Polka 25 años de ficción
Los hitos de la productora de Adrián Suar, que inauguró un nuevo modo de contar historias en tevé.
Con la misma naturalidad con la que a veces hay que explicarles a los niños que antes de los celulares hubo una telefonía en carretas -dicho esto con mucho cariño hacia esos tiempos del aparato fijo negro, que podía tener candado porque las llamadas eran medidas-, también se impone, otras veces, dejar en claro a quien corresponda que el modo de hacer ficción en la TV argentina no fue siempre así. Que, 25 años atrás, las historias se grababan exclusivamente en los canales -ahora los actores sólo van de visita-, con decorados de cartón que se repetían de programa en programa (algo así como ‘distinto amor, la misma lluvia’), que no había aroma cinematográfico en pantalla y que la de “productora independiente” no era una frase que sonara frecuentemente en la industria. Ahora es “el” sello de fábrica de tiras y miniseries. Hubo una vida antes de Polka.
Por eso, las bodas de plata que está celebrando su usina de ficciones merecen echar la vista atrás, para pasear simbólicamente por la comisaría de Poliladron, sumar una silla al grupo del doctor Segura de Vulnerables, tirarle unas gambetas al Marquesi de Son amores, dirigido tal vez por Rodolfo Rojas (el entrenador de RR.DT.), ser testigo de un maratón boxístico donde peleen el Guevarita de Campeones, la Monita de Sos mi vida, el Ringo de Sos mi hombre o el Tigre Verón de estos tiempos. Y así podríamos estar una vida construyendo una historia de las mil historias de Polka. De hecho, la noche del 25 de junio, cuando la empresa festejó el cuarto de siglo con una fiesta para casi 500 personas, estaban todos los personajes mezclados en la pista. Una picardía que eso no haya terminado en marquesina. Un seleccionado para las grandes ligas.
Pero para que la memoria emotiva no se quede únicamente en el entrañable lagrimeo del recuerdo, la cifra de las 10 mil horas de programación indica que Polka batió un récord. Desde Poliladron -la primera ficción, estrenada en el ‘95, con Suar como el Nene Carrizo- se realizaron 75 ficciones para televisión.
Y la mayoría dejó huella. Pero, como Suar le confesó a Clarín, “también hice muchos programas malos, de los que obviamente no voy a dar el nombre, pero asumo que he ganado campeonatos buenos en mi juventud. Por momento me siento Ilie Nastase”. La humorada que lo asocia al tenista rumano que encendía al público y que hacía del deporte un gran entretenimiento invita a preguntarle cómo sigue el partido en épocas en las que hay que competir con el streaming y el sistema On demand. Cómo se hace para seguir cautivando gente del otro lado del televisor a la hora señalada: “Después de años difíciles, siento que Argentina, tierra de amor y venganza (a las 21.30, por El Trece) -la ficción más vista del año- nos pone en carrera. Es una tira de época que funciona muy bien de rating y se lleva de maravillas con las redes sociales, que es otro termómetro que ahora hay que tener en cuenta. Me emociona saber que he aprendido de las derrotas. El desafío es seguir estando vivos a pesar del paso del tiempo. Y que la productora no envejezca”.
El director de programación de El Trece dice que “veo claramente la huella, pero también veo la gran convivencia de productoras. Polka abrió, pero este boom de producciones independientes lo hicimos entre todos”.
Para llegar a las 25 velitas hubo, claro, una gestación de la que Suar recuerda poco: “Muchas cosas de los comienzos las olvidé. Miro las grabaciones y digo ‘Éste no era yo’. Sí siento que aquello fue una revolución. Yo trabajaba de actor, en el medio ya estaban los hermanos Borensztein haciendo cosas por su cuenta y sentí la necesidad de mandarme con un proyecto propio. Para eso fue importantísimo el apoyo que me dio Hugo Di Guglielmo (el director de programación del viejo Canal 13). Yo tenía la idea, la comentaba y generaba entusiasmo, de pronto fue llegando gente a mi vida y con los años entendí que esa fuerza que me impulsaba tenía que ver con mi abuela, que había fallecido en el ‘92. Desde algún lugar ella me ayudó”.
Por eso, cuando se animó a montar su proyecto, dos años después de su partida, decidió bautizarla con su apodo, el Polka con el que la llamaban en familia.
Con programas emblemáticos como Verdad Consecuencia (1996) o Vulnerables (1999), por citar sólo dos de su nutrida cosecha, la televisión no sólo evidenció una mejora estética con calidad cinematográfica, sino que también se atrevió a tratar seriamente, lejos del estereotipo, temas como la homosexualidad (con parejas inolvidables como las de Eugenia Tobal y Carolina Peleritti en 099 Central o la de Julio Chávez y Benjamín Vicuña en Farsantes), la discriminación en todas sus formas, los trastornos psiquiátricos (abordados con cuidado en Locas de amor). Empezó a construirse una ficción verosímil.
“Lo nuestro ofició de bomba expansiva, fue un espejo para el ‘ dale que se puede, vamos’”, reconoce Suar, que elige un puñado de colores para pintar el sello de su productora: “Hacemos cosas prolijas, con sensibilidad, con los vínculos en primer plano, con personajes que generan empatía”.
El repaso de los títulos, de los géneros, las temáticas y los nombres de actores, directores y guionistas lleva a dimensionar la impronta de un proyecto que empezó en el ‘94 en un galpón de Colegiales, que con los años fue incorporando terrenos y que ahora se mudó a Don Torcuato, en donde antes funcionaban los estudios cinematográficos Baires.
Los duendes de la época de oro del cine argentino deben estar correteando, tal vez, por los pasillos de esa construcción de 50 mil metros cuadros (con dos estudios de 1.200) junto a los actores de la televisión, esos -u otros, da igual- que antes de Polka estaban encerrados en los canales, contando la mejor tele posible. Pero se sabe que los cuentos que cuentan las abuelas son insuperables. Por eso éste se llama Polka.