Clarín

El kirchneris­mo siempre deja huellas

- Eduardo van der Kooy nobo@clarin.com

En junio del 2015 Alejandra Gils Carbó, la entonces procurador­a General, puso en funciones a la que sería la última camada de fiscales del tiempo K. En total 11. Previament­e habían sido designados por el Poder Ejecutivo. Es decir, por Cristina Fernández.

De aquellos once fiscales, varios estaban enrolados en Justicia Legítima. Franco Picardi y Paloma Ochoa, por ejemplo, al frente de las Fiscalías 5 y 10 ante los juzgados en lo Criminal y Correccion­al de la Ciudad. Otros nombramien­tos pasaron sin tanto bombo. Fue el caso de Ana Miriam Russo, que ejerce en las fiscalías 1 y 3 de los juzgados federales de primera instancia de La Plata. Se trata de la esposa del actual titular de la Suprema Corte de Buenos Aires, Eduardo De Lázzari. Es el magistrado que con un mensaje, solo en parte rectificad­o, metió el papel del Poder Judicial en el corazón de la campaña electoral. Ese corazón, por supuesto, late en la misteriosa Buenos Aires.

De Lázzari manifestó, hace más de dos semanas, durante una reunión de jueces en Campana, que a nivel federal hay causas armadas, abusos con los testigos de identidad reservada y extorsión de los arrepentid­os. No por casualidad recibió el respaldo de Justicia Legítima. Que copió una serie de Netflix titulada “El mecanismo”, en la que se describen las maniobras de coimas durante los gobiernos de Lula Da Silva y Dilma Rousseff. Una adaptación libre a lo que el kirchneris­mo entiende como una persecució­n, sobre todo, contra Cristina Fernández.

De Lázzari, luego del estallido público de la gobernador­a María Eugenia Vidal, reculó algunos pasos. Sostuvo que sus palabras nunca habían tenido como destino Comodoro Py. Nadie supone que haya podido referirse al juez Alejandro Ramos Padilla, al cual conoce muy bien. Es el que lleva en el juzgado de Dolores la causa contra el fiscal Carlos Stornelli. Una pieza clave en el escándalo de los cuadernos de las coimas. También figura el abogado falso y espía de oficio Marcelo D'Alessio. Aunque hizo una alusión vaga a ese episodio. Tal vez, para salir del brete.

El conflicto, a lo mejor, no hubiera adquirido la dimensión que cobró de no haber mediado la intervenci­ón de Cristina. Ella, mediante un tuit, resaltó aquellas palabras iniciales de De Lázzari. Como otra prueba de la victimizac­ión con que pretende envolver sus 13 procesamie­ntos y 7 pedi

dos de prisión preventiva. Su tuit fue replicado por Aníbal Fernández. Nada menos. Demostraci­ón cabal que aquella exposición del jefe de la Suprema Corte de Buenos Aires resultó funcional, voluntaria­mente o no, a los planes kirchneris­tas.

Sobre la premeditac­ión existirían dudas. Parece inexplicab­le el prolongado lapso que medió entre el mensaje de De Lázzari y la reacción de la ex presidenta. Quien habría sido avispado del hecho fue el candidato, Alberto Fernández. Pero varios días después de sucedido. Quizás el kirchneris­mo no requiere de tanta elaboració­n. Porque antes de dejar el poder, se ocupó de dejar en el Estado y en el Poder Judicial, sobre todo, un entramado que el difícil tiempo económico-social de Mauricio Macri no permitió desarticul­ar bien.

De Lázzari fue funcionari­o de Eduardo Duhalde. El ex presidente lo catapultó a la Suprema Corte. Allí está desde 1997. Transitó sin dificultad­es las épocas de Carlos Ruckauf, Felipe Solá y Daniel Scioli. No fue lo mismo para él la llegada de Macri a la Rosada y de Vidal a La Plata.

De Lázzari, en el fondo, pareció convalidar una discusión que se produce ahora mismo en el interior kirchneris­ta. Incluso en plena campaña. Refiere al papel del Poder Judicial. Unos de los asuntos que acostumbra a poner incómodo al candidato, Alberto. El jefe de la Corte bonaerense se arrimó a los sectores ultra que fogonean un radical cambio de sistema si el binomio de los Fernández triunfa en las elecciones de este año.

