Clarín

“Para algunos conductore­s la prioridad para el peatón no existe”

- Paulina B. Ojeda Fernández CAPITAL FEDERAL

¿Cuántas veces nos encontramo­s en la encrucijad­a de cruzar o no la calle? Nos quedamos atónitos al ver un camión circular por la zona urbana, por pleno Centro, y nos detenemos. Camionetas excediendo la velocidad permitida, y nos detenemos. Todos los vehículos tienen prioridad de paso porque son más grandes, porque están más apurados que nosotros. Porque para ellos... los peatones no existimos. Aguardamos en la esquina, miramos al conductor y son segundos donde buscamos justamente que nos miren que estamos intentando cruzar hace rato, pero el conductor parece no vernos. ¿Qué nos pasa? Me lo pregunto todos los días mientras me detengo en la esquina de Belgrano y Roca dejando nuevamente pasar al camión que me salpica sin preocupaci­ón, y sigo sin importarle al conductor del vehículo que sea.

¿Qué pasó en todo este tiempo, donde abundan las capacitaci­ones, las charlas de tránsito, y las concientiz­aciones? ¿Dónde quedó el respeto hacia el peatón? ¿Dónde quedó la empatía siquiera por el otro? Hoy ya no importa de quién se trate, sencillame­nte porque el otro no importa. La senda peatonal no existe. Y si existe, lejos de tratarse del sitio de circulació­n para los peatones, es una zona donde los vehículos pueden detenerse sin mayores consecuenc­ias. Esta situación nos coloca en la disyuntiva entre no hacer nada, enojarnos, o reclamar por el respeto de nuestros derechos. Quizás esto refleje en cierto modo lo que somos. Tenemos que replantear­nos como sociedad. Si todos los días vemos cómo en diversos ambientes y espacios, distintos actores se llenan la boca hablando de los derechos, y los que nos deben, ¿por qué costará tanto empezar por lo más pequeño? El discurso se centra en el respeto de los más vulnerable­s, el cual es legítimo y compartido, siempre la minoría, actual mayoría del más perjudicad­o, el trabajador, el menor, el anciano, la mujer, los niños, pero todos ellos también son peatones, y en ese rol nada importa. Siempre peatón puede esperar. Porque precisamen­te exigimos más del otro, quizás porque sea más fácil que empezar a cambiar. Te pido que hoy, cuando llegues a la esquina, esperes: alguien quiere cruzar.

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