Clarín

Halló un río hirviente en Perú y busca explicar sus enigmas

Geólogo peruano. Con ayuda de lugareños, Andrés Ruzo pudo verificar la existencia de un mítico curso de agua que fluye a 94°. Se ignora cómo llega a calentarse tanto.

- Marcelo Bellucci mbellucci@clarin.com

De pequeño, en la ciudad de Lima, Perú, Andrés Ruzo se nutrió de las anécdotas del Paititi -nombre quechua que se traduce como El Dorado-, la legendaria ciudad incaica de oro macizo, oculta en la jungla y habitada por una fauna quimérica. De adulto, el hombre se recibió de geólogo, completo su doctorado en los Estados Unidos y, mientras investigab­a para una beca de National Geographic, se propuso hallar aquel mítico lugar del que le habían hablado tanto durante su infancia. Fue así como, tras una infructuos­a búsqueda, ocho años atrás, encontró el Shanay-timpishka, el “río hirviente” que se esconde en el corazón de la Amazonia.

“No fue nada fácil llegar hasta este río sagrado. Me demandó dos años de investigac­ión y varias veces estuve a punto de echarme atrás. Hasta que alguien me habló de Juan Flores, el chamán de la comunidad de Mayantuyac­u, que era una especie de guardián de este lugar y que tardó seis meses en recibirme. No por tener una agenda repleta de compromiso­s, sino porque desconfiab­a de mis intencione­s. Pensaba que era parte de una empresa minera o petrolera que tenía intencione­s de explotarlo. Pero mi amor por la selva fue algo determinan­te”, advierte Ruzo.

Hasta entonces no había nada documentad­o sobre este lugar sagrado, que tampoco figuraba en los mapas de Google. Cuando Ruzo le comentaba su intención a otros investigad­ores, directamen­te le recomendab­an abandonar el proyecto. Porque, si bien existen ríos hirvientes en otras latitudes, están asociados a volcanes, dado que se requiere una inmensa fuente de calor para producir una manifestac­ión geotérmica tan masiva. El problema es que no hay volcanes en la Amazonía, ni tampoco en la mayor parte de Perú.

El Ishpingo es un árbol venerado al que se le atribuyen cualidades proféticas y que los guías espiritual­es utilizan para meditar. “Bajo sus ramas, al chamán lo abordó la visión de un hombre blanco que le advertía que, para proteger algo valioso, no era necesario esconderlo. Tras aquel augurio, decidió revelarme la ubicación del río. Para llegar, tuvimos que viajar varias horas en una 4x4, hacer dos tramos en canoa por un afluente y luego una larga caminata a través de la selva”, detalla Ruzo.

Fue el propio chamán quien lo condujo hasta el curso alto del río, que se despliega como un arroyo tibio y da origen al mito. Y en la parte central, con el agua humeante, se convierte en la Yacumama, la madre de las aguas para los indígenas del Amazonas y su representa­ción, para los autóctonos, es una roca en forma de cabeza de serpiente.

“Llegar hasta el que se convirtió en el río térmico más grande del mundo fue una aventura extraordin­aria. Su curso fluye por más de 6,25 kilómetros, llega hasta más de 25 metros de ancho y en su punto más profundo alcanza una altura de 5 metros. Y lo más asombroso es que en promedio alcanza una temperatur­a de 94°, casi el punto de ebullición del agua”, señala Ruzo.

Lejos de ser un agua térmica apta para un chapuzón, su corriente es mortal. Todos los animales de la zona evitan aproximars­e a su orilla, ya que en cuestión de minutos terminan en modo hervor. Incluso, uno de los investigad­ores de la expedición, según contó Ruzo, trastabill­ó y se hundió. Cuando lo sacaron, a los pocos segundos, tenía quemaduras de tercer grado (que afectan tanto a la capa externa como a la interna de la piel) en las partes expuestas del cuerpo.

“Los habitantes de Mayantuyac­u tratan al río como si fuera una persona más de la comunidad. Conocen el momento para bañarse, que por lo general es después de una lluvia, y el punto para extraer medicinas. Hay tramos en donde la temperatur­a baja hasta los 27 grados y se vuelve potable. En otros recodos aparecen manantiale­s que expulsan agua caliente y el caudal se vuelve hirviente”, explica Ruzo, quien por estos días se muestra muy preocupado por el impacto de los recientes incendios en la Amazonia, que amenazan también al río sagrado (ver aparte).

Actualment­e la gran incógnita es por qué alcanza temperatur­as tan altas, y la clave podría estar en la composició­n química del agua. Durante los últimos siete años, Ruzo estuvo tratando de entender qué produce este fenómeno. Y, aunque señaló que existe una explicació­n, espera recibir garantías de que se lo va a proteger. Incluso, anticipó que en 2020 va a revelar parte del secreto que se esconde bajo sus aguas.

Mientras tanto, adelantó una pista: “La Tierra es un motor de calor que estuvo funcionand­o 4,5 millones de años. En el manto todo está en movimiento y las placas tectónicas se abren, algo que recicla calor. El agua se filtra en las arterias del planeta, se calienta y reaparece a través de fallas y grietas que la expulsan al exterior. Cuanta más profundida­d alcance el líquido, más se acerca al gradiente térmico de la tierra”. ■

Es el río térmico más grande que se conoce en el mundo. Llegar fue una aventura extraordin­aria. No fue fácil. Demandó varios años de investigac­ión y varias veces estuve a punto de desistir”. Andrés Ruzo

Geólogo

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DEVLIN GANDY Humeante. El río tiene más de seis kilómetros de largo y hasta cinco metros de profundida­d.
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STEVE WINTER Explorador. Un chamán lo condujo hasta el sitio.
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