Inundaciones: el drama de los que vuelven a su casa pero perdieron todo
Los evacuados se encuentran con muebles, ropa, pisos y electrodomésticos arruinados por el agua.
Agua hasta la cintura, barro en el piso de las casas, vecinos durmiendo en los techos para cuidar sus pertenencias, o lo que quedó de ellas, por miedo a los robos. Son las historias de las familias de La Matanza que sufrieron inundaciones y en estos días, las que pudieron, comenzaron a volver a sus hogares.
Durante la madrugada del sábado, los vecinos del “Barrio Nicole” de Virrey del Pino tuvieron que evacuar sus hogares y buscar ayuda, porque la tormenta los golpeó con furia.
Con el agua hasta el pecho, se movilizaron hasta la Escuela Primaria N° 210, aunque pronto debieron irse también de ahí por la falta de luz, agua y alimentos. Desesperados, se distribuyeron en escuelas de todo el partido. “Había mamás caminando tapadas por el agua, cargando a sus hijos para que no se mojaran”, cuenta Marcela, una vecina. Muchos de ellos se refugiaron en la Escuela Primaria N°130, donde los voluntarios de la zona les brindaron comida, abrigo y atención médica.
Cinco días tuvieron que pasar para que el agua, que inundó los barrios por el desborde del arroyo Morales, empezara a bajar y permitiera el regreso. Pero, al volver, los afectados se encontraron con pisos con barro, basura en las habitaciones, cocinas y heladeras rotas, cables mojados, muebles arruinados y la sensación de desamparo, además del abandono por parte de las autoridades.
Enrique Luna, que vive a dos cuadras del arroyo Morales, regresó ayer. Su hogar fue construido a pulmón: tiene techo de chapa, columnas de madera y un alambrado que protege la entrada. Allí, con el aporte del Ministerio de Desarrollo Social de La Matanza y Ministerio de Desarrollo Social provincial, sostiene el comedor “Los Ángeles de Nicole”, que recibe a 120 chicos por día. El barro y el olor a humedad es lo primero que impacta al entrar, sus tres heladeras están cubiertas por tierra.
El domingo, acompañado por sus tres hijas y su esposa, abandonó el lugar cuando el agua superaba la altura de las rodillas. “No nos vinieron a buscar, por acá no pasaban ni los bomberos, ni la Municipalidad, nadie”, expresa el padre de la familia.
Desde entonces, estuvieron refugiados en la Escuela Primaria N°130, junto con otras 500 personas. “Nos atendieron muy bien, nos dieron frazadas, colchones, ropa, calzado y alimento”, cuenta.
Los chicos que van al comedor, también estuvieron en los colegios. Ahora, como ellos, la mayoría empezó a volver a sus casas, a encontrarse con panoramas similares.
“Los Ángeles de Nicole” volverá a funcionar recién el lunes 28. “En estas condiciones no puedo darles de comer a los chicos. De mi bolsillo tengo que comprar cloro y lavar todo”, dice resignado, con la vista clavada en el piso lleno de barro y humedad.
“Vivo hace 20 años en esta casa. Lamentablemente, estoy acostumbrado a las inundaciones, pero esta fue la peor”, sentencia, y agrega: “La tenemos que seguir peleando como en cada oportunidad. Yo no me resigno, sigo y no bajo los brazos a pesar de tener todo en contra”.
En el kilómetro 40 de la ruta 3 está la Biblioteca Popular Virrey del Pino, que tampoco se salvó del agua. De pronto, “todo se convirtió en Venecia”, coinciden Clarisa y Adolfina, las fundadoras. “Perdimos libros, estanterías, alfombras, documentos, instrumentos musicales, impresoras y tres máquinas”, enumeran. Y suman: “Son más de $ 100.000 en materiales que se dañaron”.
La biblioteca tiene antecedentes de inundaciones, pero el agua nunca había pasado los 5 centímetros. “Caía como si fuera una cortina, parecía un efecto especial de un película”, describen.
Están en la calle José Gorostiaga al 5000, y las filtraciones comenzaron desde el techo del primer piso. “Cuando planteamos que se nos inunda, nadie puede creerlo o dimensionarlo”, afirman.
Cuentan que tienen una deuda grande y les cuesta mantener de pie el espacio. Por eso, se les otorgó una concesión de libros nuevos para vender. Pero todo el lote se empapó y quedó inservible.
“No queremos indignarnos con lo material cuando hay personas que todavía no pueden entrar a sus viviendas porque perdieron absolutamente todo. Pero es nuestro trabajo y la venimos remando hace tiempo”, sostienen. Y aseguran: “Ya no tiene sentido sacar los libros, no se pueden vender así, es imposible recuperarlos”.
A pesar de la angustia y soledad que sienten, los vecinos de La Matanza se levantan todos los días para hacerle frente a la situación. “El que pasó por una inundación lo sabe: con el agua no se puede”, concluyen. ■
Vivo hace 20 años acá, estoy acostumbrado a las inundaciones. Pero esta fue la peor”.
Enrique Luna
Vecino del Barrio Nicole