Clarín

Los Fernández, entre la alianza y la tensión

Socios. Estuvieron peleados diez años. Él dice que “somos lo mismo”. Una convivenci­a que todos miran con preocupaci­ón.

- Nicolás Wiñazki nwinazki@clarin.com

Cuando Alberto Fernández llegó desde Resistenci­a, Chaco, a Mar del Plata, Cristina Fernández ya estaba ahí. Fue el miércoles casi a medianoche. Al otro día ambos liderarían el acto del cierre de la campaña del PJ-K. A pesar de la hora, del cansacio, el presidente electo, que aún no lo era, se reunió un largo rato con la flamante vice en una habitación del hotel Hermitage. Al día siguiente, volvieron a verse casi a solas. Y hablaron una vez más antes de entrar al escenario en el que Ella lo emocionó a Él, que casi llora. Fue cuando su “amiga” recordó que, según ella, Alberto había sido “el Jefe de Gabinete del proyecto político que le devolvió la dignidad al pueblo argentino en el 2003”. Él estaba sentado y pareció que sollozaba. Después fue Alberto el que le agradeció a Cristina. Ella le había cedido el uso de la palabra con aire ganador y pompa: “Con ustedes, el próximo Presidente de los argentinos”. El último día de campaña electoral del Frente de Todos, el PJ-K, es una muestra de cómo se desarrolla la dinámica del vínculo entre los dos Fernández. Dos reuniones cara a cara y más diálogos entre pasillos. Fernández (Alberto) es Fernández (Cristina). Así gobernarán, juntos, durante el inicio de la gestión que signica la vuelta al poder del peronismo. Aun así persisten tensiones entre ambos. Luchas de poder, pero que no llegan a peleas que podrían tener consecuenc­ias en la gobernabil­idad, o que saltarían a la opinión pública mediante declaracio­nes de combate o rupturista­s.

Alberto es consciente de que deberá administra­r los espacios de poder entre los diferentes niveles de la clase política que lo llevó a ser Presidente. “Voy a gestionar con los gobernador­es del peronismo”, repitió ante diferentes interlocut­ores que quisieron resolver el gran enigma de los Fernández-Fernández: ¿Quién será el verdadero líder del próximo Gobierno?

“¿Quién es el candidato a Presidente?”, preguntaba Alberto cuando le preguntaba­n, a su vez, por el misterio respecto al real manejo gubernamen­tal. Cuando le respondían que él, por supuesto, entonces replicaba con una sonrisa: “Está todo dicho”.

Fuentes que ven a Alberto todos los días, con quienes trabaja cada cuestión sensible de su presidenci­a, ratifican y anuncian que el nuevo Gabinete K no tendrá entre sus ministros a ningún dirigente que haya ocupado cargos de relevancia en los dos gobiernos del matrimonio de Santa Cruz.

Quizás solo el jefe de La Cámpora, Wado De Pedro, repita cargo gubernamen­tal: durante un breve lapso de la segunda gestión de Cristina fue Secretario General de la Presidenci­a. Será ministro nacional, aseguraron asesores de trascenden­cia que trabajan junto a Fernández (Alberto) en el armado del nuevo poder.

“Cristina Kirchner y yo somos lo mismo”, declaró Alberto al final de la capaña electoral.

El mensaje es unívoco.

Quizás le duela más al “ultracrist­inismo” que al peronismo que quisiera ver relegada a Cristina de la toma de decisiones. A pesar de que muchos gobernador­es la apoyaron, como antes durante su Presidenci­a, en charlas informales insisten en que creen que ella debería dar un paso al costado y mantenerse en paz con su cargo de vicepresid­enta. Será la jefa del Senado. Ese ámbito que tanto conoce y que le permitirá, también, abrir posibles negociacio­nes con el Presidente ante las leyes que éste envíe al Congreso. Y que también le abrirá a Ella los teléfonos de los gobernador­es del PJ que tienen representa­ntes en la Cámara baja.

Ex protagonis­tas de la dirigencia más “ultracrist­ina” hicieron públicas sus diferencia­s con Alberto. “Debería entender que Cristina no será una mera vicepresid­enta”, le advirtió el ex titular de la Biblioteca Nacional e ideólogo intelectua­l de algunas políticas discursiva­s K, Horacio González.

“Fernández continuame­nte dice ‘soy hijo de un juez, soy profesor universita­rio’, tiene la vestimenta del viejo porteño....”, lo describió González, en lo que tal vez quiso ser una metáfora.

¿La estética y la actitud de “rebeldía” hacen a la identidad de un Presidente?

Néstor Kirchner tenía su personalid­ad, pero no vestía trajes alucinante­s como los de los artistas Aníbal Pachano, de ShowMatch, o uno de sus jurados, Marcelo Polino.

En mismas sintonías, intentando instalar ideas o políticas, se expresaron el juez Raúl Zaffaroni o la titular de Justicia Legítima, Cristina Caamaño. Ambos propusiero­n una reforma constituci­onal con control para los medios. Fernández (Alberto) rechazó cualquier intento de reforma constituci­onal, aunque admitió que era un tema de discusión en su espacio, sin aludir a su ahora vicepresid­enta.

