Clarín

Corea: entre perros y G5

- Patricia Kolesnicov pkolesnico­v@clarin.com

En abril de 2019 se lanzó por primera vez el 5G en el mundo. El lugar del mundo donde eso pasó fue Corea del Sur. En octubre de 2019 su capital, Seúl, decidió cerrar las últimas ocho carnicería­s de perros de la ciudad. Se seguían matando para comer y vendiendo en varios mercados. Hay muchos mundos en cada mundo.

Son los aires de los tiempos, la protección de los animales, que soplan sobre largas tradicione­s, que no por viejas tienen que ser buenas. El cambio es delicado: Seúl no prohibió cocinar pichichos: negoció con los carniceros; el anuncio se hizo el sábado, con el intentente Park Won-soon rodeado por grupos de protección de los animales. Hace unos meses, cuando habló del tema, el intentente explicó qué lo había movido a proteger a los perros: se conmovió con la película coreana Underdog donde un grupo de canes es abandonado en la Zona Desmilitar­izada que divide a la própera Corea del Sur de la comunista Corea del Norte y donde no vive casi nadie. Los perros deciden jugársela por la libertad. ¿Cómo seguir almorzándo­los?

La carne de perro se come en Corea desde los últimos años de la dinastía Goryeo, que terminó en 1398. Llegó con un grupo nómade, los kitanos, que con los años se convirtier­on en carniceros y estuvieron en los niveles más bajos de la sociedad. La siguiente dinastía, la Joseon, les pidió que se ocuparan del problema de los perros salvajes: los perros se volvieron comida para pobres y por esta vía entraron al folclore. Hay muchos mundos en cada mundo. En Corea, la del 5G y la Inteligenc­ia Artificial, es habitual consultar a un especialis­ta en nombres antes de otorgarle uno a un hijo. Son cálculos astrológic­os y principios chamánicos. Se supone -cuenta Daniel Tudor, correspons­al de la revista inglesa The Economist en este país asiático- que un mal nombre puede hacer que el chico muera joven o su vida sea sea un desastre. Lo hacen los habitantes de Seúl, tan modernos y lo más cool del planeta. Quizás el crecimient­o económico del país explique que ahora los coreanos prefieran acariciar a los perritos en vez de pasarlos por la cacerola. O quizás haga falta alguna buena película y les toque el turno a los conejos, los pollos, los chanchos y, salve Argentina, a las vacas. ■

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