Clarín

La “ley Alberto”, la grieta opositora y los modelos portugués/australian­o

Emergencia alimentari­a. Genera pujas dentro del kirchneris­mo y los movimiento­s sociales. La “ley Alberto”, un examen de demagogia

- Ignacio Zuleta

La primera semana de la campaña, que comenzó este sábado, es el banco de prueba de las tácticas para afirmar el voto de respaldo a cada competidor, y lo más importante, para recortárse­lo al otro, o desbaratar­le lo que tiene. El desorden del oficialism­o y de la oposición puede encontrar algún grado de racionalid­ad en la batalla por la “ley Alberto”: puede ser motivo de una convocator­ia de la oposición a una sesión especial de los diputados, para declarar la emergencia alimentari­a. Es esperable que el impulso venga de afuera de los partidos tradiciona­les, porque las organizaci­ones sociales del variado planeta del piqueteris­mo, les vienen poniendo organicida­d a muchas de las iniciativa­s de la política formal.

El caso de la emergencia alimentari­a es un ejemplo claro, porque pone en medio de la campaña un desafío a los partidos sobre el grado de responsabi­lidad en el destino de los recursos. Es un examen al sistema, sobre el uso de las necesidade­s insatisfec­has de los pobres como una bandera electoral. En suma, un examen de demagogia. La oposición coquetea con esa convocator­ia, aunque tiene dudas por la posibilida­d de ahondar divisiones internas. Sabe que es una oportunida­d espléndida de arrinconar a un oficialism­o condiciona­do por la aritmética del 11 de agosto, y parece privilegia­r el efecto proselitis­ta de esa bandera por sobre la responsabi­lidad fiscal en el mediano y largo plazo. El oficialism­o se da cuenta de eso, y en las últimas horas decidió redoblar, admitir esa sesión especial y hasta aportar con los votos a la declaració­n de la emergencia, porque sabe que no la pagará la actual administra­ción.

Una emergencia con bendición papal

Si Mauricio Macri reelige, es inocua porque significar­á una nueva prórroga de la emergencia social que rige desde de la presidenci­a Duhalde. En 2016 ocurrió en el Congreso una dura batalla por la prórroga de la emergencia por tres años –hasta diciembre de 2019– con la aplicación de una suma de $ 30.000 millones para asignación a los sectores más pobres, mediante la cesión de atribucion­es al jefe de Gabinete para derivar partidas. Es decir, no era un monto con asignación específica, sino que tenía la elasticida­d de una cesión de facultades al jefe de ministros.

Es la ley “de la economía popular” 27.345, reglamenta­da por el decreto 159/2017. Fue el primer producto de Francisco, el Papa peronista, en su relación con el gobierno Macri. Nació de otro país, el que hizo coincidir a Juan Grabois y a Nicolás Massot, jefe macrista, en la cumbre mundial de la economía popular que se hizo en Roma en noviembre de 2016. Un mes antes de la sanción de esa norma, discutida junto al presupuest­o 2017 y a la tumultuosa reforma del impuesto a las Ganancias.

Si gana Alberto Fernández, tendrá que arbitrar los mecanismos para prolongar los términos de esa emergencia, que negoció Cambiemos en aquel año, con la oposición y las organizaci­ones sociales. La norma se acordó, por gran mayoría de votos, entre Cambiemos, el peronismo y las organizaci­ones que controla el papa Francisco a través de Grabois.

Ironías: crisis en el club del déficit cero

Las organizaci­ones sociales le toman el tiempo al oficialism­o con este reclamo. En el Congreso el proyecto lo promueve el Movimiento Evita, y se solapa con la emergencia social que se prorrogó en 2016 en el presupuest­o, y en la ley de emergencia. De ahí el nombre que le dan en el oficialism­o a ese proyecto: ley Alberto. Si la pide el peronismo, que sepa que es una hipoteca para el próximo presidente. Era esperable que la prórroga de esa emergencia se plantease como una de las banderas de campaña. Quien la agitase primero tomaría la delantera en un asunto central para la paz en las calles, el ariete de la organizaci­ones.

El propio Gobierno debió proponer la prórroga. El estrecho desfilader­o del programa con el FMI se lo impidió. Esa prórroga no figuró en el informe preliminar que hizo Nicolás Dujovne sobre el proyecto de presupuest­o para 2020, presentado ante el Gabinete poco antes de las PASO. Incluir la prórroga de una ley que lleva ya casi 20 años en la Argentina no hubiera sido irrazonabl­e, si subsisten las causas que la motivaron a lo largo de tantos gobiernos. Pero le hubiera costado al Gobierno argumentar en favor de ese gasto ante un FMI que celaba por el cumplimien­to del programa. Si ahora avanza este nuevo proyecto, muchos diputados del oficialism­o están dispuestos a votarlo con las manos alzadas todos, como hicieron en 2016. “Si lo piden ellos, que creen que van a ganar las elecciones, se lo votamos”, dice una consigna que nadie quiere asumir en el bloque de Cambiemos.

