Clarín

Mucho más que un policial nórdico

Tan atrapante como la primera, hay que decir que esta gran serie supera la etiqueta del “nordic noir”. Es que aquí lo social y lo vincular también libran sus batallas. Además, es imposible no disfrutar con el imponente trabajo de Olafur Darri Olafsson.

- Silvina Lamazares slamazares@clarin.com

Islandia tiene menos de 400 mil habitantes y una de las mejores series que uno puede encontrar hoy en la avalancha del streaming. Hace dos años, la primera temporada de Trapped entró a la Argentina como silbando bajito, por la pantalla de Europa Europa. Luego llegó a Netflix, donde se acaba de estrenar la segunda temporada, que no sólo mantiene el alto nivel de la primera, sino que logra contar otra historia sin desperfila­r a ninguno de sus personajes. Especialme­nte al inspector Andri Olafsson, acomodado en la enorme anatomía de Olafur Darri Olafsson.

Enorme también es su capacidad actoral para componer a este policía que debe lidiar contra el clima, los crímenes, ciertos litigios sociocultu­rales y sus propias derrotas familiares. Lo de enorme anatomía -la enormidad, verán, es una de las cualidades más recurrente­s de esta ficción que se antoja policial, pero derriba todas las fronteras de género- es un dato clave, porque en la mayoría de los relatos nórdicos el paisaje suele imponerse con categoría, como achicando sin querer al hombrecito que contempla.

Aquí, la figura de Olafsson (mismo apellido para realidad y ficción) no es que le hace frente al entorno, pero le plantea paridad. Y eso, en términos conceptual­es de guión, le da entidad para librar con holgura cada una de sus batallas. En las policiales parece que le va mejor que en las vinculares.

La temporada uno -que en Islandia acaparó un 86 por ciento de share (o sea, 8 de cada 10 televisore­s encendidos estaban sintonizan­do su emisión)- cerró con un buen gancho la historia que se había abierto con la llegada de un ferry provenient­e de Dinamarca y el hallazgo de un cadáver. Esos diez primeros capítulos sirvieron para entender el oficio de Andri al frente de las investigac­iones y para comprender la pena de un hombre que no supera su divorcio.

La segunda -que llegó a Netflix el viernes 12 de julio- presenta el caso de un tipo que, luego de tomar de rehén a una ministra, se inmola prendiéndo­se fuego. A partir de esas cenizas, la serie invita a reconstrui­r ese caso y a ser testigos de la vida de un pueblo rural de Islandia, que parece detenido en el tiempo. Lo mitológico está encendido, la tecnología parece apagada. El medio ambiente está en jaque. Lo que en otras ficciones eso sería un relato periférico aquí tiene su tiempo y espacio ganado para su desarrollo. Es una serie sin apuro.

Como sin apuro camina él entre la nieve, las montañas, las trabas sociopolít­icas -también hay lugar para pincelar un movimiento de derecha -y la dificultad para vivir su nueva vida, lejos de su mujer y entendiénd­ose con sus hijas como puede.

Si bien en varios países han intentado encerrarla en la cajita del nordic noir (como se etiqueta al policial negro de la región nórdica), Trapped es más que un caso de investigac­ión. Del nordic noir han llegado aquí piecitas bien talladas, como la noruega Testigos o la coproducci­ón sueco-danesa The Bron/Broen (que tuvo su versión más mediática como The Bridge).

Pero ésta es una historia que atrapa, como bien pide el título, desde lo policial, pero también se mete con paciencia, suspenso y conocimien­to del manejo de la intriga por zonas de las que después sabrá salir. Y, mientras las recorra, el espectador estará agradecido de comprobar que, en países geográfica­mente chicos, se pueden hacer grandes ficciones. ■

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Mismo apellido. Olafsson eligió mantenerse el apellido para componer a este policía de gran contextura física que disparó su popularida­d.

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