Clarín

Otra jornada de barricadas en Barcelona en vísperas de una huelga separatist­a

Grupos radicaliza­dos chocaron con policías en la Rambla. El presidente catalán pidió otro referéndum.

- BARCELONA. ENVIADA ESPECIAL Marina Artusa martusa@clarin.com

Oscurecía ayer en Barcelona y a muchos catalanes se les ponía la piel de gallina. Llevaban ya cuatro días de protestas independen­tistas por los años de cárcel que deberán cumplir los líderes separatist­as que impulsaron en 2017 una consulta popular ilegal para que Cataluña sea una república pero, cuando cae la noche, las manifestac­iones pacíficas se convierten, desde el lunes, en cataratas de violencia. Ya hay 97 detenidos y 194 heridos.

Cataluña está dejando de hablar de independen­cia para pasar a abrazar la violencia que ayer se trasladó, en versión dialéctica, al Parlamento catalán, donde el presidente de la Generalita­t, Quim Torra -que en su ambigüedad respecto de las protestas recién condenó la violencia mientras aún ardían hogueras en la ciudad, pasada la medianoche del miércoles-, condenó la sentencia a los líderes del procés y, sin que nadie en su gabinete estuviera al tanto, prometió: “Volveremos a poner las urnas para la autodeterm­inación”.

En esa misma sesión del Parlamento, los partidos opositores al independen­tismo le pidieron a Torra su renuncia y una nueva convocator­ia a elecciones. “Su activismo lo lleva a menospreci­ar la seguridad”, le dijo a Torra Miquel Iceta, representa­nte del PSOE en Cataluña. Hace semanas, Ciudadanos, el partido liberal de Albert Rivera, había presentado una moción de censura contra el presidente catalán que no prosperó: el independen­tismo conserva la mayoría parlamenta­ria en Cataluña.

En Madrid, el gobierno llamó ayer a una reunión de urgencia del comité de seguimient­o de la situación en Cataluña. “No habrá impunidad”, dijo el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, luego de la reunión.

“Como máximo representa­nte del Estado en la comunidad autónoma, tiene que decidir si ser un activista o el presidente que es de todos los catalanes y representa­nte del Estado en Cataluña”, agregó.

Ayer, los Comité de Defensa de la República, una de las agrupacion­es del independen­tismo sin rostro ni referentes que lanzan convocator­ias y consignas por las redes sociales, invitaron a una “fiesta deportiva y desobedien­te” en los Jardinets de Gracia, en el Paseo de Gracia y Diagonal.

La propuesta era conmemorar los Juegos Olímpicos Populares de 1936 que Barcelona organizó en contra de los Juegos de Berlín, dominada por entonces por los nazis.

La consigna era traer pelotas blandas “para contrarres­tar las pelotas de goma y las balas de foam (espuma) que disparan los Mossos d’Esquadra”, explicaba un grupo de chicos que vinieron desde Mataró.

Hubo juegos, saltos de soga y espíritu lúdico que edulcoró de antemano las barricadas y fogatas que casi a la medianoche se encendiero­n sobre la calle Balmes y la Rambla de Cataluña. Los vecinos del Eixample cerraban las ventanas para no escuchar al helicópter­o que sobrevolab­a el barrio y poder así dormir.

Hoy será otro día de furia en la ciudad, donde habrá una huelga general y varias marchas que partieron desde distintos puntos de Cataluña confluirán aquí. Y mientras la concentrac­ión del Paseo de Gracia alimentaba la reputación pacifista y apta para todo público de las manifestac­iones independen­tistas, en la Plata de Artó, en el barrio paquete de Sarriá, dos grupos antagónico­s, uno franquista y el otro anti-fascista, se insultaban con una valla policial de los Mossos d’ Esquadra de por medio.

Ayer por la mañana, la postal urbana de Barcelona era angustiant­e: autos calcinados y grúas que retiraraba­n los hierros retorcidos y los contenedor­es de basura que habían sido inmolados para alimentar la hoguera de la protesta. Ni la llegada de los bomberos, que hasta pasada la medianoche apagaron más de 50 focos en llamas, calmaba a un papá que bajó del primer piso de su departamen­to con su beba de un año y medio en brazos porque el humo que entraba en su casa volvía el aire irrespirab­le. Comienza a ser moneda corriente que Barcelona se quede dormida, exhausta, luego de haber sido tomada por grupos radicales que la están incendiand­o, sin eufemismos, noche tras noche. ■

La postal de Barcelona angustiaba: autos calcinados y tachos de basura humeando.

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EFE Destrozos. Jóvenes encapuchad­os encienden una hoguera en una calle del centro de Barcelona.

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