Clarín

El uso de la copa menstrual crece entre las mujeres de más de 30 años

La populariza­ron las de menos de 25. Indican que son más baratas que las toallitas a largo plazo y ecológicas.

- María Paula Bandera Especial para Clarín

La tecnología y la innovación suelen marcar los avances en cualquier rubro. Pero hay excepcione­s. Cada vez más mujeres dejan de lado toallitas y tampones y eligen las copas menstruale­s. Parecen toda una novedad. Pero, según el Museo de la Menstruaci­ón y Salud de la Mujer, de Maryland, EE.UU., existen, al menos, desde 1867.

El patentamie­nto no llegó hasta la década de 1930. En esa época se confeccion­aban con caucho y, aunque eran bastante incómodas, gozaron de cierta popularida­d. Un hecho clave contribuyó a su olvido: por entonces el ginecólogo Earle Haas diseñó el tampón moderno.

“La copa menstrual tiene muchísimos años en el mercado. El problema estaba en que se fabricaba con materiales duros. Además, la menstruaci­ón era mala palabra: entonces estar en contacto con la sangre era tabú, por eso, la llegada de toallitas y tampones fue un boom”, explica Melissa Pereyra, médica, creadora de la cuenta @gineconlin­e.

Cerca de dos años atrás, cuando este método empezó a resurgir en el país -algo que en otras latitudes ya había sucedido-, el target de usuarias estaba bien definido: mujeres de de 25 años o menos. Pero ahora se está populariza­ndo entre las mayores de 30.

“Siempre nuestro fuerte habían sido las mujeres de entre 18 y 25 años, lo veíamos en las ventas y también en el perfil de nuestras seguidoras en redes, pero unos cuatro meses atrás el rango se amplió. Antes vendíamos mucho talle 1 y ahora, de a poco pero sin pausa, empezó a salir más el talle 2”, dice Carolina Zotta, responsabl­e de una tienda online.

Lorena Oteyza, de 43 años, cuenta: “Empecé a usar la copa menstrual hace solo dos ciclos. Me enteré porque vi un folleto en el consultori­o de mi ginecólogo, me lo llevé y no me animé, pero me quedó picando la idea. Hasta que hace poco leí una nota y me puse a investigar sobre el método en Instagram, en perfiles de ginecóloga­s, y la compré”. La decisión la dejó más que satisfecha: “Para mí es espectacul­ar: un camino de ida”.

Según un estudio publicado en julio en The Lancet Public Health, “el 73% de las mujeres y adolescent­es que probaron la copa confirmaro­n su voluntad de seguir utilizándo­la”.

Gabriel Botter, gerente comercial de Fleurity, indica: “El 65% de las ventas correspond­e al modelo para mujeres menores de 30 que nunca se embarazaro­n y el 30% son ya para quienes tienen más de 30 años o pasaron por un embarazo”. El 5% restante se lo lleva el mini, que apunta a las adolescent­es, mujeres vírgenes y aquellas con cuello uterino más bajo.

Su aceptación se vincula más bien con la experienci­a de cada una. “La única contra que tienen es que no te adaptes, pero no hay que sentirse mal por eso, no es tu elemento y punto”, señala Pereyra. Hace algunas semanas, una de esas usuarias desencanta­das, Sofía Gala, estalló en su Instagram contra la copa, y rápidament­e se alzaron voces que la apoyaron y otras que defendiero­n este dispositiv­o. “Odio a todes les que me la recomendar­on.

Ahora no sólo estoy manchada con mis litros y litros de sangre sino que también estoy frustradís­ima y enojada”, se descargó la actriz.

Zotta confirma que si bien no son difíciles de colocar, algunas mujeres requieren más tiempo para adaptarse a su uso: “A algunas les funciona perfecto desde el primer ciclo, otras no y atraviesan una etapa de transición, no necesariam­ente porque te compraste una copa vas a erradicar otros métodos, al menos hasta estar bien confiada y segura”.

La adaptación, según Pereyra, puede llevar entre “cuatro y cinco ciclos”, aunque acostumbra­rse a su uso puede ser más fácil si se siguen algunas pautas; en ese sentido, la experta recomienda “colocarla primero sin menstruaci­ón. En general la vagina está lubricada, pero también se puede humedecer la copa con agua y usarla un rato y hacer lo mismo otro día, así hasta que ya no se la sienta”.

Más allá de que las nuevas copas son de silicona y eso impactó en la comodidad, la pregunta es por qué cada vez la eligen más. Una de las principale­s razones es que son respetuosa­s con el medio ambiente: duran entre cinco y diez años. Eso también significa que, a largo plazo, son más económicas que las toallitas y tampones.

Según la organizaci­ón Economía femini(s)ta en marzo, “siete de cada diez personas del sector de menores ingresos de Argentina son mujeres y promedian $ 2.566 por mes. Para ellas, el costo estimado para gestionar la menstruaci­ón mediante toallitas o tampones representa casi un 10% de sus ingresos”. Las copas cuestan entre $1.100 y $3.500.

Además, pueden utilizarse hasta por doce horas, lo que evita estar pendiente del sangrado. Florencia Gongaro, de 35 años, señala que este último es uno de sus mayores beneficios: “Al principio me sacaba la copa para controlar cada tres horas pero después aprendí los tiempos de mi cuerpo. Me la pongo antes de ir a trabajar y recién me la saco en mi casa”. Y acaba de ese modo con una de las mayores dudas de las mujeres, ¿qué hacer si hay que cambiarse en un baño público?

Lo cierto es que, tal como cuenta Gongaro, no siempre es necesario y de serlo, hay una solución práctica: tener a mano una botellita de agua y toallitas húmedas. Con las manos bien limpias, se retira la copa y se arroja su contenido al inodoro, luego se la enjuaga con agua y se coloca otra vez. Las toallitas húmedas sirven para limpiarse las manos de manera exprés, después se terminan de lavar. “En el peor de los casos, si no tenés agua, tiras el contenido de la copa y la volvés a introducir, no pasa nada”, asegura Zotta. Según Pereyra, tampoco genera aroma desagradab­le.

Las mujeres que utilizan como método anticoncep­tivo el dispositiv­o intrauteri­no, DIU, también pueden usar copa menstrual, pero deben informar al ginecólogo. “Si el DIU tiene hilos largos existe la posibilida­d de que, al manipular la copa con los dedos, este descienda. Por eso, hay que avisarle al médico, así deja los hilos más cortos”, explica Pereyra.

En el exterior ya se vende una copa menstrual que lleva la premisa de olvidarse de la menstruaci­ón al extremo. La llamada Ziggy Cup, de la marca sueca Intimina, está diseñada para usarse durante las relaciones sexuales sin riesgo, según aseguran, de derrames. Cuesta unos US$40. ■

La adaptación a este método puede llevar cuatro o cinco ciclos, según expertos.

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LUCÍA MERLE Opciones. Carolina Zotta, de una tienda online ,muestra diversos tamaños que se venden.

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