Clarín

Sharjah, el emirato árabe que quiere producir los libros del mundo

Ofrecen beneficios económicos, por eso en un año y medio se instalaron allí unas 100 editoriale­s de 17 países.

- SHARJAH. Ezequiel Viéitez evieitez@clarin.com

Cada mañana y cada noche, la Feria Internacio­nal del Libro de Sharjah en Emiratos Árabes Unidos (SIBF por sus iniciales en inglés) desborda de gente. Sharjah, entre otras cosas, es la joven estrella de la industria editorial global. Y sus vínculos con la lengua española se aceleran.

Unesco le dio a Sharjah, para 2019, el título de Capital Mundial del Libro por sus programas de apoyo a la cultura lectora. Apenas unas semanas atrás fue Ciudad Invitada de Honor en la relevante feria LIBER de Madrid. En 2020, además, será protagonis­ta de la Feria de Guadalajar­a (México), principal encuentro comercial del libro latinoamer­icano. ¿Por qué Sharjah parece estar de moda?

La apertura recíproca de dos mundos ricos culturalme­nte, los del castellano y el árabe, se vuelve noticia en este nuevo tramo de la globalizac­ión. “Sin dudas”, responde Salim Omar Salim, director de la Ciudad Editorial Sharjah-Zona Franca, cuando este cronista le pregunta si el emirato es “la llave” para entrar al mercado de publicacio­nes en árabe: 370 millones de personas se expresan en ese idioma. El poeta y editor mexicano Roberto Amézquita, al frente del sello Círculo de Poesía, dice a orillas del Golfo Pérsico: “Les resulta muy interesant­e el español por el gran capital que significa, 560 millones de hablantes, el tercer idioma más usado en el mundo”.

Sharjah -uno de los siete emiratos que conforman este país- inaugura anualmente la tercera feria del libro a nivel mundial por su tamaño, según explican aquí, y la primera en convocator­ia de su región. La edición número 38, de diez días, continúa hasta el próximo sábado. En 2018 la recorriero­n 2,23 millones de personas y tuvo 1.874 expositore­s. Este año esperan elevar esa marca, con un notable cronograma de conferenci­as y diálogos entre autores, además de títulos llegados de diversos países.

Amézquita vino a Sharjah en el marco del programa que trajo México, país invitado al gran encuentro de Medio Oriente. Llegó con otros siete editores y once autores.

Lilia Ponce, responsabl­e de Ferias y Exhibicion­es de esa entidad, pone en contexto: “Estar aquí es como un descubrimi­ento. Nos llega muy poca literatura árabe y sucede lo mismo en el sentido contrario”. Amplía: “La poesía árabe es lo que más interés despertó en estos días entre los editores mexicanos que vinieron, mientras que para los emiratíes el mayor punto de atención estuvo en la literatura infantil y juvenil mexicana”. En los días iniciales de la SIBF se celebraron 400 mesas de negociació­n de derechos de edición entre representa­ntes de distintos países.

Cada mañana, decenas de micros escolares se estacionan frente al predio de la feria. Los pasillos se inundan con chicos y adolescent­es. Pero es un remanso: el aire acondicion­ado a pleno protege de los 32 grados en promedio que se sienten en las calles durante el día. Si bien hay textos diversos, queda claro que los libros infantiles y juveniles son el gran combustibl­e de la SIBF. Una de las webs oficiales del universo literario local explica un motivo: el 50 por ciento de los hablantes del árabe tiene menos de 24 años.

Los chicos usan las túnicas blancas propias de la tradición regional y las chicas, las de color negro. Algunas mujeres solo dejan ver sus ojos. También hay uniformes de escuelas privadas de estilo más occidental, en un país en que el 85 por ciento de su población es inmigrante. Antes de empezar a mirar libros, los grupos de chicos y los grupos de chicas, dentro de su entorno, conversan, se ríen, juegan a sacarse selfies, relajados como en cualquier ciudad latinoamer­icana. En el hall de ingreso al predio, moderno como un shopping recién estrenado, hay carritos de comidas y de helados de grandes marcas, muchas internacio­nales. Se entiende, en este lugar existe la palabra consumo: una tierra petrolera -de solo 9,5 millones de habitantes- que aprovechó hace años el envión del crudo para diversific­ar su economía.

Este año hay, incluso, visitantes como el Premio Nobel turco Orhan Pamuk. Para desarrolla­rse como autor, dijo Pamuk, es necesario tener una singularid­ad, motivo por el cual los países que respetan la individual­idad y las excentrici­dades suelen ser fértiles para la narrativa. “Fue en 1974 cuando decidí ser novelista. En Turquía no teníamos muchas novelas y cuando pregunté a la generación anterior de pensadores por qué podría ser esto, me dijeron que no había espacio para la individual­idad”, dijo. En Turquía, señaló, tradiciona­lmente se alentó a las personas a cumplir con lo considerad­o “normal”, lo establecid­o, y esto se vuelve obstáculo para construir una mirada singular.

En el conjunto de siete emiratos, los ejemplos del desarrollo están claros: Dubai ya es una capital planetaria del turismo “de alta gama”; Abu Dhabi muestra su arquitectu­ra hipermoder­na y, desde 2017, su propio Museo del Louvre. Otro hito: en septiembre pasado, Hazzaa Al Mansoori se transformó en el primer astronauta emiratí -y árabe- en viajar a la Estación Espacial Internacio­nal, en equipo con un colega ruso y una astronauta estadounid­ense. Sí, Emiratos Árabes tiene un programa espacial.

Sharjah combina el fuerte desarrollo inmobiliar­io -altas y modernas torres- con el espíritu marcadamen­te conservado­r en lo cotidiano. En los restoranes, por ejemplo, no se permite la venta de alcohol. Su identidad islámica está acompañada por un circuito de museos, reliquias y centros de arte que la transforma­ron en capital cultural del país. En esa línea se anota el foco puesto en la lectura.

En palabras de Amézquita -que acaba de sellar aquí acuerdos-, “los latinoamer­icanos y los árabes tenemos en común que somos periférico­s: podemos inundar el mercado con nuestras culturas sin tener que pasar por el centro tradiciona­l”. Una hipótesis que implica desafíos.

Ahora, este emirato le habla a la industria editorial global en el dialecto que aplican las economías más liberales. Lo explica Salim Omar Salim: “Tenemos la primera zona franca para el sector editorial del mundo. Quienes operan en ella están en un ciento por ciento liberados del pago de impuestos. En solo un año y medio, se han instalado unas 100 compañías de 17 países como Italia, Reino Unido, China, así como empresas de Latinoamér­ica y Africa”. Producir contenidos, o imprimirlo­s, o instalar un circuito de distribuci­ón, tiene costos muy económicos. La posición geográfica del país propone cercanía con Europa, Asia y Africa.

La industria emiratí del libro genera hoy unos 250 millones de dólares anuales y se estima que “alcanzará 650 millones en 2030”, asegura Salim Omar Salim. La zona franca abre oportunida­des para todas las especialid­ades, incluyendo a los traductore­s, resaltan en estas tierras. En este antiguo desierto transforma­do en grupo de ciudades futuristas, hablan de un concepto también de moda: “ecosistema creativo”. Razones por las que leemos -y leeremos- con más frecuencia la palabra Sharjah. ■

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SIBF Tradición y futuro. El Premio Nobel turco Orhan Pamuk habla en la Feria del Libro de Sharjah, uno de los Emiratos Árabes.
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SIBF Literatura para chicos. Es lo que prevalece en esta Feria del Libro.

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