Clarín

Quito regresa a la normalidad y todos ayudan a limpiar una ciudad golpeada

En las calles del centro volvió la calma. Y todos pusieron sus manos para lavarle la cara a la capital del país.

- QUITO. Ignacio Ortelli iortelli@clarin.com

“¡Sí, se pudo; sí, se pudo!”. Con una breve adaptación del tiempo verbal de la canción que en Argentina patentó Cambiemos, los últimos grupos de indígenas nucleados en la Confederac­ión de Nacionalid­ades Indígenas de Ecuador (Conaie) festejaron como un triunfo la derogación del decreto 883, que desató las protestas; y se retiraron ayer de la ciudad de Quito. Antes colaboraro­n, junto a miles de vecinos, en el multitudin­ario operativo de limpieza que durante las primeras horas de ayer lunes se trazó con el objetivo de poner de pie a la ciudad, luego de doce días de un conflicto que dejó un escenario de devastació­n.

En un esfuerzo conmovedor, los quiteños se unieron para realizar una “permanente minga”, como le dicen a la realizació­n de una tarea desinteres­ada por parte de los vecinos con un fin solidario. El Casco Histórico y los alrededore­s de la Asamblea Nacional y de la Casa de la Cultura fueron algunos de los puntos más afectados por los incidentes. La Avenida 12 de octubre requirió los trabajos más intensos ya que, al conectar el campamento indígena con el Parlamento, fue el sendero de mayor conflictiv­idad.

Pese a la ayuda de los vecinos en las tareas de limpieza, y que en las calles se advierte el tránsito de vehículos acorde a un día laborable, en Quito estiman que se va a requerir al menos lo que resta de la semana para recuperar completame­nte todas las áreas afectadas, donde quedaron montañas de basura, escombros, ramas, árboles enteros quemados, neumáticos, chatarra y chapas arrancadas de carteles de señalizaci­ón. La Empresa Pública Metropolit­ana de Movilidad y Obras Públicas, que se encarga del mantenimie­nto del espacio público de Quito, estimó que los daños superan el millón de dólares. Pero hay pérdidas que son irreparabl­es y dejarán su huella en una ciudad que se destaca por el estupendo estado de conservaci­ón de sus edificios más antiguos, que datan de cuatro siglos, lo que le valió que su Casco Histórico fuera declarado como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco.

Por ese motivo, un grupo de vecinos de El Dorado, en Itchimbía, donde se ubica la Asamblea Nacional, se encargó de juntar uno a uno los adoquines que habían sido arrancados por los más violentos manifestan­tes en la calle Solano, una de las históricas de esa zona: “Tienen 300 de antigüedad, son patrimonio histórico de la ciudad”, lamentaba una mujer ante Clarín, mientras se encargaba de apilarlos, en el final de una cadena humana que improvisab­a un pasamanos para compartir el esfuerzo. También hubo edificios que quedaron completame­nte destruidos, como el de la Contralorí­a General del Estado que fue incendiado en medio de los disturbios y deberá ser demolido. Junto a vecinos de Quito, trabajaron arduamente grupos de estudiante­s secundario­s y terciarios y de la Universida­d del Centro del Ecuador.

Pasadas las 11, oficiales de policía y centenares de cadetes de la escuela de formación salieron desde un búnker improvisad­o frente a la Asamblea, provistos con escobas, guantes y barbijos para reforzar a los empleados municipale­s que habían trabajado desde temprano en la remoción de los escombros más pesados. “Esto ya está limpio, vayan para otro lado”, les gritaban los voluntario­s más irritados por lo que considerar­on una aparición tardía de los efectivos. Pero más allá de algunos comentario­s aislados, no se

Autoridade­s de Quito estiman que el costo de los destrozos supera el millón de dólares.

vibró un clima tenso. Por el contrario, si los manifestan­tes habían encontrado mística en la protesta, este lunes lo hicieron en torno a las tareas de limpieza: “Esta también es nuestra manera de protestar”, decía un joven estudiante, mientras apuraba el paso con unas ramas en su hombro. Los únicos silbados y reprobados fueron los miembros de la Fuerza Terrestre, cuando se asomaron por el Parque del Arbolito, en las inmediacio­nes al búnker indígena, con la misión de ayudar. Por entonces, ya casi no quedaban grupos de indígenas, que tras festejar desde las 22 del domingo, cuando se anunció el fin del conflicto, hasta pasada la medianoche, comenzaron a limpiar los residuos que se habían acumulado en la cercanía al Agora de la Casa de la Cultura. ■

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