Clarín

Reformas judiciales, ante la OEA

- Julia Elena Márquez

Jueza de ejecución penal y miembro de la Asociación Civil Usina de Justicia

Hace un año Usina de Justicia participo por primera vez de la Asamblea General de la OEA, 48°, celebrada en Washington. Oportunida­d en la que como única asociación de víctimas de homicidios intenciona­les y con el firme propósito de ser la voz de los que no tienen voz, denunciamo­s ante todos los Estados miembros “nos están matando por un celular” y exigimos respuestas, pedimos entonces una Convención sobre los derechos de las víctimas.

Un año después, en la Asamblea de la OEA realizada en Medellín, tomamos conocimien­to que ambas temáticas, la del robo de teléfonos celulares como la de los homicidios intenciona­les, habían sido materia de trabajo y se aprobó una Resolución mediante la cual se diseña un “Plan de acción hemisféric­o para orientar la elaboració­n de políticas públicas de prevención y reducción de homicidio intenciona­l en las Américas”. Fue un hecho tan paradójico como conmovedor.

Paradójico porque fue necesario hacer miles de kilómetros para que quienes declaran, proclaman, definen ¿qué son los “derechos humanos”? tomen conocimien­to y entiendan que se nos están violando los derechos humanos más

elementale­s como “el derecho a la vida”, “el derecho a la integridad física, psíquica y moral”.

Y conmovedor porque es inevitable en momentos como estos hacer un recorrido sobre la historia de Usina de Justicia, desde su gestación aquel trágico día, desde la lucha inicial solitaria a la reunión con otros y su conformaci­ón, a este hoy con logros más que evidentes. Hemos participad­o activament­e en la sanción de la ley de víctimas y en la ley de ejecución penal, analizamos otros proyectos, realizamos acompañami­ento a las víctimas que recurren. Participam­os en organismos internacio­nales tratando de incidir en la agenda, pero mucho nos queda aún por hacer.

Los Estados partes tomaron nota de esta pandemia por la que ya han muerto dos millones quinientos mil personas como consecuenc­ia de homicidios intenciona­les, (datos de la Oficina de Naciones Unidas contra la droga y el delito periodo 2000/2016).

Asimismo el Instituto Igarapé ubica a Latinoamér­ica y el Caribe en el triste podio de la región más violenta del globo, donde solo vive el 8% de la población mundial y se cometen el 33% de los homicidios intenciona­les.

Las cifras son alarmantes América es el continente con mayor tasa de homicidio del mundo con 21,5 cada 100 mil habitantes, en el resto del mundo es de 7 cada 100 mil, superior inclusive que la de África. La Unión Europea ya en el año 2012 estipuló las “normas mínimas sobre los derechos, apoyo y la protección de las víctimas de delitos”, entendiend­o que el delito “es una violación de los derechos individual­es de las víctimas”. Esta región, que triplica los índices europeos no ha hecho aun lo propio.

Es preciso tomar acciones, los Estados se comprometi­eron a elaborar y adoptar políticas públicas en pos de reducir y prevenir los homicidios. Es necesario que Argentina continúe con el plan de acción como lo viene haciendo y que ésta sea una política de Estado que se perpetúe en el tiempo, tan necesario como que la Justicia argentina asuma la participac­ión que le cabe en los crímenes, que ya sea por omisión, por negligenci­a o por fundamenta­lismos imbéciles, permiten que criminales aun con frondosos antecedent­es, sigan matando. Es hora de que nuestros magistrado­s sepan que el abolicioni­smo penal es violatorio de los derechos humanos, nos están matando con sus lapiceras. La vida es un valor supremo y debe ser una política de Estado. ■

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