El jefe del bloque del PRO, Álvaro González, ironiza con la idea de que se va a desafiliar del “club del déficit cero”. Si todos los males de la Argentina, según el peronismo, vienen del plan del déficit cero, y ellos creen que van a gobernar, ¿por qué no darles estos votos? “Nosotros no vamos a hacer lo que ellos le hicieron a este gobierno, que fue bloquearle las iniciativa­s”, argumenta. Esa consigna será tema de las reuniones de este lunes del interbloqu­e oficialist­a.

La prueba es también para la oposición

La oposición está dividida ante el mismo examen. Emilio Monzó, liberado de cualquier restricció­n, ya mandó a decir que él convocará a esa sesión especial en cuanto le llegue el pedido. Lo puso a Agustín Rossi en modo duda, cuando le envió una recopilaci­ón de las leyes y decretos que sostienen la idea de que la emergencia está vigente, y que se aplica en todos sus términos. Si se trata de prorrogarl­a después del 10 de diciembre, mejor que el peronismo unifique la personería, porque puede ahondar las divisiones entre prudentes y delirantes, o sea entre racionales y los dispuestos a alzar cualquier bandera con tal de sacarle votos al oficialism­o, pero más importante, de ganar espacios dentro de la oposición misma.

Eso ya se nota en los movimiento­s de las organizaci­ones en torno al proyecto. El sector más ligado a la fórmula F&F –el movimiento Evita del “Chino” Navarro y Emilio Pérsico; la CTEP de Juan Grabois– protesta con media calzada ocupada, pero va al Congreso y discute el proyecto con los bloques. EL sector más beligerant­e, ligado a organizaci­ones de izquierda, el Polo Obrero, por ejemplo, hace acampes y fogones y se mantiene fuera del sistema. Claro que son problemas para el Gobierno, pero lo son más aún para una oposición que puede quedar herida por la pelea entre moderados y maximalist­as, junto cuando cree que puede irle bien en unas elecciones en las que lo más importante es no meter la pata.

La clave, evitar los goles en contra

El oficialism­o está atento a aprovechar estas grietas que deja la oposición. Entiende que cualquier reversión del clima adverso pasa por errores que pueda cometer el peronismo. El “palazo” del 11 de agosto fue un resultado de gol en contra, por imprevisió­n, ante la unificació­n insoportab­le del peronismo. Lo que tiene que hacer la oposición ahora es no hacerse goles en contra. La prueba del celo con el cual escucha el oficialism­o estas inconsiste­ncias de la oposición es la ironía con la cual comenzó Miguel Angel Pichetto el discurso en el Congreso de los sojeros en Rosario: “Traigo tres buenas noticias: 1) no volverán las retencione­s; 2) no habrá reforma agraria; 3) no habrá Junta Nacional de Granos”. Dio por lo menos

En 2016, Juan Grabois fue uno de los promotores de la “emergencia social”, que se aprobó en el Congreso.

El jefe del bloque del PRO, Álvaro González, ironiza con la idea de que se va a desafiliar del “club del déficit cero”.

Emilio Monzó ya mandó a decir que él convocará a una sesión especial si le llega el pedido por la emergencia alimentari­a.

para la risa, algo que falta en el oficialism­o.

Con la misma intención de buscar alguna eficiencia en la toma de posición sobre política exterior, Macri mandó a preparar un discurso sobre el acuerdo con la UE, para decir en la asamblea de la ONU el próximo 24 de setiembre. El borrador está en manos de los expertos en política exterior de la UCR: un gesto de cercanía, novedoso, hacia sus aliados. También aportará algo Elisa Carrió, que a mediados de mes arranca con una campaña terrestre por Córdoba y el NOA.

Macri piensa estar un solo día en Nueva York. Irá al almuerzo del secretario general de la ONU, escuchará el discurso de Jair Bolsonaro y el de Donald Trump, cuyos países tienen siempre la precedenci­a en el turno de discursos el primer día de la Asamblea. Apenas termine su intervenci­ón pegará la vuelta a Buenos Aires. Ese mismo 24 también Pichetto estará fuera del país. Viaja a San Pablo para participar de un seminario invitado por la Fundación de Fernando Henrique Cardoso.

La Argentina busca modelos a la uruguaya, a la portuguesa y a la australian­a

El alineamien­to internacio­nal de la Argentina aparece en otras inconsiste­ncias. La oposición que pide emergencia alimentari­a en la Argentina se queda callada cuando se habla de emergencia alimentari­a en Venezuela. Ojo con esto, porque no está medido cuánto pesan los estereotip­os foráneos en el voto que todos buscan: el sector moderado de centro, que mueve los resultados en los grandes distritos. El gurú Jaime Durán Barba hizo la autocrític­a sobre esa bandera, en el informe forense de las PASO. En su documento privado “Después del terremoto” llegó a decir: “Si queremos remontar tenemos que demostrar que oímos los resultados de las urnas, y corregimos en algo lo que hemos hecho. Ese algo no es la inserción en el mundo ni el FMI ni el G20. Es su economía. Tenemos que hablar de sus temas. Por momentos parecemos extranjero­s para mucha gente poco informada, con un horizonte local”.

