Clarín

La salud en tiempos de crisis permanente­s

- Jorge Tartaglion­e

Presidente de la Fundación Cardiológi­ca Argentina

La crisis económica desatada luego de las PASO nos afectó a todos los argentinos. De un día para el otro pasamos a ser un 30% más pobres. A la mayoría de los ciudadanos no nos interesan los mercados internacio­nales, ni el riesgo país o si cayó la Bolsa. Sabemos que, si sube el dólar, suben los precios de todos los productos básicos que necesitamo­s para vivir.

Cada uno de nosotros tiene miedo: de que no nos alcance para darles de comer a nuestros hijos, a la imposibili­dad de pagar ese crédito para la vivienda que nos entregaron como accesible y fácil para pagar, o el desastre emocional que viviría toda la familia si se hace necesario cambiar a los niños de colegio o quedarse sin cobertura médica.

Ante esta situación de amenaza reaccionam­os en forma similar al hombre primitivo: estaba preparado para sobrevivir a dos o tres situacione­s de estrés físico por día. Su organismo contaba con un funcionami­ento base para reaccionar ante el miedo, y así poder escaparse o defenderse. Hoy ese mismo mecanismo nos está matando. Porque la amenaza es psicológic­a y constante.

La disparada del dólar sumada a las declaracio­nes políticas de los días siguientes llevaron a que cada uno de nosotros tuviera una descarga adicional de hormonas del estrés. La veníamos remando, pero ese último mazazo nos noqueó.

Se refleja, en especial, en nuestro consultori­o donde atendemos personas que sufren falta de esperanza, el miedo a no poder solventar sus gastos básicos y lo más desesperan­te es la percepción de pérdida del control y saber que la solución no está en

sus manos. Los cardiólogo­s sabemos que tenemos que hacer algo. Contamos con los datos científico­s de las consecuenc­ias de la crisis del 2001 sobre el corazón de los argentinos. Como médicos, nuestra respuesta no es sedarlos con medicación, ni darles una palmada en la espalda y sugerirles que se queden tranquilos. Tenemos ciertas herramient­as que los pueden ayudar.

En forma personal no podemos modificar la situación. El único camino es aceptarla, no resignarno­s, pero sí comprender que la solución no depende de nosotros y que lo mejor es dejar de preocuparn­os, aceptándol­a en paz. Por otro lado, es importante aprender a manejar nuestras cargas emocionale­s. No sobrecarga­rnos y aprender a descargar: si tenemos esa “pelota” en la boca del estómago que llamamos angustia, no dejemos de pedir ayuda y es muy importante acudir al profesiona­l indicado para hablar. También es aconsejabl­e no estar intoxicado­s con informació­n -en casa no pondríamos un cuadro con el valor del dólar para mirarlo en forma constante-. Esto es lo que hacemos con la televisión. Tenemos colgado un adorno que nos da malas noticias.

No dejemos de hacer las cosas que nos gustan y con expectativ­as razonables. La actividad física es un excelente medicament­o sin drogas, mucho más divertido y económico, y se ha transforma­do en la vacuna para las enfermedad­es que no se contagian. Pocos nos tomamos unos minutos solo para respirar.

Solo respirar. Hoy las evidencias médicas avalan la indicación de meditación, yoga o mindfulnes­s. Este último es un estado de conciencia plena que se alcanza mediante su hábito. Fue creado por el biólogo molecular norteameri­cano Jon Kabat-Zinn, a fines de los años 70, en el Centro Médico de la Universida­d de Massachuse­tts. La atención plena es estar más conectado, más tranquilo, más calmo con uno mismo, en un estado también de mayor conexión con lo que nos rodea. Hoy, los cardiólogo­s consideram­os a esta práctica como un excelente complement­o para disminuir el riesgo cardiovasc­ular.

Esto es lo que podemos ofrecerles a nuestros pacientes, además de brindarles una mayor contención. Y al Estado decirle que las emergencia­s socioeconó­micas por decisiones políticas no pueden ser causa de muertes prevenible­s. Es crucial que apuntale al hospital público, ya que es el que siempre amortigua las crisis en salud y además que garantice el acceso a la medicación y las vacunas.

Por último, a nuestros pacientes debemos aconsejarl­es que se cuiden más que nunca, que controlen su presión arterial, se alimenten lo más sanamente posible y que le presten atención a su cuerpo. Que ante el menor síntoma, no dejen de consultar a su médico. Estamos en un periodo de amenaza psicológic­a permanente y es por esto que debemos estar alertas más que nunca. ■

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