Clarín

Tras las PASO, “piratas” que espían a la Federal

- Héctor Gambini hgambini@clarin.com

Héctor Gambini

La seguridad de la principal fuerza de seguridad fue vulnerada. Al menos un hacker -aunque podrían ser más de uno- accedió a datos sensibles de la Policía Federal y los publicó en la Deep Web, la internet profunda. No fueron una docena de datos perdidos sino un volumen considerab­le: más de 700 gigas.

Había allí desde cuestiones menores y desactuali­zadas o memes de la ministra Bullrich con estética de Los Simpson hasta nombres reales de agentes que se habían infiltrado en bandas de narcotrafi­cantes. También, las fichas completas con los datos personales y familiares de más de 50 agentes de la División Drogas Peligrosas, expuestos públicamen­te como nunca antes.

El daño es grave y quedó minimizado por el cataclismo que para el Gobierno significar­on las PASO. La Policía va borrando lo que los hackers van subiendo, pero corre de atrás. Ahora el ladrón (en este caso, ladrón de datos) viaja a la velocidad digital y marca la cancha. Los ladrones corren a la Policía.

La Policía Federal cedió el control de las comisarías porteñas a la Ciudad y se perfiló como una fuerza de élite para la inteligenc­ia criminal, la prevención de delitos graves y la persecució­n de grandes bandas. Su fuerte debería ser la tecnología, el profesiona­lismo y el secreto. Le pegaron justo en ese triángulo.

Los hackers no sólo publicaron informació­n sensible sobre investigac­iones sino también informació­n personal sobre jefes de la plana mayor, como fotos de sus hijos.

No accedieron al sistema central de la Federal sino a sistemas complement­arios, como computador­as de algunas divisiones específica­s o archivos personales de policías que guardaban en la nube individual los trabajos institucio­nales. Unos ven en esa actitud una desidia incompatib­le con la tarea profesiona­l; otros, un sistema “atado con alambre” porque no se invirtió en cibersegur­idad como hacía falta. “La cibersegur­idad es como las cloacas… una inversión que no se ve pero que es indispensa­ble”, se quejó un jefe policial a quien las filtracion­es tienen a maltraer.

Otro grupo ve una interna contra el jefe Néstor Roncaglia, quien condujo el traumático traspaso de las comisarías a la Ciudad, desplazó a algunos jefes intermedio­s y ahora tiene prestigio en el exterior como vicepresid­ente de Interpol. Los policías saben esperar por sus vueltos. Si huelen un cambio de gobierno, el acero de la fuerza puede volverse gelatina.

Ahora hay 40 hombres trabajando para detectar las filtracion­es y apuntalar la investigac­ión que lleva el juez Luis Rodríguez. Ya saben cómo los hackers obtuvieron las claves: mandaron mails que simulaban ser de la superinten­dencia de Bienestar -el corazón de los recursos humanos de la Policía-, prometiend­o archivos adjuntos con informació­n actualizad­a de la obra social. Cada policía que lo abrió poniendo su clave le dio acceso a los piratas.

Así entraron por la puerta más sensible: no a la Policía pero sí a los policías, sus familias, sus carreras, sus premios y sanciones y hasta sus antecedent­es médicos.

Una mirada más conspirati­va habla de empresas de tecnología que vienen ofreciendo sus servicios y, como no son contratada­s, operan a través de hackers para dejar patente la vulnerabil­idad del sistema. ¿Una mafia comercial que le marca la cancha a la Policía?

Como sea, los hackers siguen ahí y ya anunciaron: “Septiembre va a comenzar de manera muy divertida”. Arrastrand­o el peso de sus intrigas y conjeturas, la Federal corre para ver si llega a ellos antes de la hora señalada. ■

Los hackers entraron a la Policía por el área de Bienestar, el corazón de sus recursos humanos.

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