Clarín

Por la vuelta del Don Pedro rutero

- Juan Tejedor jtejedor@clarin.com

Helado de vainilla -nunca crema americana-, whisky y nueces picadas. La receta del Don Pedro empieza y termina en estos tres ingredient­es aunque se dice que don Pedro Ferrari, el creador, primo de los Lo Prete, ni siquiera le ponía nueces. Con mi viejo a veces íbamos a aquel templo de lo opíparo sobre la calle Sáenz Peña. Lujos sencillos que nos permitía el esplendor pyme antes de que los 80 y los 90 lo convirtier­an en bancarrota y deudas.

Esos años de gracia también nos dieron la posibilida­d de andar caminos y parar en comederos donde se servía el Don Pedro rutero (¿controles de alcoholemi­a en la década del 70?), aun más sencillo: un almendrado de los cuadrados inclinado adentro un vaso ancho y regado por el whisky más plebeyo.

La era de la informació­n nos convenció de que tenemos que ser mundanos. Hoy el Suter Etiqueta Marrón con el que mi papá se sentía un rey es negado por los guardianes del placer y el Red Label que entonces se bebía con todo respeto ni siquiera juega el Nacional B gourmet. En esa fosa cayó el Don Pedro y la siempre voluble cátedra culinaria no tardó en tirarle tierra. No se fue de los menús pero sí de los pedidos.

Rescatémos­lo. Antes de que se lo apropien los malos y lo veamos volver convertido en una espuma de whisky, cristales helados de nitrógeno y alguna jalea picante para darle potencia, o algo así. Sin llegar tan lejos, no hace tanto vi una versión preocupant­e -y no fue en Palermocon un copete de nueces apiladas sobre helado “soft”. Recuperemo­s nuestro almendrado cuadrado y whisky gasolero (en uno y otro sentido), juntos como cuerpo y alma de un vaso ancho de felicidad. ■

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