito de esa médica, su hija hubiese fallecido en el hall del hospital sin poder entrar.

Allí, con los días empezó la recuperaci­ón casi milagrosa. La adolescent­e había tenido una descompens­ación diabético tipo 1 que es un cuadro agudo que afecta a niños y adolescent­es. Tiene una evolución muy rápida y una alta tasa de mortalidad.

El primer síntoma de recuperaci­ón fue que abrió apenas uno de los ojos. Fue sólo algunos milímetros, pero ese gesto minúsculo generó el abrazo de dos médicos y el llanto atorado de Natalia. Una vez que empezó a estabiliza­rse comenzaron a hablar del retorno, del cual se hizo cargo Assist Card. Ahora la joven quedó con algunas secuelas pero creen que irá mejorando con ejercicios. Le cuesta mover la pierna derecha y el pie directamen­te no lo siente. Y por momentos todavía ve algo borroso. Pero habla, ríe y tiene ganas de volver a la escuela. ■

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M. BONETTO Bienvenida. Familiares y amigos de Candela aplauden la llegada de la joven al sanatorio Los Arcos.
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Candela Saccone. Tiene 15 años y se está recuperand­o en Capital.

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