Clarín

Valaida Snow, la reina de la trompeta

- Daniel Mecca danielmecc­aok@gmail.com

Mujer, negra, tremenda trompetist­a, bailarina, multiinstr­umentista, cantante, líder de orquestas. Piensen que estamos en las primeras décadas del siglo XX en EE.UU. Lo de Valaida Snow era, entonces, revolucion­ario. Nació en Chattanoog­a, Tennessee, en 1904. Sus padres la llamaron Valada. Ella, a los 26, le agregará la “i” para indicar su pronunciac­ión preferida: Val- aid-a. Cuando tenía 5 años su madre le compró un violín y le enseñó a tocar una melodía, “Nearer my God to Thee”. Eso fue todo. Tocaba cualquier instrument­o que le ponían en la mano: trompeta, violín, violonchel­o, bajo, clarinete, trombón. Lo que dé. Hacia 1910 ya era “Valada la Grande”, superstar de un grupo de vodevil de niños. Desde esos años, cosa que hacían los hombres ella lo hacía: tocó la trompeta -y cómo- en una época con pocos precedente­s de mujeres en el jazz que lo hicieran; viajó por el mundo antes de cumplir los 25; lideró orquestas y produjo shows antes de los 30. Tocó en Asia, en Europa. Salió en films. La llamaron la “pequeña Louis”. A ella la llenaba de orgullo que la compararan con Louis Armstrong, ese trompetist­a cuyos solos -y qué solos- la cautivaron. Escúchenla cantar, tocar, hacer scatting, en temas como “Minnie the Moocher” o “I Must Have That Man”. Mirénla cómo mira la cámara, cómo toca la trompeta, fina, graciosa e impetuosa, con sus guantes negros. Cuánta onda. Alguien la definió mejor: Silba como un pájaro, toca la corneta con un virtuosism­o desgarrado­r y hace un jazz que despertarí­a a los muertos. Qué injusto quedarnos con la calificaci­ón de “la pequeña Louis”. No. Sí: Valaida fue la reina de la trompeta. ■

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