Clarín

La mujer del milagro en el subte

La conductora de la formación, que frenó a tiempo y salvó una vida. “Nos vamos a abrazar”, promete.

- ROXANA FLORES

“Además, tenemos casi la misma edad. Ella tiene 54 y yo 51. Debemos tener hijos de la misma edad, incluso”. Roxana Flores imagina a Andrea, quizás en busca de un lazo. “El psicólogo de la ART me dijo que trate de frenar un poco y estar tranquila”, contó a Clarín. Pasaron un par de días desde el episodio que la puso en primera plana: ese instante brevísimo - pero loopeado por la viralizaci­ón- en el que un hombre en el andén de la estación Pueyrredón del subte D se desmayó y, en un estrambóti­co movimiento, terminó desplománd­ose de tal modo que su cuerpo eyectó, hacia las vías, a una mujer que intentaba llegar a su trabajo. Andrea quedó tirada e inconscien­te. El subte, a metros, parecía convertir la pesadilla en realidad. Pero Roxana, la motorwoman de turno, frenó.

Modesta, Roxana le baja el precio al asunto: “Hice lo que podría haber hecho cualquier compañero, pero Dios estuvo en el medio”. La conductora se asume “muy creyente”, pero además, dijo, hubo un viento a favor: “La línea, en distintos puntos, tiene una engrasado automático que tira grasa al tren para que no chille. Segurament­e muchos sabrán de ese chillido que puede hacer el subte, a veces. Antes, entre Facultad y Pueyrredón pasaba mucho y eso mejoró... ahora está lubricado”.

¿Entonces? “El tema es que a veces queda muy grasoso y hasta poner el freno de emergencia puede ser como poner el pie arriba de un jabón. Frena, pero es una frenada un poco más larga”. Por eso, aseguró Roxana, “en esta ocasión se dieron todas las condicione­s: el freno funcionó bien, Dios estuvo ahí. Y no era el momento de la mujer. Eso pienso”.

Roxana quiere conocer a Andrea, una foto que muchos ansían ver: “Sí, me propusiero­n conocerla. Me dijeron en qué clínica está internada y todo. Y que los hijos me querían dar un abrazo por salvarle la vida a su mamá. Que era el mejor regalo del Día de la Madre”.

Roxana tiene una hija de 26, apenas un año más que su antigüedad en Metrovías: “Me dijo lo que te dicen los hijos... bueno, nosotras somos muy compañeras. Me dijo ‘mamá, sos una genia… sos mi ídola”.

Hace una década está en pareja con un empleado de Metrovías, de la D también. Intentan trabajar en una franja horaria similar. Tratan de compartir los francos. “Como haría cualquier familia”, opinó, tal vez buscando dotar de simpleza lo que en realidad es más complejo: ella.

Porque en su tiempo libre Roxana es revendedor­a de cosméticos y se dedica, también, a la repostería: “Cosméticos de dos marcas, hace como 20 años que lo hago. Y las tortas… no sé…hice el curso hace como 7 años y vendo por encargo. Por un lado no me gusta estar sin nada para hacer, pero además mi canalizaci­ón de estrés se despliega ahí, en la repostería. En hacer la decoración de una torta”.

Quizás pocos recuerden a las míticas azafatas de ómnibus de larga distancia. Roxana fue una de ellas: “Lo hice hasta el cuarto mes de embarazo. Ahí ya no quise seguir viajando más. Llegué a un arreglo y me fui, pero estuve sin trabajo 11 meses hasta que en el 94 entré a Metrovías”.

No fueron años fáciles; la clásica doble jornada laboral que se le impone a muchas madres que trabajan: “Es dura la vida de las mujeres cuando tenés bebés y no sabés a quién dejárselos. Cuando mi hija empezó el colegio, aunque tuve que buscar una escuela de jornada completa, en esa época trabajábam­os 8 horas (ahora 6) y era un problema: si la buscaba en la escuela, no podía llevarla. Si la llevaba, no podía buscarla. Siempre pidiendo favores a otras mamás”.

Roxana tiene las cosas claras: “Lo que no me gusta mucho del trabajo es que por un desperfect­o de la formación o algún eventual, como pasó en este caso, o cuando se atrasa la línea y se hace un tráfico corto, te digan de todo, desde insultos hasta escupirte. O gritarte ‘vagos, ya están de paro’. La gente mezcla todo. Eso no me gusta porque la gente generaliza”.

Sin embargo, hay siempre un medio vaso lleno: “Es cierto lo del reconocimi­ento. Cuando está todo bien, está todo bien. Y cuando está todo mal, está mal. Pero me gusta lo que hago. Lo hago todos los días. Y lo hago con ganas”. ■

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 ?? D. FERNÁNDEZ ?? Con sus compañeras. Roxana (primera, a la izquierda), protagonis­ta de un milagro bajo tierra.
D. FERNÁNDEZ Con sus compañeras. Roxana (primera, a la izquierda), protagonis­ta de un milagro bajo tierra.

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