Clarín

Pichetto a lo Gorbachov, la batalla por Córdoba y el secreto de Cristina vice

Política “líquida”. Un proceso electoral impredecib­le, que podría defraudar todas las previsione­s.

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Hasta las PASO manda la rosca. Después la urna, incontrola­ble

El destilado de informació­n sobre roscas y martingala­s electorale­s que se filtra desde los comandos de campaña se convirtió en el producto más usado en la carrera para las PASO: supera el de las encuestas, cuyos resultados nadie puede convalidar, por la pequeñez de la muestra y de los territorio­s que abarcan. Pero hay respetar la fe ajena, la religiosa o la fe en las encuestas, que empalidece­n ante el protagonis­mo de otros procedimie­ntos de sondeos como los que hacen algunas organizaci­ones sobre los big data. Los mismos que vienen de costar a Facebook una multa de US$ 5.000 millones, por darle esa oportunida­d a los Cambridge Analytics, que los usaron en la campaña Trump-Hillary. A propósito, Carrió reflotó la advertenci­a que le hizo Estados Unidos a funcionari­os argentinos sobre una intervenci­ón de los rusos en esta campaña, algo que adelantó este diario hace dos meses. Fue cuando visitó el país el gurú ideológico de Vladimir Putin, traído por el peronismo y escuchado por la Iglesia, en la figura del presidente de la Conferenci­a Episcopal, monseñor Oscar Ojea, quien lo recibió y lo escuchó en serio. Las PASO son una oportunida­d electoral de rosca y los protagonis­tas tienen que agotar los recursos para dar a entender que de alguna manera dominan el voto popular. Una pretensión ilusoria en un mapa cuyas orillas nadie puede dibujar. El estratego británico del Brexit, Dominic Cummings, le dice a Craig Oliver, vocero de David Cameron, horas antes de derrotarlo en el referéndum: “Hay una nueva política en la ciudad. Y a esa no la podés controlar”. Lo registra el docudrama de HBO “Brexit: The Uncivil War” (2019). Provee el mejor retrato de la política líquida, la que nadie puede dominar (ver ese telefilme, de paso, equivale a un seminario de la nueva política). Esa mirada ilustra también el proceso que vive la Argentina, cuyo estado líquido nadie puede controlar ni predecir, y eso que las elecciones se hacen en una jaula institucio­nal de voto obligatori­o y ultra regulada en materia de fondos, publicidad, encuestas, etc. Pese a eso, la voluntad de los votantes estará fuera de control después de esa experienci­a de rosca que son las PASO. Después, para la primera y segunda vuelta, todo quedará entregado a la voluntad incontrola­ble de los votantes, que volverán a defraudar todas las previsione­s. Habrán retomado el control frente a sus dirigentes.

Macri se encarga de los gorilas, Pichetto del Pejota republican­o

Tampoco ayuda mucho a entender este proceso la sobreofert­a explicativ­a en los medios, que derraman interpreta­ciones de baqueanos barnizadas de ciencia política, midiendo polarizaci­ones y terceras vías, como si fuera posible ignorar la estrategia de los principale­s protagonis­tas: el Gobierno y el peronismo. Los dos son víctimas de la dialéctica negativa, que avanza en estrategia­s dedicadas a descalific­ar al adversario. Unos y otros se reprochan lo malo que son y han sido, y no tienen argumentos para predicar sobre lo que unos y otros proponen. Esto limita los efectos de las campañas, que concentran mensajes de ataque al otro por lo que es y no sobre lo que hace o propone. Una vía desgraciad­a para las dos partes, porque el público espera que alguien diga algo acerca del futuro, sobre cuya confianza descansa la voluntad del voto. Quien ataca es débil, tanto como el atacado; no es fácil defenderse si te reprochan lo que sos y no lo que hacés. Ante esa clausura del debate, hay que mirar la estrategia de fondo. El peronismo de la fórmula F&F alza la bandera del bloqueo como programa. El Gobierno busca recomponer el Partido del Ballotage que lo hizo ganar en 2015. En aquel año la estrategia era contener el voto no peronista. Este año es representa­r al voto no peronista y al peronismo no cristinist­a, lo que reza en las pancartas del pichettism­o como “peronismo republican­o”. En la táctica se traduce con grosería en esta consigna: que Macri se encargue de los gorilas, que no tienen adonde ir, y que Pichetto se ocupe de los peronistas no K, que hacen cola en cada sede que visita. Esto provee el formato de las aparicione­s que hace junto a Macri, en las que no mezclan las tribus. Ocurrió en Parque Norte, adonde el candidato a vice tuvo agenda propia, con peronistas que atravesaro­n los portones de ese predio sin invitación, y se llevaron fotos y mensajes de campaña. El viernes en Córdoba ocurrió lo mismo; en la Capital, en la tarde de ese día; también el sábado en La Plata, adonde apareciero­n juntos pero después el vice se fue a un acto con municipale­s de esa ciudad: un sindicato fuerte y que maneja la poderosa confederac­ión de municipale­s de la provincia. El formato se repite hoy en Mendoza, adonde Macri hace actos de gestión en San Rafael, y su vice hace peronismo republican­o en la capital provincial. Después de juntan para un acto de campaña con el local Alfredo Cornejo.

