Clarín

No hay dos sin tres, pero no hacía falta

El filme original fue icónico, pero esta tercera película no justifica ni el elenco ni un guión misógino.

- Pablo O. Scholz pscholz@clarin.com

¿En qué momento Shaft, que ya se convirtió en una saga con este tercer filme, pasó de ser un relato de acción icónico a una telecomedi­a?

¿Tal vez porque los comentario­s del protagonis­ta (el hijo del Shaft original, interpreta­do por Samuel L. Jackson, como en la segunda película, la de 2000, del fallecido John Singleton) se han vuelto misóginos, machistas y absurdos?

¿Quizá porque la irreverenc­ia que tenía la película de 1971 hoy en día no tendría cabida?

¿O porque el guión es tan, pero tan flojo?

Shaft, la película, viene floja de papeles, decíamos. Ni siquiera para la anécdota queda que la pareja (buddies) cuasi policías sean padre (Samuel Jackson) e hijo (Jessie T. Usher). Ya sabemos que el Shaft que ronda los 60 fue policía, y se convirtió en detective privado (qué añejo todo), que no usa computador­a y sí rebusca datos en papeles de su archivo en una oficina con puerta de vidrio donde está su nombre y su profesión. Y que su hijo, Shaft Junior, graduado del MIT, trabaja para el FBI, pero no como agente sino como analista de datos.

Un buen o mal día, de acuerdo al estómago del espectador, Shaft Jr. descubre que su mejor amigo, Karim (Avan Jogia), sí, ése que lo salvaba del bullying en la escuela, apareció muerto. Todo parece indicar que es obra de unos musulmanes: un imán al que frecuentab­a Karim, un veterano de guerra y ex adicto, en verdad viaja tanto que no lo hace por causas religiosas sino para entrar narcotráfi­co.

Ya saben cómo ven a los musulmanes en el gobierno de Trump.

Shaft Jr. apela a su padre, que lo dejó hace una pila de años, siendo bebé, tras un confuso atentado que sufre él, y en el que su auto es acribillad­o. En él viajaban su esposa (Regina Hall) y Shaft Jr., en la sillita del asiento de atrás.

Difícil predecir quién es más protagonis­ta. O sea, a quién echarle más culpa de la pavadas que se suceden en la pantalla de su televisor.

Como guiño, y perdonen el spoiler, o salteen este párrafo ahora, aparece Richard Roundtree. Bah, si está en los créditos, en la foto grande de Netflix y en el tráiler, no habría que pedir disculpas. Es Shaft, el original.

Lo cierto es que las actitudes y el lenguaje procaz, anticuado y/o vulgar parece sustentarl­o todo. ¿Qué es todo? Lo que sucede, y hablando de la trama, es que es todo tan, pero tan obvio, que cansa a los ojos.

Y entonces nos damos cuenta de que sí, hay películas que convendría dejarlas en paz. ■

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Tres generacion­es. El hijo, el padre y el abuelo Shaft, juntos en una comedia de acción con flojísimo guión.

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