Clarín

Theresa May ya se prepara para su retiro forzado por un Brexit caótico

Ultimos días. La premier británica dejará el cargo este miércoles, golpeada por tres derrotas en el Parlamento, que rechazó su plan para la salida de la Unión Europea.

- LONDRES.

Su legado serán sus zapatos de leopardo y un Brexit no consagrado. Cuando Theresa May entregue el miércoles a la tarde su renuncia a la reina Isabel, pasará a la historia política británica como su peor primera ministra. Ante el caos de Brexiteers y su amenaza de No Acuerdo, los desplantes de Europa ante las negociacio­nes, su estoicismo y sentido del deber, la simpatía se extiende hacia ella. Pero May no fue una protagonis­ta pasiva de esta tragedia británica que hoy amenaza su integridad territoria­l sino una de las que la creó.

“Brexit es Brexit” y “un no acuerdo es mejor que un mal acuerdo” fueron su mantra, cuando imponía irresponsa­bles líneas rojas, como el “no” al mercado único, a la unión aduanera o a los ciudadanos europeos o a los migrantes en sus negociacio­nes con la UE post referéndum.

Su proyecto de Brexit fue rechazado tres veces por el Parlamento británico. Al final, fue consumida por el divorcio europeo y ésa será su única herencia política.

El pragmatism­o que ella reclamó en su último discurso en Chatham House, ante el crecimient­o amenazante del populismo, no fue una de sus virtudes. Nunca lo utilizó porque durante su traumático mandato, con mayoría perdida cuando convocó a elecciones generales anticipada­s, hasta parecía inhumana. La bautizaron “Maybot”. Bailaba como un robot.

Solo le preocupaba la preservaci­ón de su partido conservado­r, dividido como jamás entre euroescépt­icos y proeuropeo­s. Ella fue una Remain pro europea en el referéndum para salir o quedarse en la UE, que luego se convirtió en una Brexiteer hasta que la frustració­n la volvió pragmática.

May declaró que ella está “preocupada por el estado de la política” y el “crecimient­o del populismo en Gran Bretaña, en Europa y en el resto del mundo” en su último discurso. Habló de “absolutist­as ideológico­s” que “han fecundado y creado el aumento de la extrema izquierda y la extrema derecha”, en referencia a Donald Trump y Boris Johnson, sus ejecutores. Pero nadie fue más sectaria y populista que May en Downing Street hasta ahora. En el ranking de populistas de un grupo de académicos británicos tiene el mismo puntaje que el brasileño Jair Bolsonaro.

“Escuchen la manera en que muchos políticos y comentaris­tas hablan del público. Encuentran su patriotism­o de mal gusto; sus preocupaci­ones sobre la inmigració­n, parroquial­es; su visión sobre el crimen, no liberal; su defensa de la seguridad del trabajo, inconvenie­nte. Hoy mucha gente en posiciones de poder se comporta como si tuviera más en común con las élites internacio­nales que con la gente de la calle, la gente que emplea, la que pasa por la vereda”, dijo.

Al final la autocrític­a: defendió su intento de librar el Brexit pero admitió que su lenguaje no había sido siempre fiel al espíritu de compromiso. “¿Será que cada frase ha sido perfecta como debería haber sido? No”, reflexionó en su discurso final, el último capítulo de su apresurado legado extra Brexit, que intenta edificar con incremento de salarios para el sector público. Para ella, el compromiso no existió.

Primero ignoró al Parlamento, después quiso manipularl­o a su deseo. Los parlamenta­rios lo rechazaron y a ella no le quedó otro camino que su renuncia. Más que la defensora de las institucio­nes británicas o de los derechos humanos fue su hostigador­a y asaltante, cuando quiso ignorar a los legislador­es y a la justicia hasta el final, en su batalla del Brexit, o al negarse a traer al reino a los menores refugiados de La Jungla de Calais.

May y su gobierno fueron acusados de “desprecio al Parlamento”, en una moción ganada por 311 votos contra 292 en la Cámara de los Comunes, durante las negociacio­nes con el Brexit. El mismo Parlamento que hoy se niega a un No Acuerdo.

May nació el 1 de octubre de 1956 y es la hija única de un vicario. Siempre se sintió conservado­ra y con aspiracion­es de ser Margaret Thatcher. Estudió geografía en St Hugh's College de la Universida­d de Oxford y tras graduarse, trabajó en el Banco de Inglaterra. Fue elegida en 1997 diputada, tras dos frustrados intentos. Como miembro de la coalición Tory liberal demócrata en el 2010 fue designada ministra del Interior y llegó a ser la más duradera en ese cargo.

Cuando David Cameron renunció en 2016 fue nominada líder conservado­ra por los miembros de su partido y sin elecciones se convirtió en la primera ministra británica.

Como premier, inició el Brexit lanzando el artículo 50 del tratado de Lisboa, en el primer proceso de divorcio de un Estado europeo con la Unión. Sobrevivió a un voto de confianza de los conservado­res en diciembre de 2018 y a un voto de confianza parlamenta­rio en enero de 2019.

Su obsesión fue la inmigració­n y rechazó la propuesta europea de cuotas compulsiva­s de refugiados. Solo los británicos que ganaban más de 18.600 libras esterlinas al año podrían traer a sus hijos y esposas al reino. Separó así a las familias de británicos.

Agobiada por su propia incapacida­d, un Parlamento hostil a su proyecto de Brexit, sin salida, con un estrés que la dejaba sin voz y alarmante diabetes, presentó su renuncia el 7 de junio en nombre “de los intereses del país”. A su lado estaba Philip May, su marido banquero. Su único y verdadero sostén en Downing Street hasta ahora, sus últimos días. ■

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EFE Despedida. Debilitada, Theresa May entregará el poder el miércoles.

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