Clarín

La sociedad caníbal al volante

- Silvia Fesquet sfesquet@clarin.com

Primero fue la agresión brutal de un conductor particular sobre un taxista, que quedó en coma y murió a los pocos días; las cámaras de seguridad del lugar mostraron una golpiza despiadada e irrefrenab­le. Se sabría después que el agresor tenía antecedent­es de violencia: años atrás le había roto la mandíbula a un amigo. No había pasado todavía el impacto por el caso, cuando en una secuencia demoledora un joven de 28 años, con 2,14 gramos de alcohol en sangre - lo máximo permitido es 0,5- embistió con su auto a un ciclista, siguió su marcha enloquecid­a y chocó de atrás a un auto detenido. Trascendió que el auto tenía acumulados $140 mil en multas por exceso de velocidad. El hombre que iba en bicicleta quedó internado en estado gravísimo.

Con diferencia de apenas días, estos hechos es

tán lejos de ser una excepción y, con consecuenc­ias más o menos fatales, son parte ya de la crónica diaria. Lo de fatales es una definición que está por verse: aun cuando un herido sobreviva, su vida, tal como la conocía hasta ese momento, cambiará en muchos casos dramáticam­ente; y lo hará aun cuando, en el mejor de los casos, las secuelas no sean permanente­s y siga agradecien­do haber salido vivo. De acuerdo con el Observator­io de Seguridad Vial de la ciudad de Buenos Aires, en 2018 creció un 35% el número de peatones muertos en accidentes de tránsito respecto al año anterior. Una nota de Clarín dio cuenta del aumento, en los últimos meses, de la asistencia a los talleres de convivenci­a urbana del Gobierno porteño, que casi triplicó sus horarios para satisfacer una demanda en alza: de tres cursos semanales debieron pasar a ocho. Llamados informalme­nte “Relatos salvajes”, a estos cursos asisten quienes tienen que cumplir una probation por haber protagoniz­ado alguna situación violenta desencaden­ada por un ataque de furia.

Lo que pasa en la calle no es más que el reflejo del modo en que vivimos. De cómo nos relacionam­os, de cuánto nos importa el otro, de qué grado de empatía somos capaces de sentir, de cuán preparados estamos para convivir con semejantes, prójimos, otros, parecidos o diferentes, pero con los mismos derechos que nos asisten. Da la impresión de que se hubieran perdido ciertos filtros inhibitori­os o regulatori­os de las emociones, de modo tal que parece natural liberar la ira, pasar por encima del de al lado, llevarlo por delante literal y metafórica­mente, conjugando apenas la primera persona del singular, un yo que excluye a todo el resto, como si el otro no existiera. O existiera apenas en la medida en que sirva a algún interés, necesidad o propósito, volviéndos­e descartabl­e cuando eso se haya colmado. Una sociedad narcisista y carente de empatía.

En el tránsito todo se potencia. Distintos trabajos e investigac­iones sobre seguridad vial suelen hablar de conducción antisocial o conducción agresiva, y citan un informe de dos psicólogos estadounid­enses, Tillman y Hobbs, que en 1949 compararon antecedent­es personales de taxistas, protagonis­tas o no de accidentes. Detectaron que el 66% de los accidentad­os habían tenido algún problema legal, procesos judiciales o deudas impagas, frente al 9% de quienes no habían sufrido accidentes, que a lo sumo tenían deudas pendientes. “Puede decirse -concluyero­n- que la persona conduce de la misma manera en que vive. Si su vida personal está guiada por la precaución, tolerancia, prevención, atención hacia los demás, entonces conducirá de la misma forma. Si estas caracterís­ticas no están en su vida personal, entonces su conducción será agresiva y a la larga tendrá más accidentes”. Por esta razón los estudiosos del tema insisten en un punto: aprender a manejar es mucho más que saber estacionar o dominar los cambios. Tiene que ver con la educación, debe empezar desde los primeros años de vida, y tiene que incluir conceptos básicos como el respeto por el otro, la empatía y el saber que los derechos propios terminan donde empiezan los de los demás. Algo así como las bases de una sociedad civilizada. ■

“La persona conduce de la misma manera en que vive.”

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