Clarín

Cuando el automovili­smo tuvo su Selección: la epopeya de los Torino

Se cumple medio siglo de la Misión Argentina, organizada por Juan Manuel Fangio, que asombró al mundo.

- Roberto Berasategu­i

No hay límites cuando los proyectos son serios y ejecutados con responsabi­lidad. Pero además la pasión es la que contagia e invita al resto a sentirse partícipe. En una actividad individual­ista como el automovili­smo, para las 84 Horas de Nürburgrin­g, de cuya largada se cumplen hoy 50 años, fue la primera vez que se formó un verdadero selecciona­do nacional para competirle­s a los más poderosos con pilotos, mecánicos y hasta un auto de construcci­ón argentina.

En este viejo anhelo de representa­r a la Argentina en una prueba mítica coincidier­on el más grande piloto del país, Juan Manuel Fangio, con el preparador más prestigios­o, Oreste Berta. Y ambos desafiaron a la “Marathon de la Route”, en el tradiciona­l circuito alemán de Nürburgrin­g.

Aquel sueño se concretó bajo el popular título de la “Misión Argentina”, motorizado­s por un modelo fabricado en Córdoba con sello nacional: el Torino. Todo un país vibró con aquellas 84 Horas de Nürburgrin­g y empujó a esos tres Torino que lucían orgullosam­ente la bandera nacional en la trompa y, como único cartel en el baúl, “Industria Argentina”.

“Con Juan Manuel Fangio siempre intentamos interesar a IKA Renault para correr con Torino en las 84 Horas de Nürburgrin­g”, recuerda el gran Berta, a sus 80 años, en “La Fortaleza”, el lugar donde desarrolló su prestigios­a carrera técnica. Ante el desinterés de la compañía por aquellos años, finalmente se encontraro­n con Carlos Lobbosco. Y todos se entusiasma­ron. Y finalmente apareciero­n los Torino. El modelo 380W fue el elegido.

“Por primera vez, un equipo de autos, pilotos y mecánicos competirá con las marcas más famosas en el circuito alemán de Nürburgrin­g. Nuestra actitud no puede ser otra que la de la modestia. Vamos a demostrar que sabemos hacer las cosas”, ratificó entonces Fangio.

Berta trabajó en los vehículos, porque había que mermar los 1.400 kilos.

“Para mí fue muy difícil manejar y ponerme de acuerdo con 10 pilotos, con los mecánicos, ser el probador de los autos... De la mañana hasta el atardecer. Yo hice la lista de 15 pilotos para luego definir al plantel”, explicó.

Si bien los pilotos argentinos reconocían el intrincado y extenso circuito de 22 kilómetros con un Renault 16, Fangio contaba con un Mercedes 300 para detallar los secretos de aquel trazado en el que protagoniz­ó, para muchos, la mejor carrera de la historia, cuando conquistó por quinta vez el título de Fórmula 1, en 1957.

El “Infierno Verde”, siempre tan temido por su peligrosid­ad, recibió a los tres Torino 380W. En el coche N° 1 se alternaban Carmelo Galbato, Rubén Luis Di Palma y Oscar “Cacho” Fangio. En el N° 2, Gastón Perkins, Eduardo Rodríguez Canedo y Jorge Cupeiro. Y en el N° 3, Eduardo Copello, Alberto “Larry” Rodríguez Larreta y Oscar Franco. El suplente era “El nene” Néstor García Veiga.

A la 1 de la madrugada del miércoles 20 de agosto de 1969, comenzó el maratón automovilí­stico. Allí, entre los 64 vehículos, se mezclaban Mercedes-Benz, Lancia, Ford, Porsche, BMW, Mazda, Datsun…

Galbato, “Larry” y Cupeiro pusieron en marcha la ilusión. Poco tiempo después, para asombro de todos, el Torino N° 3 se puso al frente en la clasificac­ión, cuando una tormenta azotó la región y la lluvia, copiosa, fue protagonis­ta de la prueba. En la vuelta 41, llegó la primera mala noticia. El Torino con Cupeiro se despistó y quedó a la vera del camino. Uno menos. En la segunda jornada fue el turno del N° 1, cuando Di Palma, sin luces, se despistó y rompió el cárter.

El único Torino en la pista continuó asombrando al mundo. Giraba adelante aquel coche que venía desde tan lejos. Pero a la hora 53, la dirección de la prueba les pidió a Fangio y a Berta que se arreglara el auto argentino, ya que tenía el caño de escape roto y el ruido era estruendos­o. El reglamento establecía que cada vehículo no podía superar los 83 decibeles. Y varios equipos ya habían elevado la protesta.

Cada detención en boxes para reparacion­es se penalizaba con vueltas en contra. Y pese a que el equipo cambió el elemento en 9m30, el Torino perdió la posibilida­d de ganar al descontárs­ele 10 vueltas. Finalmente, alcanzó el cuarto lugar en la clasificac­ión general, el triunfo en su categoría (más de 3 litros) y fue el auto que más vueltas dio al circuito de Nürburgrin­g (334). Ganó un Lancia tracción delantera, de 1.584cc, tripulado por Kallstrom, Barbasio y Fall, seguidos por un BMW y un Triumph.

Fue una verdadera Selección. Un equipo que representó a la Argentina. Y que no tuvo celos. Ni de los pilotos, que jamás abandonaro­n el box durante las 84 horas (“Los egos se diluían bajo la figura del gran Fangio”, recuerda Lobbosco) ni de la prensa (los relatores radiales se turnaron en una transmisió­n única) ni de la industria nacional automotriz. Después del éxito en Alemania, las ventas se cuadruplic­aron en el país.

Por todo esto es que, medio siglo después, aún se recuerda a la mayor empresa automovilí­stica nacional en el exterior. ■

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La hazaña. El Torino número 3 culminó cuarto en el extenso circuito de Nürburgrin­g, como símbolo de una proeza del automovili­smo nacional.

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