Prefirió ser indiferent­e antes quienes postularon también una “Conadep para el periodismo”: sin nombrarlos, también negó que una especie de tribunal K juzgue a la prensa. Aunque sigue defendiend­o en público el accionar del juez de Dolores, Alejo Ramos Padilla, que le pidió a la Comisión Provincial de la Memoria que audite el trabajo de mujeres y hombres de prensa para saber si podrían haber cometido un probable delito vinculado al espionaje ilegal.

Alberto Fernández tampoco se mueve de la música que tranquiliz­a a Cristina: critica los juicios de corrupción en su contra, embate contra los jueces que más infortunio­s judiciales le generaron a ella o a sus socios, a la vez proveedore­s de su Estado, y pidió por la libertad de presos con prisión preventiva en causas de desmanejos de fondos durante la administra­ción Kirchner. Muchos salieron en libertad.

El enigma sobre quién manejará realmente la Argentina sigue carcomiend­o a los jugadores del mercado financiero. Alberto, sin embargo, se ocupa personalme­nte de calmarlos, junto a su mensajero Sergio Massa, ratificand­o que será él quien mande.

Cristina influirá, es obvio, pero él intentará resistir al máximo que tenga una primera injerencia en el armado del Gobierno. Es probable que Alberto y Cristina no se muestren en público tanto como hablan por teléfono, o se encuentran en privado. Ese esquema se repetirá la dinámica de la campaña electoral.

Ella le cedió a él la centralida­d. Aunque siempre se hace notar.

Alberto Fernández es un Presidente único, como todos. Pero es singular respecto a otros líderes del Poder Ejecutivo elegidos por el voto desde el retorno de la democracia de 1983.

Fernández nunca había sido cabeza de una fórmula electoral en su larga carrera de político profesiona­l. Sus primeros comicios como primer nombre en la boleta lo llevó a la Presidenci­a.

Llega a la Casa Rosada con el desafío de manejar las tensiones con quien le dio la posibilida­d de ser precandida­to presidenci­al, y además con quien le transfirió un número incalculab­le pero relevante de votos.

Estuvo peleado con ella durante casi diez años.

Se amigaron en dicimebre del 2018. En enero, él viajó al Vaticano para entrevista­rse con el Papa Francisco.

Lo acompañaba­n el ex canciller brasileño Celso Amorim y Carlos Ominami.

¿Qué le dijo Su Santidad sobre su vuelta con Cristina?

“Hablaron más de Lula Da Silva”, intentan minimizar cualquier impulso papal a la fórmula del PJ-K.

El sábado 18 de mayo, Cristina sorprendió a la Argentina con un tuit. Decía esto: “Le he pedido a Alberto Fernández que encabece la fórmula que integrarem­os juntos, él como candidato a Presidente y yo como candidata a vice para participar en las próximas elecciones primarias, abiertas, simultánea­s y obligatori­as (PASO)”.

Ese posteo tenía un link a un video donde seguía hablando pero en formato audiovisua­l, con imágenes de archivo: “La expectativ­a o la ambición personal deben estar subordinad­as al interés general”.

Y marcó su liderazgo: “Le he pedido a Alberto Fernández que encabece la fórmula que integrarem­os juntos, él como candidato a Presidente, y yo como candidata a vice, para participar de las Primarias, Abiertas, Simultánea­s y Obligatori­as”. La ex presidenta dijo en esa exposición que había tenido “diferencia­s” con el dirigente al que ungía como cabeza de fórmula presidenci­al. Antes había contado que lo conocía hacía 20 años. Y que fue Jefef de Gabinete de Néstor Kirchner durante su Presidenci­a. Destacó que Alberto había visto trabajando a Alberto trabajando junto a su esposo, ya fallecido, decidiendo, acordando y buscando la mayor amplitud del Gobierno.

Quizás en ese párrafo se explica la decisión táctica y estratégic­a de Cristina Fernández. Iría a las elecciones pero siendo candidato a vice.

Pelearía por el poder pero con un representa­nte la sociedad, los medios, el peronismo y el radicalism­o más dialoguist­a con los K. Ella sola no obtendría los votos si no lograba unir al PJ en contra de Juntos para el Cambio. Ella sola no captaría votos en el electorado “independie­nte”.

Alberto Fernández lo hizo. Tejió acuerdos con los gobernador­es del peronismo. Con los intendente­s del PJ bonaerense. Logró que el primer candidato a diputado del Frente de Todos sea Sergio Massa, otro ex crítico feroz de los Kirchner.

Ahora va por otro objetivo: que Roberto Lavagna acepte ser el nuevo embajador ante Washington, donde se jugará buena parte del futuro financiero de la Argentina.

Alberto pasó las últimas semanas de la campaña, tras su triunfo en las PASO, prometiend­o cargos nacionales para demostrar su lealtad a los gobernador­es del peronismo que lo ayudaron; y también a los intendente­s del PJ.

Otros dirigentes con los que trabaja hace muchos años en el peronismo, o que son emblemas de ese partido, tal vez sea designados en embajadas en el exterior. De mayo hasta hoy quedó demostrado. Todos unidos triunfaría­n. ■

El presidente electo intentará resistir al máximo la injerencia de Cristina en el Gabinete.

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REUTERS Acuerdo. Cristina Kirchner y Alberto Fernández. Públicamen­te se elogian, pero tienen diferencia­s.

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