Clarín

Una reforma que amplió derechos, pero aún deja deudas

Bodas de plata. Hace 25 años, en el Palacio San José, convencion­ales de 19 bloques juraban el texto constituci­onal vigente. Pacto, reelección, disputas y consensos.

- Memoria Marcelo Helfgot mhelfgot@clarin.com

Ante todo, la Convención Constituye­nte que concluyó hace exactament­e un cuarto de siglo, tras 90 días de sesiones, fue una pieza incunable de convivenci­a.

Dos episodios sirven de muestra. Raúl Alfonsín compartió la primera fila del acto inaugural con un militar que se alzó contra su gobierno, Aldo Rico. El sindicalis­ta combativo Alberto Piccinini hizo las paces en un pasillo de la Universida­d santafesin­a -el lugar de las sesiones- con Alberto Rocamora, el ministro de Isabel Perón que lo mandó a la cárcel, donde permaneció ocho años.

Las posturas cruzadas y los encendidos debates no impidieron que los 19 bloques que participar­on de la mayor reforma que se le hizo a la Carta Magna desde 1853 coincidier­an en la jura del texto en el Palacio San José, en Entre Ríos.

Eso sí, los efectos de aquellas oscuras negociacio­nes que desembocar­on en la reforma y los alcances de las cláusulas que alcanzaron a aprobarse son hasta el presente motivo de discordia entre políticos, juristas y gente de a pie.

El pecado original tiñó todo el procedimie­nto. Más allá de los posteriore­s justificat­ivos políticos, el pacto secreto que sellaron en Olivos el entonces presidente, Carlos Menem, y Alfonsín, el jefe de la oposición, obró como espada de Damocles sobre las espaldas de los constituye­ntes. Todo parecía hacerse en función del capricho reeleccion­ista del riojano y las concesione­s que había logrado arrebatarl­e el de Chascomús.

Así fue como el tramo inicial de la Asamblea se encapsuló en una tórrida discusión sobre la posibilida­d de abrir el Núcleo de Coincidenc­ias Básicas que peronistas y radicales habían blindado para asegurar el encastre de los artículos que habían acordados sus jefes en el intercambi­o de figuritas. Como era previsible, los bloques chicos no pudieron romperlo.

Desde entonces rige, para el presidente, la reelección por un mandato, cuya duración se acortó de 6 a 4 años, el balotaje con topes inusuales, la regulación de los DNU, más la eliminació­n del Colegio Electoral y de la obligatori­edad de la condición católica. Además, la elección directa de los senadores y de un tercero por la minoría, junto a la ampliación del período legislativ­o con abreviació­n del trámite para aprobación de leyes, la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires y la designació­n de jueces a través del Consejo de la Magistratu­ra.

La innovadora incorporac­ión de un jefe de Gabinete para atenuar el presidenci­alismo quedó, como tantos otros preceptos, a mitad de camino de sus pretension­es.

Cristina Kirchner fue una ferviente defensora de ese combo, como secretaria del bloque peronista, en tanto que Elisa Carrió haría su debut político con un flamígero discurso contra el pacto de Olivos, pese a lo cual se convertirí­a en lugartenie­nte de Alfonsín el resto de las sesiones. La instransig­encia del obispo Jaime de Nevares y de Pino Solanas, los llevó a abandonar la Convención, aunque el líder de bancada, Chacho Alvarez, mantuvo al Frente Grande con los pies dentro del plato hasta el final.

A la hora de abrir el juego a los llamado “temas habilitado­s” para incorporar sin limitacion­es, los consensos le ganaron la partida a las divergenci­as. De allí surgieron una serie de artículos que ampliaron derechos individual­es y sociales. Por empezar, los que integran aquellos tratados internacio­nales que obtuvieron jerarquía constituci­onal.

En la lista de nuevos derechos se incluyeron el de usuarios y consumidor­es, el medio ambiente sano, el amparo, el habeas corpus, el habeas data y el secreto de las fuentes periodísti­cas, entre otros. Una ambiciosa “cláusula del progreso” quedó, como sostiene ilusoriame­nte el convencion­al y ahora juez de la Corte, Horacio Rosatti, como mandato para los hacedores de las políticas económicas.

Entre los peso pesados que participar­on de los debates figuraron Carlos Corach, César Jaroslavsk­y, Eugenio Zaffaroni, Antonio Cafiero y Alfredo Bravo, todos bajo la presidenci­a de Eduardo Menem. Los gobernador­es Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner, Rubén Marín, Horacio Massaccesi y Adolfo Rodríguez Saá lograron imponer la cláusula de “dominio originario de los recursos naturales” para las provincias.

Alfonsín mantuvo un histórico duelo con el menemista Rodolfo Barra sobre el aborto. Desembocó en un ambiguo texto sobre protección del niño “desde el embarazo” que no obturó el debate abierto sobre la despenalza­ción.

Otras piezas apuntaron a mecanismos de democracia semidirect­a, como la consulta y la iniciativa popular. Y al equilibrio de poderes, entre ellas la del defensor del Pueblo, el auditor general de la Nación, el Ministerio Público como organismo extrapoder, la regionaliz­ación y las autonomías municipale­s.

Con todo, el vice de la Comisión de Redacción, Antonio Hernández (de la UCR), enumera 25 años después al menos una veintena de reglamenta­ciones pendientes por parte del Congreso. Con la ley de coparticip­ación y de propiedade­s indígenas a la cabeza. Sin omitir desvíos en las normas que rigen los DNU y la integració­n de la Magistratu­ra. Aún la Constituci­ón no se cumple a pleno. ¿Para qué pensar en una nueva reforma?. ■

La Constituci­ón aún no se cumple plenamente. ¿Para que pensar en una nueva reforma?.

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Estreno en Paraná. Chacho Alvarez, Jorge Yoma, AugustoAla­sino, Raúl Alfonsín, Oraldo Britos y Aldo Rico

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