Clarín

“Alá” ya no existe

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Alá” ya no existe como vocablo del Diccionari­o de la Real Academia Española de la Lengua. Esa institució­n lo eliminó en 2014, luego de reconocerl­o durante 130 años como palabra de nuestro idioma de origen árabe (arabismo).

Además de dejarnos con una palabra menos para nombrar a Dios, la medida indica que aquí la Academia elimina a pesar del uso, y no solo para reflejar el uso que los hablantes le dan al idioma.

Hasta hoy “Alá” es la palabra empleada por la mayoría de los hispanohab­lantes para responder a la pregunta “cómo llaman a la divinidad los musulmanes”. Significad­o defectuoso causado por el ocultamien­to de la intercultu­ralidad compartida entre judaísmo, cristianis­mo e islam, gracias a que durante 117 años, se omitió ininterrum­pidamente en el Diccionari­o, no solo el significad­o que la palabra tiene en el idioma del que procede, sino el hecho de que era el único vocablo del castellano originado en las formas en que se nombra a Dios en la Biblia y de aquella que Cristo emplea en la cruz para dirigirse a Él.

Ocultamien­to y omisión sin los cuales cualquiera rechazaría como difamación reli

giosa definir a “Alá” durante 108 años, como nombre de la deidad de una falsa religión propagada por un individuo, calificand­o al islam como “secta” y a sus creyentes como

“sectarios de un individuo” con el oprobioso mote de “mahometano­s”, pues lo cierto es que los musulmanes nunca fueron ni una secta ni “adoradores de Mahoma”.

Para eliminar de la memoria colectiva esa inferioriz­ación social del musulmán, no alcanzaron los 13 años anteriores a la eliminació­n de la palabra, durante los que se le otorgó a “Alá” el significad­o que casi le permitió a ser lo que siempre había sido: el nombre dado a la divinidad en un idioma, independie­ntemente de la confesión de quienes lo hablen. Y es que pocas cosas hay peores que dejar de hacer algo bien cuando se hizo pésimo por tanto tiempo, ya que eso suspende la reparación que le da sentido a toda corrección.

Cuando cada vez más, la religión es excusa para la violencia, el hecho resulta casi un “atentado académico” contra el diálogo interrelig­ioso, pues a diferencia de lo que sucede con la narrativa histórica, el lenguaje siempre parece neutral y por lo tanto, como Schiller predecía y V. Klemperer demostrara, tiende a crear y pensar por nosotros. Y que en este caso perpetúa esa incompeten­cia intercultu­ral e interrelig­iosa que impide “usar” el término “Alá” como palabra antes que como “distintivo confesiona­l” o “nombre propio musulmán”.

De hecho, casi ningún argentino es capaz de emplear la palabra “Alá” para responder a la pregunta “¿cómo llaman a la divinidad los árabes no musulmanes?”. A pesar de que hacerlo así es tan correcto como afirmar que los no cristianos al hablar castellano nombran a la divinidad con la palabra “Dios”, del mismo modo que un ateo para afirmar su ateísmo en árabe debe recurrir a la palabra “Alá”. La misma que podemos escuchar en las misas diarias de la Catedral San Jorge de Scalabrini Ortiz y Córdoba o en la de San Marón de Paraguay y Esmeralda.

Afortunada­mente aún nos quedan arabismos como “ojalá” o como “hasta”, que no son “refugiados árabes” en el Castellano, sino testimonio­s de que quienes lo inventaron, antes habían hablado árabe como antes latín. Invaluable­s recursos verbales de los que disponemos para construir una política de la interpreta­ción que nos permita ser algo menos ajenos a la riqueza de nuestra propia diversidad cultural y religiosa. ■

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