Clarín

El peligro de estancarse en un pasado que ya fue

- Sensacione­s Daniel Ulanovsky Sack dulanovsky@clarin.com

Un fracaso. Así se vivió siempre el divorcio, como si violara un derecho natural que asegurara durar siempre. ¿Y si no fuera de esta manera, al menos no como mandato? ¿Hay que pensar el fin de la pareja como una frustració­n o sentirse conforme por el tiempo que valió la pena y darse cuenta que alargar el transcurri­r carece de sentido?

Algunos extreman el deseo de algo nuevo. Si bien en la Argentina se da en forma más íntima, en los Estados Unidos los Divorce parties ya constituye­n un rito de pasaje relativame­nte usual. Hay dos grandes tipos: el que celebra la llegada de una nueva soltería que -se espera- traiga libertad y el que realizan ambos miembros de la ex pareja en conjunto. ¿Sorprendid­o? La idea es juntarse con familiares o amigos que pueden sentirse apesadumbr­ados por la noticia y asegurarle­s que es para mejor, que la separación no va a alterar, si los hay, el contacto entre los ex cónyuges para la adecuada crianza de los hijos.

También hay fiestas de buen y de mal gusto. Aunque, nobleza obliga, las que evocan la soltería suelen tener casi siempre cierto contenido de festejo erótico. El lugar top para estos eventos es Las Vegas y el punto máximo de cultura bárbara lo dio una actriz, Shanna Moakler, al encargar una torta con un novio sangrante y una novia con un cuchillo. Cosas veredes que feran fablar las piedras...

El famoso punto medio es el que a veces no aparece en una situación crítica. Es lógica la tristeza porque algo que fue bueno se marchita. También es lógica la necesidad de salir a respirar aire nuevo si la antigua relación obligaba a un ambiente enviciado que no nos dejaba sentir. En ese sentido, la celebració­n de la libertad es casi un derecho.

Quizás la pareja no debiera ser medida en tiempo de calendario sino en potencia de felicidad. Cuando esa fuerza disminuye demasiado o se extingue, no tiene sentido mantenerla. Pero eso no niega lo que fue ni nos empuja a peleas estériles por culpas (in)debidas. Con o sin celebració­n, toca salir a disfrutar, a encontrar a otre que nos haga reír. Emocionars­e con una nueva mirada, sentir ese no sé qué una vez más. Y olvidarse del dolor. Ya fue.

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