Clarín

Las garantías del “dólar peluche”

- Brian Cohn bcohn@clarin.com

Mi amigo Claudio tiene una habilidad particular. Futbolero, informado, de verba segura y paciencia corta, el tipo es “noticia” cuando cuenta que tiene un talento superior para sacar los peluches de las maquinitas.

D ice que comenzó de chico, que aprendió de una tía, que lo perfeccion­ó con el correr de los años y que hoy ya tiene más de cien ositos en su casa. La cifra resulta una quimera para quienes hemos probado cinco o seis veces, siempre con resultado negativo. Algunos en el placard, otros en bolsas de consorcio, unos cuantos con las marcas de su perro entre los tejidos, los peluches se han convertido en parte de su entorno familiar. Celoso a la hora de revelar las estrategia­s, se limita a decir que

“las pinzas muchas veces vienen con trampa” y

que siempre es mejor “apuntar” a los muñecos que están cerca de la boca.

Cual pescador que devuelve los peces al mar, Claudio no se aferra a sus conquistas.

“Algún día quiero donarlos a una institució­n para chicos, me ocupan mucho espacio”, repite.

Pero aclara que hay un pato que no se permite regalar. Ni lavar. Ni perder de vista. Es un pato blanco que luce casi negro por el paso del tiempo y que en sus orígenes era musical. Incluso hoy, 15 años después, es capaz de tararear la melodía.

Ahí está el secreto. Cuando el pato “dejó” de cantar, él aprovechó el cierre hermético que escondía las pilas para juntar sus ahorros. Así es: en lugar de apostar a la seguridad que puede ofrecer un banco, siente que el “pato alcancía” le da más garantías. El único gran riesgo es que algún despreveni­do intente sacarle la suciedad en el lavarropas.

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