El pedido de justicia de sus amigas de la infancia
Lágrimas y anécdotas. Clarín las reunió en el bar donde solían verse. “Queremos que pueda descansar en paz”, plantean.
Están sentadas en la misma mesa y en las mismas sillas del bar de Palermo donde se habían juntado a tomar café por última vez. Las anécdotas se repiten, los recuerdos brotan a borbotones y entre las risas también surgen lágrimas. Son las mejores amigas de Débora Pérez Volpin, reunidas para pedir justicia justo antes de que arranque el juicio oral contra los médicos que le hicieron la endoscopía por la que falleció en febrero de 2018.
Fabiana Lo Nostro, Marisa Manzi y María López se conocieron con Débora cuando tenían 13 años y compartieron el mismo balneario de Villa Gesell. Se hicieron amigas inseparables y a partir de allí fueron 25 veranos consecutivos en los que esa porción de la Costa Atlántica les perteneció. Amores y desamores, salidas, fiestas, carreras de nado en el mar y hasta el primer premio en un concurso de belleza: “Ella una vez fue Miss Gesell”, cuenta una, y las otras ríen a carcajadas.
Durante el año la relación seguía por cartas. Aún sin celulares ni redes sociales, el momento en que el cartero dejaba el sobre bajo la puerta era para ellas un instante de felicidad: “Vivíamos en distintas partes, alejadas unas de otras, y esa era nuestra forma de contarnos lo que nos pasaba y donde expresábamos las ganas de que llegara enero para reencontrarnos”, cuenta Fabiana.
Débora tenía pasta de periodista ya desde adolescente, aunque la carrera de medicina era algo que también la atrapaba. Sus amigas cuentan que ella era quien siempre hacía las preguntas que nadie se animaba a realizar y era también la que no tenía problema en hacer cosas que a ellas les daba vergüenza: “Ella era en nuestro grupo la que siempre ponía la pausa. La que nos hacía reflexionar, siempre fue así”, agrega María.
Con el tiempo cada una continuó con sus sueños y sus proyectos. Fabiana se recibió de bióloga, Marisa de médica y María de abogada. Las vacaciones juntas se achicaron a la reunión de café siempre en el mismo bar de Palermo. “Teníamos orgullo por ella, por verla todos los días en la televisión y porque nunca perdió la humildad. Jamás sacó provecho de su trabajo y siempre fue Debo, la que elegía la mesa pegadita a la ventana”, relatan las amigas.
Fue en ese mismo lugar que un día ella las citó y les planteó un cambio en su vida que hace rato venía moldeando en su cabeza: “Voy a dejar el periodismo para dedicarme a la política”, les anunció antes de que el mozo les preguntara qué iban a tomar. “Fue muy movilizante para nosotras porque no lo esperábamos, pero ella ya estaba convencida y entonces la apoyamos”, dice Marisa.
La charla se vuelve angustiante cuando se habla de lo que pasó aquel 6 de febrero del año pasado, cuando Débora murió en la sala del Sanatorio Trinidad en la que le realizaban una endoscopía gástrica. Sus amigas dicen que sabían que ella debía realizarse una intervención, pero que nunca imaginaron ese final trágico.
“Recuerdo que Enrique (Sacco, pareja de Pérez Volpin) me llamó y me dio la noticia mientras yo volvía de hacer las compras. Después les avisé a las chicas y las horas que siguieron fueron de llamadas para todos lados, para confirmarlo entre nosotras”, dice Fabiana, y se quiebra. Su llanto contagia al de Marisa y María.
Las amigas de Débora prefieren no hablar sobre el juicio y todo lo que pasó en estos meses. Las demoras, la realización de una junta médica para discutir la autopsia, el pedido de recusación para el juez, la solicitud denegada de una probation para el endoscopista. Alejadas de todo ese barullo judicial, ellas sólo reclaman Justicia: “Queremos que Débora pueda descansar en paz”. ■