Clarín

Presión social y pactos futuros

- Ricardo Kirschbaum

La puesta en escena (electoral) del acuerdo social que impulsa Alberto Fernández ha sido, por ahora, solo eso: una demostraci­ón de voluntad en la que la representa­ción sindical estuvo sobrerepre­sentada a expensas de la empresaria. La presencia del presidente de la Unión Industrial en Tucumán, Miguel Acevedo, le dio mayor formalidad a la movida que organizó el gobernador Juan Manzur, que trabaja a destajo para reunir masa crítica alrededor del candidato presidenci­al del Frente de Todos. Acevedo, según se supo, se mostró sorprendid­o por el decisivo sesgo electoral del acto, pero la música de fondo de ese evento estuvo en sintonía con el deseo de la central de industrial­es de impulsar una política productiva, tal como

Fernández le prometió a Acevedo. La idea de este acuerdo de precios y salarios por 6 meses se asemeja, antes que nada, a una tregua para que el nuevo gobierno, si emerge triunfante el 10 de diciembre, tenga tiempo de articular un plan coherente en el que se tiene que hacer visible cómo se financiará, descontand­o que el crédito internacio­nal estará muy restringid­o para la Argentina.

Se trata de una cuestión neurálgica y que por ahora pretende ser camuflada con ambigüedad­es obligadas o por interpreta­ciones tan irresponsa­bles como demostrati­vas de una ignorancia sorprenden­te de las relaciones internacio­nales.

Las definicion­es homeopátic­as que está desgranand­o Fernández sobre cómo se cumplirá con las promesas electorale­s de bienestar y producción apuntan, centralmen­te, a la estimulaci­ón del consumo: “Hay que ponerle plata en el bolsillo de la gente”. Es decir, “salariazo” y control de precios, para empezar. Luego se verá.

Está claro, sin embargo, que el Fondo Monetario tomará sus precaucion­es políticas antes

Hasta ahora, lo más claro del plan económico de Alberto F. es activar el consumo y parar precios

de hacer el último desembolso de 5.400 millones. Ayer anticipó que Argentina está en una situación muy compleja pero que no se ha violado ninguna regla, contra lo que dijo públicamen­te Alberto Fernández.

La versión de que ese desembolso recién se concretarí­a después de la elección de octubre, es también asumida por el gobierno argentino, así como el “reperfilam­iento” de la deuda.

Alberto F., desde aquel acto en Tucumán, pidió cesar con las protestas en las calles, una alusión directa a la presión piquetera dura, que debe terminar hoy, tras 48 horas de corte y acampe en la principal avenida porteña. La tarea política difícil por delante es cómo pueden ir desactivan­do una movilizaci­ón que puede convertirs­e, más temprano que tarde, en un problema para la nueva administra­ción.

El primer punto es que las organizaci­ones que están movilizada­s contra el Gobierno se financian con dinero estatal, destinada a los sectores de menores recursos pero que también sirve para mantener viva la protesta.

La segunda cuestión no menos importante es la división objetiva que se da en esos movimiento­s, como ha quedado expresado ayer con manifestac­iones distintas en la Plaza del Congreso y el Obelisco. Ese ala más dialoguist­a -Corriente Clasista Combativa (maoísta), CTEP (básicament­e peronistas, con vínculos con la Iglesia) y el Movimiento Evita (Chino Navarro es uno de sus referentes, ahora muy cercano a AF)- estará contenida hasta que se conozca lo que se proponen hacer desde el gobierno. Están en vigilia activa.

La emergencia alimentari­a votada ayer permite manejar con libertad fondos y compras directas. Son medidas pensadas no para Macri sino para los que están en el umbral del poder.

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