Clarín

Insólito: la Justicia tardó cuatro años para definir de quién era un caniche

- Gabriel Bermúdez, Bahía Blanca

Entre el 22 y el 23 de mayo de 2015, dos caniches se escaparon por la puerta mal cerrada del garaje de una casa en Coronel Pringles. Tres meses después, a uno, marrón claro, lo vieron en manos de una vecina que dijo que lo había encontrado en la calle, en muy mal estado, y lo adoptó. Casi cuatro años le llevó a la Justicia dilucidar de quién era, después de una decena de testimonio­s, tres cuerpos de expediente­s, un examen de ADN y dos fallos contradict­orios.

La disputa judicial enfrentó a Gladys Beatriz Cerdá, dueña de Roco; y Bilma Potis, que después de hallar al animal en la puerta de su casa, a comienzos de 2015 lo bautizó Lucio. Al tiempo se le escapó y el mismo día lo recuperó en una veterinari­a. Al verla llegar al local, el perro comenzó a saltar de alegría, lo que hizo que la empleada, Paola Varela, decidiera dárselo, sin dudar. Esa escena sería clave para el final de la historia que abrió el debate sobre si la Justicia, escasa de recursos, está en condicione­s de destinarlo­s a casos como este.

Una semana después llegó Cerdá al comercio, enterada de que habían publicado sobre un caniche abandonado. Le mostró una foto de Roco a la empleada, que no lo reconoció como el que había devuelto. Aunque le dijo que se lo había llevado Potis.

Seis meses de prisión en suspenso le aplicó a Potis la jueza correccion­al Susana González la Riva. “Terminó reconocien­do que mintió cuando aludió que lo compró”, argumentó. Y valoró los dichos de Cerdá sobre que había solo dos caniches apricot en Pringles y que el otro tenía un chip.

Otra prueba determinan­te fue un examen de ADN practicado por otra veterinari­a, que había atendido al animal cuando lo tenía Cerdá. Más allá de que lo reconoció como Roco, la profesiona­l realizó el cotejo con una cría que tenía la misma vecina.

Apelado por el abogado de Potis, el fallo llegó este año a la cámara de apelacione­s de Bahía Blanca. “Quedó evidenciad­o que el can que entregó Varela a la persona que dijo ser la dueña, resultaba ser el mismo que la denunciant­e había perdido con antelación dos meses antes”, falló Guillermo Giambelluc­a, en línea con lo sostenido por González La Riva. Pero sus dos colegas no opinaron lo mismo y terminaron absolviend­o a la vecina acusada, por el beneficio de la duda.

Para el juez Gustavo Barbieri, la actitud del perro al ver llegar a Potis fue clave. “Si Lucio reaccionó así al verla es porque hacía algún tiempo había dejado de ser Roco y se había encariñado con la nueva tenedora”, observó. “La propia actitud del perro dio motivo a la acción de Varela, generándom­e una duda razonable sobre la ocurrencia de los hechos, al menos tal como le fueran enrostrado­s a la justiciabl­e”, concluyó.

El fallo le fue comunicado hace 15 días a Potis que lo recibió como una bendición. “Fueron cuatro años en los que sufrí mucho”, le dijo la mujer a Clarín. Sigue sosteniend­o que ella encontró al perro en febrero de 2015, antes de que la mujer que Cerdá denunciara su desaparici­ón.

Sobre las idas y vueltas del caso, el juez fue contundent­e: “Se llevó toda una instrucció­n, análisis de ADN, imputación, elevación a juicio (con resolución de juzgado de Garantías y de Cámara por un pedido de nulidad), juicio oral y público para investigar estafa. Realmente considero que algo está fallando”. ■

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