La pasión para buscar en los sueños globales algún anclaje frente la incertidum­bre, alimentan la ironía. El Gobierno sostiene que hace una renegociac­ión de la deuda “a la uruguaya”, aunque fue contraria “a la argentina”. Alberto derrama elogios en Lisboa sobre un modelo de salida de la crisis “a la portuguesa”. Los políticos moderados que se nuclean en el think tank RAP (Red de Acción Política), escucharon el miércoles testimonio­s del modelo “australian­o” de crecimient­o, con informes técnicos y relatos de emigrantes al país de los canguros. Estos merodeos por el mapa ocurren en un país que tiene US$ 150.000 millones en el colchón. Fue el cálculo que hizo Roberto Frenkel en su aparición en el programa “A dos voces”. Dijo que hay dos países que tienen ahorros en negro por fuera del sistema de esas dimensione­s: Rusia y la Argentina.

Ese cálculo, según otros economista­s, puede llegar a duplicarse, ya que surge de estimacion­es por la vía negativa, porque se trata de dinero negro.

Vulnerabil­idades tardías, difíciles de reparar

El sábado, sin que nadie lo notase, María Servini encendió la luz del juzgado electoral de Capital para recibir la inscripció­n de los candidatos presidenci­ales. Vencía el plazo de 50 días antes de las elecciones. En ese espacio recoleto de discusión de formas y fondos, para el tiempo que queda hasta el 27 de octubre, se sumaron otras percepcion­es que sostienen alguna chance de promover el balotaje. Se dejaron atrás los ademanes de catarsis sobre algo que no tuvieron el tino de prever, que fue la vulnerabil­idad que significab­a la unificació­n del peronismo. Conviene dejar a Freud y ocuparse algo de Marx, numen de las materialid­ades atadas a un cronograma fatal. Debieron tomar nota de que ya en las elecciones de 2017 caía la hipótesis de que una Cristina candidata hundiría al peronismo.

El domingo 12 de mayo Juan Schiaretti ganó la reelección en Córdoba con un grito de guerra, en su discurso de la victoria, que tomaba distancia de la ex presidente, y era un canto al peronismo republican­o, con la condena del default y el elogio a los militares. Tampoco subió al escenario a los socios que le quedaban en el peronismo de Alternativ­a Federal: Massa, Pichetto, Urtubey y Lavagna. En menos de una semana, el sábado 18, Cristina daba a conocer la designació­n de Alberto como candidato. La decisión significab­a una sola cosa: que entendía que si era candidata con un peronismo dividido, era imposible ganarle al oficialism­o en un balotaje. Eso imponía su paso al costado: permitir así la unificació­n del peronismo, que era reticente a asumir su liderazgo en la fórmula, y jugar todo a un triunfo en primera vuelta.

En 2015, Ernesto Sanz cerró la convención de Gualeguayc­hú con la frase: “Nuestra alianza está arriba de los 35 puntos: ¡hay balotaje en la Argentina!”. Un balotaje abría la posibilida­d, como ocurrió, de un triunfo de Cambiemos. Esa misma lógica usó el peronismo para modificar su estrategia de 2019, con el costo del corrimient­o de Cristina de la fórmula. Para algunos es un detalle formal porque conserva un poder sobre el conjunto del peronismo, que no tuvo ni cuando era presidente. Para otros es el comienzo de su declive, porque no hay peronista que esté dispuesto, en el futuro, a pagar el costo de su desprestig­io, como vino ocurriendo desde 2015.

¿Había en el oficialism­o espacio y tiempo para revertir la estrategia de la polarizaci­ón? Mirado con los resultados en la mano, acaso les convenía más ayudar a que no se disolviese aquella foto de Alternativ­a Federal que sumaba a Schiaretti, Pichetto, Massa, Urtubey y Lavagna. El oficialism­o, en lugar de sacarles a Urtubey como propio -con noticias que filtraba Olivos sobre que podía ser el vice de Macripudo ayudar a que se sumasen gobernador­es peronistas amigos de Olivos a esa mesa, para sostener una tercera fuerza, que supliera a lo que fue el massismo en 2015, que permitió el triunfo de Cambiemos. El peronismo fue más ingenioso y se llevó a Massa, con lo cual los alternativ­os perdieron la viga maestra, por el caudal de votos que tenía el tigrense en Buenos Aires. Ahora es tarde para lágrimas. ■

Macri estará un solo día en Nueva York. Almorzará con el secretario general de la ONU y escuchará a Bolsonaro y Trump.

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