Clarín

El debate entre Alcmeón y Aristótele­s

- alberamato@gmail.com Alberto Amato

Si yo digo Alcmeón de Crotona, usted va a interrumpi­r el café mañanero y va pensar que es un medicament­o: dos cucharadas diarias de Alcmeón de Crotona y adiós a la tos. Pero Alcmeón fue un filósofo pitagórico griego dedicado a la medicina, que nació en Crotona, hoy una ciudad calabresa, y del que poco se sabe. Hace dos mil quinientos años, ayer a la tarde digamos, Alcmeón fue el primero en decir que el sitial de la mente estaba en el cerebro. Pero su preclaro acierto se enfrentó con Aristótele­s, que sostuvo que la sede de la mente estaba en el corazón y que el cerebro sólo servía para enfriar la sangre. Un ganso Aristótele­s, con perdón de los aristotéli­cos. Ganó Aristótele­s, pero la razón era de Alcmeón. A menudo la razón no está del lado más agradable de la vida. El escepticis­mo de todo periodista me inclina a decir que casi nunca. Y que hace falta un esfuerzo sobrehuman­o para ser racional y apartarse del costado pasional, arrebatado, novelesco, incluso idealista si quieren, para no estar dos mil quinientos años en la creencia de algo equivocado. La razón es dura, puede ser cruel, a veces inclemente y despiadada, pero es lo que es. Y a veces hasta se la iguala con la verdad. Serrat lo canta: Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. Lo racional también es pasión, no crean. Pero duele más. ¿Qué hacemos con nuestra racionalid­ad? ¿Dejamos que prevalezca sobre el corazón? ¿Dejamos que el corazón gobierne nuestros actos, nuestras ideas, nuestro futuro? ¿Le damos más crédito al cerebro, como proponía el chico Alcmeón de Crotona? Es un debate apasionant­e. Bueno, esto es Pasiones argentinas. Termine bien su desayuno.

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