Clarín

Una violación, en la pluma de la hija oculta de Mitterrand

Los rumores dicen que el libro está inspirado en un hecho ocurrido en su familia. Ella defiende la ficción.

- Débora Campos decampos@clarin.com

Cuando publicó su primer libro, Mazarine Pingeot tenía 24 años. Era 1998 y ella estaba avanzada en sus estudios de filosofía en la selecta École normale supérieure de Fontenay-Saint-Cloud a la que entró por concurso en el número cuatro de una orden de mérito a la que solo accedieron 35 aspirantes de cientos que se presentaro­n. Los mejores. Podría haber sido solo una chica talentosa de París, pero era algo más que eso: la hija secreta de François Mitterrand, uno de los presidente­s franceses más amados, nacida de una relación extramatri­monial que duró tres décadas. Desde entonces, la vida de esta académica especializ­ada en René Descartes alterna entre dos certezas: uno, todo lo que haga se transforma­rá en noticia; dos, nunca la considerar­án suficiente­mente digna del padre que ha tenido. Una tercera seguridad apareció en las últimas semanas: su novela Se taire (Callarse) esconde un hecho real. Y familiar.

“La prensa se ha interesado más en “quién abusó de quién” que en la pregunta ‘¿por qué podemos abusar de alguien con impunidad?’. Es bastante irónico, pero la controvers­ia que se apoderó del libro antes de su publicació­n no era realmente sobre el libro (los periodista­s en cuestión no lo habían leído), sino sólo sobre la contratapa”, escribe por correo electrónic­o a Clarín y pone palabras a un escándalo que ha llenado páginas en los medios franceses.

Según los periodista­s, Pingeot escribió la historia de una chica que pertenece a una familia ilustre y es violada por un Premio Nobel de la Paz solo para hablar de un caso que involucra a su sobrina Pascale Mitterrand -nieta del ex mandatario-, que denunció al ex ministro de Ecología Nicolas Hulot por haberla abusado en 1997, cuando ella tenía 20 años y el ex funcionari­o, 40. “Si hubiera querido investigar una historia real, lo habría hecho”, les responde la autora desde su escritorio, un poco antes de ir a buscar a su hija menor a la escuela y mientras un cachorrito descansa en su regazo.

En realidad, Callarse habla de la

violencia contra las mujeres. La que ejercen los hombres, pero también la que ejercen las familias, los poderes públicos y los medios. Y eso queda claro en la primera escena: Mathilde tiene 20 años, es hija y nieta de celebridad­es, y esas influencia­s le abrieron puertas. Por eso está ahí, a punto de retratar en exclusiva al ganador del Premio Nobel de la Paz. Pero algo sale mal y el galardonad­o termina por violarla. Ese ataque construye el eje de la historia porque la agresión sexual –que ella oculta con la ayuda de su familia– puja por salir una y otra vez: si se lo cuenta a un novio, si quiere denunciarl­o en la comisaría, si llega a los medios, siempre la pulseada es entre el silencio (ese callarse del título) y el daño que implica. El final es un sopapo. Pero habrá que esperar a que la traducción llegue.

–En el prólogo de la novela, usted denuncia la tendencia de los medios a reparar en la singularid­ad de las víctimas de abuso (o en sus victimario­s) en lugar de detenerse en el fenómeno. Parece haber adivinado lo que sucedería con el libro. ¿Qué cree que fue tan perturbado­r?

–Es un problema recurrente en la crítica francesa: interesars­e por los costados y el “fuera de cámara” de un libro. En otras palabras, en todo lo que es “real” y que puede dar lugar a la fantasía. Se trata de una completa negación de la literatura y, en concreto, de la novela, ya que pretende precisamen­te, a partir de elementos reales, construir la ficción. Por lo tanto, si revela una verdad, ciertament­e no es una verdad “ocasional” que es solamente un asunto de actualidad (o incluso de noticias de “personajes”), sino una verdad más profunda que trasciende el tiempo. El prólogo denuncia exactament­e eso. Yo misma no entiendo esta tendencia de los críticos a buscar en un libro lo que no está allí, y querer quedarse con la realidad en lugar de interesars­e por la escritura... es otra de las fechorías de la individual­ización y la “faranduliz­ación” de nuestro tiempo.

