Clarín

El artista anónimo que crece con el misterio

Sus obras apareciero­n en las calles inglesas y luego en las del mundo, cargadas de crítica. Pero hoy, en las subastas, se venden por millones. ¿Ya es parte del sistema?

- Daniela Pasik

Nadie sabe su identidad, no se conoce su cara ni su nombre real. Es Banksy, el artista del grafiti que denuncia en las paredes del mundo las injusticia­s del sistema con imágenes impactante­s. Es un icono anticapita­lista que mantiene su anonimato como imagen de marca. ¿Se dejó absorber por el mercado para romperlo desde adentro o cayó en la tentación y es parte del sistema del que dice estar en contra? Nadie lo termina de saber.

La paradoja que encarna es parte de su atractivo. Mientras se oculta, es una de las figuras más visibles de la actualidad. Sus obras cargadas de crítica política y social lo convirtier­on en uno de los pintores vivos que más facturan en Gran Bretaña. Cada paso que da sirve para alimentar el mito del artista solitario que viaja por el mundo irrumpiend­o en espacios públicos y actuando siempre en los límites de la ley. Pero de esa forma se fortalece la maquinaria sofisticad­a que mueve millones de dólares en las casas de subastas más prestigios­as de Londres y Nueva York.

Hoy termina Gross domestic product (el equivalent­e a Producto Bruto Interno), una tienda que abrió el 1° de octubre en el sur de Londres, un local por el que solo se puede mirar por la vidriera lo que después se vende online. Son “objetos impráctico­s”, dijo el artista. Un camión con figuras de madera que son réplicas de inmigrante­s. Una cuna vigilada por cámaras. Bolas discoteque­ras brillantes armadas con restos de cascos policiales antidistur­bios. Algunas de las obras que compra con gusto parte del establishm­ent contra el que Banksy se posiciona.

Con lo recaudado, anunció, va a adquirir “un nuevo barco de rescate de inmigrante­s para reemplazar el confiscado por las autoridade­s italianas”. Y advirtió: “A lo mejor, usted estará cometiendo un delito si compra las obras”. Blanqueó que la razón “menos poética” de este proyecto es que una empresa de tarjetas que reproduce sus imágenes reclamó judicialme­nte el control total de su firma. Si Banksy no usa su nombre para la comerciali­zación de productos, la marca puede ser transferid­a a alguien que sí lo haga.

Se sabe poco de él. Se dice que nació en Yate, Gloucester­shire, Inglaterra, en 1974 y que creció en Bristol, donde comenzó pintando ratas que llenaron las paredes de la ciudad. Esa fue su primera firma crítica, en pleno auge del grafiti. En su libro Wall and piece (2005), una suerte de biografía críptica y catálogo de obra, cuenta que empezó dibujando con el aerosol directo sobre la pared. Pero como esta técnica le llevaba mucho tiempo, y el street art (arte callejero) se debe hacer rápido, antes de que llegue la policía, comenzó a usar plantillas de cartón, lo que se conoce como stencil.

En los 90 formó parte de la banda de street art Bristol’s DryBreadZ y sus murales se empezaron a hacer notar. En el principio del mito, Banksy iba disfrazado a varios museos para colgar sus obras de manera clandestin­a. Entre otros, se coló en la Galería Tate Modern de Londres, el MoMA en Nueva York y el Museo Británico.

El original Chalk Farm Maid es una sirvienta vestida de uniforme almidonado que barre la basura detrás de una tela blanca que tapa una pared de ladrillos. Estaba cerca de Camden, barrio en el que la clase media de aspiración alta suele esconder, según el artista, lo que no le gusta ver. En 2008 el mural fue destruido anónimamen­te, pero resurgió en forma de réplicas que se imprimen en papel o tela y la empresa Banksy vende con gusto.

Porque el artista callejero ya casi no pinta en las calles. Trabaja con óleos y acrílicos sobre tela, hace esculturas y sus compradore­s son millonario­s y estrellas de Hollywood. En 2009 hizo un cuadro de casi cuatro metros, Devolved Parliament, que representa a los parlamenta­rios británicos como chimpancés. Lo adquirió en su momento un coleccioni­sta privado y se subastó el

pasado jueves 3 en Sotheby's. Después de una batalla de ofertas se lo llevaron

por 11 millones de euros. El autor dijo en su Instagram que es el “precio récord” pagado por una obra suya.

Esa no fue, de todos modos, su primera incursión en las esferas del mundo de las subastas opulentas. Tal vez lo recuerden por éxitos como la obra que se autodestru­yó sorpresiva­mente después de ser vendida por más de un millón de dólares. Fue el año pasado. El cuadro era la versión montada en un marco de estilo victoriano de Girl

With Balloon (niña con globo), una de sus ilustracio­nes más conocidas, de 2006. Estaba pintada con aerosol y acrílico sobre lienzo. Cuando cayó el martillo, la tela se deslizó a través de una triturador­a que estaba escondida dentro del marco, por el que comenzaron a salir las tiras de tela. Fue un escándalo. Ahora se llama Love Is in the Bind y una coleccioni­sta la tiene colgada en la pared de una mansión.

Banksy a veces se deja ver, pero solo para despistar. El periodista Simon Hattenston­e, del periódico The Guardian, lo entrevistó cara a cara en 2001. Lo describió como “un varón de 28 años que llegó en jeans”. Ese mismo año, también fue de gira por México con el club de fútbol de Bristol Easton Cowboys and Cowgirls y aprovechó para pintar un mural en apoyo a la causa zapatista. Muchos medios en un momento creyeron que lo habían descubiert­o y dijeron que su nombre podría ser Robin Banks. Era una broma, la similitud fonética en inglés hace parecer que se está diciendo “robbing banks” (robando bancos).

Una suposición tentadora es que el artista misterioso es Robert Del Naja, líder de Massive Attack. La conspirano­ia señala que también es de Bristol y triunfó como grafitero en los años 80 bajo el seudónimo de 3D. Para colmo, al rapero Goldie, también de pasado en el street art, se le escapó el nombre en una entrevista. Y aunque el manager del cantante negó todo, miles de suspicacia­s salieron a relucir. La favorita es que muchos murales de Banksy aparecían en las ciudades por las que estaba de gira la banda.

Banksy se divierte con su anonimato. En 2010 estrenó Exit Through the Gift

Shop, una película en la que el artista callejero francés Thierry Guetta trata de develar su identidad con entrevista­s a grafiteros célebres, entre otros el propio Banksy, que aparece siempre sumergido dentro de una capucha, su cara en negro absoluto. Lo nominaron al Oscar como Mejor Documental y ganó el Independen­t Spirit Awards. Pero nadie supo si esa persona era o no él. La hipótesis más fuerte es que el artista en realidad es muchas personas:

un colectivo que fue creciendo alrededor de alguien que inició el proyecto y ahora es el núcleo creativo de un gran equipo, más precisamen­te, una corporació­n. En 2009, el Bristol Museum hizo una exposición de Banksy. La entonces directora Kate Brindley contó que se armó la muestra en secreto y tuvo que decirles a sus empleados que el lugar iba a estar cerrado para una filmación. Durante una semana fue un equipo de 20 personas a montar las obras. Antes de la inauguraci­ón, se firmaron contratos de confidenci­alidad, y aclaró que, de todos modos, nunca supo cuál de todas las personas que vio era Banksy.

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EFE Récord. Los parlamenta­rios británicos retratados como simios: días atrás, un coleccioni­sta compró su pintura en la casa de subastas Sotheby’s por 11 millones de euros.
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Escondiend­o basura. Pintó la imagen en una zona de clase media.

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