Clarín

Las parrillas con fanáticos.

Los “templos” del asado. Clarín recorrió cinco restaurant­es de carnes que generan pasión entre sus clientes. Son de barrios porteños y del GBA, y siempre están llenos.

- Nahuel Gallotta ngallotta@clarin.com

Las parrillas generan fanatismo en una ciudad donde todo se compara y siempre hay que elegir al mejor en cada rubro. Sólo basta con nombrar a una en un taxi o en una reunión entre amigos para que cada uno salte a defender a su lugar preferido para sentarse a comer achuras y carne.

En su recorrida por cinco de "los templos del asado", Clarín se cruzó con clientes que llevan el nombre de su parrilla tatuado en el cuerpo o que pueden llegar a comer hasta entre 3 y 4 kilos de carne en cada visita. También, descubrió una sorpresa: que todas venden más vacío que asado. Y confirmó que se toma más vino tinto que blanco.

Los dueños contaron que otra costumbre del cliente fanático es invitar a sus seres queridos a conocer su parrilla preferida, con toda la responsabi­lidad que eso implica. Puede que no sólo los lleve para que comprueben lo que dice, sino para que también se vuelvan tanto o más fanáticos. En esta nota, las historias de estos cinco “templos del asado”.

Parrilla El Tano

El lugar nació en 2001, cuando Fabio Caschetto (49), el mismísimo Tano, alquiló el local (General Güemes 567, Avellaneda), colocó dos parrillita­s en la puerta y prendió el fuego. Así, como cualquier parrillero al paso. Con los años recibiría las visitas de Maradona y Riquelme, le propondría­n abrir una sucursal en Miami y sus clientes esperarían horas para entrar. Jamás hizo publicidad ni marketing. Su público es el del boca a boca o de algo que no falla nunca: comer bien.

"Nunca pensé nada de todo lo que terminó pasando, las cosas se dieron solas", confía el Tano. Y se explaya: "Desde el primer día la parrilla tiene un estilo, eso sí, y es que el cliente se sienta como en casa. Lo mío con los clientes es muy personal. Y somos rápidos: podés esperar una hora afuera. Pero te sentás y al toque te servimos las achuras y arranca la experienci­a". La escenograf­ía de la parrilla son camisetas (la mayoría de equipos de fútbol del ascenso), chombas, camisas, remeras y ropa de trabajo. La mayoría son regalos de clientes.

Los Talas del Entrerrian­o

Esta historia comenzó hace 34 años, en este mismo lugar (Avenida Brigadier de Rosas 1391, José León Suárez), con tres kilos de chorizos, dos de pan, uno de carbón, un caballete y un tablón que conformaro­n una mesa compartida. Todo bajo la sombra de algunos talas y por iniciativa de un entrerrian­o, Oscar Bopp. Hoy él es "el Entrerrian­o". Sus primeros clientes fueron camioneros, repartidor­es, remiseros, gente al paso. Con el tiempo hubo acontecimi­entos de esos que se recuerdan por un buen tiempo. Como el día que vendieron 68 lechones, o cuando hicieron 2.500 litros de locro, o el mediodía que llegó un micro de la Embajada de la China con 87 ciudadanos chinos, o los días de rodaje para un documental de Netflix o las propuestas para abrir sucursales en Londres y en un hotel de París.

"Acá la gente viene a comer. A caretearla o a aparentar va a otro lado", explica Domingo, que lleva 20 años como encargado. "Tenemos clientes que son empresario­s o grandes ejecutivos que nos dicen ‘si tengo que cerrar un negocio voy a otro lugar, de otro estilo. Pero a comer en familia vengo acá", dice Oscar.

El cliente aquí se siente como en casa. Lo mío con ellos es muy personal”. Fabio Caschetto Parrilla El Tano

Acá la gente viene a comer. Para caretearla o aparentar van a otro lado”. Domingo Encargado de “El Entrerrian­o”.

Lo de Beto

¿Qué puede salir de una pareja con una mujer que viene de una familia que se dedicó a la bailanta y un hombre que tiene carnicería­s? El resultado es un fenómeno muy explotado en el sur del GBA (H. Yrigoyen 3251, Lanús): parrillas que ofrecen shows de cumbia con menú libre. "Tanto el show como el asado son grandes llamadores para todo el argentino. El asado más que la cumbia; es una cultura, una pasión como el fútbol. Cuando el país anda bien, ves humo en todas las casas y las parrillas explotan. Si el argentino pudiera, saldría a comer asado todas las noches. Si no, ¿cómo se explica que haya tantas parrillas?", dice Norberto Álvarez (44), más conocido como Beto.

Lo de Charly

La parrilla en la que dos hombres comen un asado a la hora que todos desayunan queda en Álvarez Thomas 2101 y nació en 1991. Desde aquella primera noche ofrece parrillada­s las 24 horas. En sus inicios, la madrugada era el pico de ventas: se llenaban de taxistas y otros trabajador­es al paso. "Empezamos ofreciendo choripanes y sánguches de vacío", recuerda Manuel Crespo, uno de sus encargados. En el puesto también se vendían golosinas, cigarrillo­s y algunos productos más propios de un kiosco.

Ofrecer parrillada­s a las 3, 5 o 7 de la mañana de cualquier día del año les generó un público que, junto a los taxistas, empezó a caracteriz­ar el lugar. "Cuando podíamos vender alcohol a toda hora venían muchos clientes más -recuerda Crespo-. Desde hace un tiempo sólo se permite la venta de alcohol hasta las cinco de la mañana. Pero no sólo hay gente comiendo asado de madrugada. También encontrás a muchos entre las 17 y 19, que es cuando cierran otras parrillas".

El Ferroviari­o

"¿Cómo hacerte entender que durante años un día como hoy sólo tenía una mesa con 6 viejitas jugando al buraco y tomando café?", recuerda Martín Chaparro (40) , en la primera mesa del salón principal de los cuatro que tiene El Ferroviari­o (Reservista­s Argentinos 219), una parrilla dentro de un club que un viernes a la noche puede atender a más de mil personas, y que vende 4.600 kilos de carne por semana. Tanta es la fama del lugar que, a fines del año pasado, Maradona los contactó para que fueran a su casa de Nordelta. ■

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A. D’ELÍA En Lo de Beto. La parrilla también seduce con shows de música. El dueño se suma a alguna mesa.
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E. FERNÁNDEZ El Tano. Carne de referencia para los vecinos de Avellaneda.

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