“Los lectores jóvenes no se bancan relaciones tóxicas ni el machismo”
Un 25 por ciento de los libros que se publican están orientados a los adolescentes. Qué textos prefieren.
Hace quince o veinte años, autores y académicos de las letras se ufanaban por anticipar qué efectos plantearían las nuevas tecnologías e Internet y buena parte de ellos coincidía en que las pantallas le restarían interés a la lectura. En aquel escenario, no tan lejano, parecía inconcebible que aquellos que migraran al universo tecnológico pudieran mantener un pie en cada mundo: al
margen de los más optimistas, la
amplia mayoría entreveía una guerra insalvable entre el universo tecnológico y el del papel. El paso del tiempo, sin embargo, los desmiente; los jóvenes parecen haber dado con la fórmula que integra, en una misma operación de consumo y de disfrute, las redes sociales, el cine, las series televisivas y los libros.
“Los nuevos lectores son voraces y generan comunidad a partir de los libros”, plantea Cristina Alemany, especialista en literatura YA ( Young adults, adultos jóvenes) y coordinadora de actividades para adolescentes de la Feria del Libro Infantil y Juvenil, que se está desarrollando – hasta el 4 de agosto– en el Centro Cultural Kirchner y desde el viernes se llevará adelante, también, en el C. C. Dardo Rocha de La Plata.
Los adolescentes se acercan a los libros con un fervor que los define y es previamente fogoneado en otros canales: llegan a esos títulos a través de redes como You Tube, Instagram o Facebook, donde sus pares –algunos con audiencias masivas– los tientan con un lenguaje con el que se identifican. Además, los chicos se reúnen en eventos y van de a muchos a las ferias literarias.
“La literatura infantil y juvenil (LIJ) representa entre un 22 y un 25 por ciento de lo que se publica en la Argentina y en ese contexto surgen cada vez más editoriales y colecciones específicas dedicadas a este target, el único sector que ha crecido en los últimos años y que, pese a la crisis, en estos meses se mantiene estable en términos de ventas”, cuenta la especialista.
–¿Cómo y por qué este segmento de lectores sigue ampliándose? –Entre otras cosas, porque se produce un fenómeno semejante al que vemos a nivel social: así como la adolescencia se extiende, también el segmento juvenil de lectores se amplía, y hoy incluye a chicos y jóvenes de entre los 11 y los 30 años. –¿Cuál es el elemento diferencial que los distingue de los lectores adultos?
–La gran diferencia es la lectura en comunidad: estos chicos se comunican entre ellos pero también con los autores, y se generan vínculos de pertenencia e identificación masiva, en torno de un título o una saga. Es una vivencia emocional que no se limita a la lectura. Los autores lo saben y manejan ellos sus propias cuentas en redes. Así, la de los jóvenes es una lectura interactiva, que involucra libros pero también el cine, las series, y el uso de las redes. En el caso de Harry Potter –que leen los adolescentes, aunque también los más chiquitos–, el fanatismo incluye circuitos turísticos. –Pantallas y libros son ventanas a los mismos universos de ficción… –Seguro, para ellos no hay límites entre el offline y el online: siguen las tramas o a sus personajes más allá de los formatos en los que éstos vayan apareciendo; así es que todos esos formatos retroalimentan la lectura, no compiten con ella, a diferencia de lo que pasa con los adultos. La excepción es el género romántico, que comparte una dinámica parecida: las lectoras comentan sus lecturas, se encuentran, asisten a entrevistas públicas y dialogan en redes con las autoras. –¿Ellos son conservadores, en términos temáticos, o exigen diversidad?
–Son muy abiertos y exigen diversidad, en todo sentido: racial, religiosa, en lo referido a las relaciones y las temáticas LGTB; no se bancan las relaciones tóxicas ni los micro ni macromachismos, ni siquiera en la ficción; es un público de avanzada y con ciertas cuestiones asumidas. Si hay libros que tratan temas de abusos, homofobia, etcétera, ellos esperan que eso se acompañe con un tratamiento riguroso –hay muchos que vienen con opiniones especializadas o datos para aquellos que padecen esas problemáticas-, de manera que los libros los ayuden a encontrar respuestas si son víctimas. Y no soportan la repetición. En general, si un autor o una trama imita a otra , lo denuncian en sus reseñas, que hacen públicas. Así como elogian lo que les gusta, destrozan lo que los frustra.
–¿Quiénes son los autores nacionales que más se destacan?
–Magalí Tajes es una de las jóvenes autoras argentinas que tiene pasta de best seller. Pamela Stupía ya escribió cinco libros y tiene una amplísima llegada a las chicas, con muy buena presencia en redes. Tiffany Calligaris está siempre vigente, y apuesta más a la fantasía y el romance, a la construcción de un mundo. Y Liliana Bodoc (fallecida en 2018) sigue siendo la reina de los relatos más bellos, como aquel de Eloísa, la rosa inesperada, que sugería la cuestión de trata de personas y que también cautivó a los lectores. –Más allá del mero entretenimiento, ¿cree que la lectura es en sí misma formativa?
–Siempre, al margen de que hay mucho material malo y nocivo, pero los chicos lo distinguen enseguida. Buscan básicamente entretenimiento y algunos padres los cuestionan por eso y por el nivel de consumo de libros, que suele ser alto. Pero, si se van a entretener, qué bueno que sea con los libros, ¿no? –Los centennials y milennials, entonces, ¿son los grandes lectores de la actualidad?
–Sí y los libros son la excusa para vincularse, para encontrarse con otros. Muchos padres se quejan por el “vicio” que sus hijos tienen en relación a la lectura pero cuando ven cómo se meten en esta movida lo disfrutan y se alegran por ellos. Esos chicos de adultos seguirán leyendo, ¿qué duda cabe? ■