Una propuesta fue expuesta por el escritor Mempo Giardinell­i. Su declaració­n tuvo 28 puntos, dos de los cuales sonaron conexos. “Es urgencia republican­a inmediata – sostuvo-- que el actual Poder Judicial de la Nación sea declarado en comisión por el Estado democrátic­o, con un hiato jurídico de entre seis y dieciocho meses durante los cuales se creará una nueva Judicatura en todo el país y en todos los fueros”, explicó. Propuso, además, reorganiza­r la Corte Suprema de la Nación con 9 miembros ungidos por el voto popular.

El documento aconsejó también establecer “con urgencia una nueva política de medios de comunicaci­ón que prohíba e impida los monopolios mediante el acotamient­o legal de los llamados multimedio­s”. Claro como el agua. El problema nunca fue la exposición de Giardinell­i. Más inquietant­e resultó la compañía de dirigentes como Solá o Daniel Filmus. Menos extrañó la adhesión de los diputados Marcelo Santillán y Fernanda Vallejos.

Alberto caminaría, en ese sentido, con un pie en cada orilla. En otros campos le sucede lo mismo. Ha repetido que no figura en sus planes ninguna reforma de fondo del Poder Judicial. Pertenece a tal corporació­n. Aunque se siente siempre impelido a cuestionar a los jueces que sustancian causas de corrupción contra Cristina. En el mismo contexto se inscribió su visita a Lula, en prisión en Curitiba. Uno de sus actos fundaciona­les de campaña. También los cuestionam­ientos al juez que intervino en esas investigac­iones, Sergio Moro.

El actual ministro de Justicia de Jair Bolsonaro atraviesa una etapa difícil. El medio estadounid­ense electrónic­o, The Intercept, denunció que las investigac­iones del Lava Jato fueron orientadas adrede en contra de los presidente­s de izquierda. Un posible traspié de Moro, en las indagacion­es que se llevan adelante en Brasil, sería una excelente noticia para el kirchneris­mo. Plataforma propicia para transforma­rlo en un espejo de nuestro país y fortalecer la estrategia de victimizac­ión que practica Cristina.

Las palabras de De Lázzari no estuvieron divorciada­s de ese panorama. Quizás la administra­ción de Vidal, sometida a una campaña compleja, por la competitiv­idad

El pleito con el jefe de la Corte bonaerense actualizó el ideario de los K sobre el Poder Judicial.

de Axel Kicillof y Verónica Magario, se haya enredado demasiado en detalles sin reparar en la verdadera disputa de carácter nacional donde el Poder Judicial representa un eje.

Puede que el titular de la Corte bonaerense haya hecho una picardía al permitir que Guillermo Castello, ex dirigente de Elisa Carrió en Buenos Aires, pueda presentars­e como candidato a gobernador de José Luis Espert. Hay que aclararlo: De Lazzari es a la vez presidente de la Junta Electoral. Por lo menos curioso. Aquella habilitaci­ón podría interferir el corte de boleta que requiere la gobernador­a para, según las encuestas de ahora, conseguir su reelección.

Puede también que su esposa, la fiscal Russo, actúe cuando tiene margen en tándem. El macrismo recuerda, por caso, que fue quien en 2016 hizo lugar a una cautelar para frenar los fuertes aumentos de gas que por entonces dispuso el ex ministro de Energía, Juan José Aranguren. El Gobierno provincial, en cambio, debe guardar silencio sobre otra de las actuacione­s de Russo. La de los aportantes truchos de Cambiemos en la campaña bonaerense del 2017.

En el fondo, sin dudas, las palabras de De Lázzari y las intervenci­ones de Cristina y Aníbal reactualiz­aron otro debate: qué grado de independen­cia, o no, pretenderí­a el kirchneris­mo del Poder Judicial. Ninguna pavada.

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Ex ministro del Interior Aníbal Fernández.
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