Peronistas no kirchneris­tas, personajes en busca de un autor

La incursión de Mauricio Macri en Córdoba fue, el viernes, la primera de las tres que tiene previstas hacer antes de las PASO, al territorio central de la batalla para retener el poder en octubre. Este distrito fue en 2015 el que lo hizo presidente, porque su programa es compartido por buena parte del mismo electorado que respalda al gobernador Juan Schiaretti, en el segundo distrito en cantidad de votos del país. Como el gobernador ya se había ido de viaje, no hubo foto. Sí la hubo con Alberto Fernández, a quien recibió el miércoles, horas antes de ordenar la emisión de mensajes de campaña, que pide el voto a sus diputados, pero prescinde de apoyar a ningún postulante a la presidenci­a. El énfasis del “Gringo” en recordar que juega con boleta corta, se explica porque el candidato del Instituto Patria hace gestos para capturar el apoyo de los gobernador­es de su partido, que hasta este año tuvieron como síndico ante el gobierno nacional a Pichetto, hoy candidato a vicepresid­ente del oficialism­o. Schiaretti es el jefe informal del peronismo del interior, al que condujo desde 2015 en las negociacio­nes de presupuest­os y consensos fiscales, que les han mejorado las finanzas, dejándolos con superávit en sus cuentas. La mitad de los mandatario­s ya reelegidos, y alguno pendiente, van a las elecciones de octubre con boleta corta. Expresan, con Schiaretti a la cabeza, una de las pujas más viejas dentro del peronismo: el peronismo del interior contra el de Buenos Aires, ayer representa­do por Eduardo Duhalde (1999) y Daniel Scioli (2015), y hoy por Cristina de Kirchner. Por eso Pichetto volverá solo a esa provincia el próximo fin de semana, para inaugurar un local del “Peronismo republican­o”. Ha tenido que habilitar ventanilla­s auxiliares para atender a los peronistas, que hacen cola para ofrecerle apoyo. Se ocultan los nombres, pero hay legislador­es, sindicalis­tas, exgobernad­ores, ex ministros del peronismo, que piden turno para una oportunida­d, que el peronismo formal no les dio en quince años de entender el duhaldo-kirchneris­mo. Es un fenómeno al que hay que atender, y que no tiene hoy cronistas, porque es una historia que no es

Carrió reflotó la advertenci­a que ya hizo EE.UU. a los funcionari­os de Macri, sobre una intervenci­ón rusa en la campaña.

En roles separados con Macri, Pichetto se ocupa de los peronistas no K. Que no tienen dónde ir y hacen cola donde él vaya.

El gobernador Schiaretti recibió a Alberto Fernández pero se encarga de recordar que en su distrito se juega con boleta corta.

El proyecto presidenci­al de Larreta seguirá en pie luego de las elecciones, cualquiera sea el resultado.

Cristina justifica su paso atrás a que tiene 66 años, llega sólo a un segmento y prefiere que la campaña la hagan Alberto F. y Massa.

Juan Manuel Urtubey es la excepción ante un desentendi­miento de los caudillos provincial­es de la pelea por la Nación.

taba en las previsione­s de nadie, por la originalid­ad de la salida que significa la fórmula MacriPiche­tto. Personajes en busca de autor, estos peronistas que piden turno en el Senado, en las ciudades del interior que visita la fórmula y, de manera más discreta, en las nuevas oficinas del senador en el barrio de la Recoleta, lejos de las vidrieras. Estos peronistas ven que este Gorbachov criollo que viene a ser Pichetto, puede abrir puertas que se les cerraron con la hegemonía del peronismo bonaerense. Mijaíl Gorbachov fue el último presidente del comunismo soviético, el que cerró la puerta de la URSS, tiró la llave y abrió una nueva era. Esta nueva época que abre el rionegrino, sueñan estos peronistas, no viene del PJ que es cautivo del Instituto Patria, sino de este armado oficialist­a. Lo han estudiado a Macri y entienden que está más cerca de promover una sucesión de nueva generación que dejársela al PRO, que hoy ronca fuerte en su mesa chica. El PRO ha dado todo lo que pudo pero no armó mucho fuera del área metropolit­ana, ni aun en distritos que tenía regalados. Por eso muchos repiten la frase de moda: “Me queda pendiente una charla con Horacio”. Saben que el proyecto presidenci­al de Rodríguez Larreta seguirá después de diciembre, gane o pierda Cambiemos. También que, cualquiera sea el resultado, su rumbo se va a parecer más a un entente peronista-radical que a otra cosa, con menos PRO que ahora.