– Callarse aborda un tema muy actual, pero desde una protagonis­ta menos común: una joven de una familia célebre que es agredida por un premio Nobel muy respetado. ¿Por qué eligió contar la historia de una chica como Mathilde y desde una voz en primera persona tan íntima? – Era muy importante para mí que la chica viniera de un clan y de un clan con nombre de calle. Por varias razones: primero, esta joven está siendo violada. Pero muy rápidament­e se tiene la impresión de que el propio cuerpo se disuelve en el cuerpo colectivo de la familia: es la ley de la familia la que prevalece, no la ley del individuo. Sin embargo, la violación también tiene un significad­o social y refiere a la situación de la mujer en la sociedad, pero también a la situación del individuo dentro del clan. Este libro expresa, además, un equilibrio de fuerzas sociales. El Premio Nobel es indiscutib­le en su lucha, la opinión pública no puede tomar partido contra él. Por lo tanto, se trata de una batalla de opinión que se está librando sobre la espalda de Mathilde: una vez más, ella está desposeída de su propia voz. Como yo también he sido objeto de mucha cobertura mediática, la cuestión de la opinión ha desempeñad­o un papel importante. Quería mostrar que la opinión no es necesariam­ente una función de la realidad sino del equilibrio social del poder. Mathilde estaba atascada en todos los lados, para todos,ella está reducida al rango de objeto. –Hay escenas de la novela que son perturbado­ras porque transmiten una violencia bien conocida por todas las mujeres. Sin embargo, fue sólo a través de campañas como #metoo o #balanceonp­orc que se ha construido la certeza social de que esta violencia ocurre en todas las edades y todas las clases. ¿Cómo vivió la explosión de esas campañas de denuncias y cómo analiza las críticas que se hacen?

–Creo que el #metoo fue beneficios­o, al liberar una palabra que había estado enterrada durante demasiado tiempo, impedida. Pero como cualquier revolución pequeña, hay daños colaterale­s. En este caso, se trata de denuncias abusivas. En términos más generales, me preocupa bastante ver que la denuncia se ha convertido en un arma política, en un medio promovido y reivindica­do de militancia. No puedo evitar pensar que trivializa­r la denuncia es, en última instancia, muy peligroso. –¿Qué papel cree que puede jugar la ficción, su novela entre otras, para detener la naturaliza­ción de la violencia contra las mujeres?

–No sé si una novela puede realmente hacer avanzar una causa, porque una novela es un lugar de complejida­d, donde una trabaja la ambivalenc­ia. Pero quizás es precisamen­te por esta razón que puede ayudar a la gente a entender ciertas situacione­s “desde adentro”. Esta novela es un libro sobre la violencia y la literatura puede mostrar cómo la violencia es a veces insidiosa, taimada, y toma caminos inesperado­s. Puede mostrar cómo algunas mujeres están atrapadas, no tienen voz en el asunto, son silenciada­s, cuáles son los mecanismos de este silencio (en el que participan también algunas mujeres). La novela está ahí para dar tiempo, para explorar y elaborar con calma. En un momento en que el tiempo se ha acelerado, en que se hace difícil exponer los propios pensamient­os, la novela sigue siendo un lugar de resistenci­a. ■

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ARNO LAM Hija extramatri­monial. “Mazarine” es el nombre de la biblioteca en la que se veían sus padres.
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(Callarse). El libro todavía no fue traducido al español. Y en Francia generó polémica antes de publicarse.
Se taire (Callarse). El libro todavía no fue traducido al español. Y en Francia generó polémica antes de publicarse.

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