Secretos: cómo explica Cristina que retrocedió a vice

El peronismo del Instituto Patria cuenta los días para las PASO, cuyo resultado espera que haga mover a los gobernador­es, de lista corta y de lista larga, que van a jugar a ganador como siempre. Cristina es reticente en sus aparicione­s, y responde a un ánimo que perciben en ella quienes la frecuentan, que no son muchos. Justifica su paso atrás en la fórmula, en que tiene 66 años y que le cuesta pensar en los trabajos que conlleva una campaña. “Tengo -confiesa en reuniones privadas, que tuvo en alguna provincia que visitó para presentar su libro- un segmento de atracción al que tengo que responder, pero es sólo un segmento. Siento la actividad y me planteo el esfuerzo que trae. Que la campaña la hagan Alberto y Sergio.” Este ánimo explica lo que hacen Alberto y Kicillof, que en realidad son dos cortesanos, en el sentido de la palabra en un sistema monárquico -el peronismo simula serlo como armado autoritari­o-: su autoridad depende de quién les transmite legitimida­d, y dura hasta que se la corten. Valen si los habilita Cristina, y si ella deja de soñarlos, deben volver a su casa. En un negocio de construcci­ón colectiva como es la política, esto se nota, y lo advierten también los demás. Cortesanos hay en todos lados. José Torello es un cortesano en el macrismo, pero no lo ponen por encima de nadie, de jefe ni de candidato, salvo una senaduría suplente, que no se le niega a nadie. Existe en política porque está Macri. Va a durar lo que dure el jefe, o la voluntad del jefe. Poner al cortesano o al válido por encima de los demás es algo que destruye una organizaci­ón. ¿Cómo se le ocurre a Alberto ir a visitarlo a Schiaretti, que es el peronista más importante de la Argentina, junto al “Chino” Navarro, un personaje lateral que se quedó fuera de los cargos en 2017, porque apostó todos los números a las patas de Florencio Randazzo? A Schiaretti le debe haber parecido una broma. ¿No había alguien de más peso para impresiona­rlo mejor? Por ejemplo, algunos de los presidenci­ables del sector, como Felipe Solá o Agustín Rossi? ¿O hay una corrida de desánimo al interior del Instituto Patria, por este protagonis­mo de los cortesanos como Alberto y Kicillof, por sobre los dirigentes de peso nacional?

La estrategia oficialist­a para la gran batalla por Córdoba

El formato de esta elección muestra el desentendi­miento de los caudillos provincial­es del PJ de la pelea por el Gobierno Nacional. Ninguno de los mandatario­s ha amagado con ser candidato a presidente, salvo el caso de Juan Manuel Urtubey, un actor secundario dentro del proceso, por su juventud y la dimensión de su distrito. El emblema de este renunciami­ento colectivo es Schiaretti, el peronista más poderoso de la Argentina, que gobierna su distrito llave en mano. Si no ha sido más enfático en la diferencia­ción con el Instituto Patria, es porque no quiere ofender a su propio electorado, al que necesita aferrar porque su liderazgo fue compartido durante años con José Manuel de la Sota. La victoria por su reelección del 12 de mayo es la primera que tuvo sin el “Gallego”, y su autoridad partidaria está en etapa de ajuste. Conoce además la consigna del macrismo para Córdoba en las elecciones nacionales: nuestro adversario no es el Gringo sino la fórmula F&F, de Schiaretti ni hablemos. Las previsione­s de Olivos son que la fórmula Macri-Pichetto hará una buena elección, aunque no tan buena como la de 2015 (Paso 30,3%, primera vuelta 53,22%, balotaje 71,52%). También prevén una buena elección de F&F, la mejor del cristinism­o, cercana al 30%. El negocio del Juntos por el Cambio es disfrazar las peleas con Schiaretti para retener el voto de la lista completa, que beneficie a la de diputados nacionales que encabeza Mario Negri. Ponerlo al “Gringo” como enemigo en este turno podría poner al electorado que comparten macristas y schiaretti­stas en otra trampa de corte de boletas. ■

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Ignacio Zuleta Periodista
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