Clarín

El sonido de un futuro con pasado

Con una formación atípica, el músico da un nuevo paso en firme en la búsqueda de un lenguaje propio.

- Eduardo Slusarczuk eslusarczu­k@clarin.com

El comienzo podría ser el de algún disco de Yes. Pero cuando hablamos de comienzo, se trata apenas de los primeros 13 segundos en los que manda el sesentista teclado Philicorda al mando del, entre otras cosas, compositor, músico, productor y diseñador Juan Belvis. Porque esa ilusión auditiva enseguida se da de cabeza con el ataque de los vientos que abren la puerta al inclasific­able II, el nuevo álbum de 8, y desaparece tan rápido como había irrumpido.

A partir de ahí, el proyecto encabezado por el hijo de Liliana Vitale y el Nono Belvis exige orejas libres de prejuicios. Con base en un doble cuarteto -por un lado la tradiciona­l formación rockera y por otro la clásica estructura de cuatro vientos, que acá a veces son tres y otras cinco- la propuesta se basa en el formato de la canción en el más amplio sentido de la palabra. En II tienen espacio la febril insistenci­a rítmica de Película en el aire; las texturas sonoras de La era beat, emparentad­as con el soul aún cuando no estemos frente a tema soul; esa especie de divertimen­to titulado Karma ahí, el ímpetu rockero de El Pasta, y la invocación casi folclórica de Ritual de Ki.

También caben Rendido y Triste al fin, ejemplares de la misma especie, con el paso marcado por el bajo la batería de Luciano Vitale, uno de los integrante­s del combo con asistencia casi perfecta en la decena de tracks del disco. Tanto como la excursión electrónic­a de Las vecinas, las armonías de Cambios en el limbo y la potencia de Huracán.

Pero no se trata sólo de una cuestión de acumular canciones, sino de la calidad de la convivenci­a que se plantea entre las distintas partes del todo. Ahí, son varios los elementos que contribuye­n a establecer una cohesión entre lo diferente. Entre ellos y al frente, la voz de Mariana Michi se complement­a con el común denominado­r que propicia Belvis con su audaz manera de orquestar en busca de la unidad la generosa paleta sonora de la que dispone.

El resultado: un disco de casi rock, con algunas dosis de jazz y un gesto camarístic­o, que se vale por sí solo para ganarse un lugar en un mercado que se recuesta, como siempre, en lo de más fácil acceso.

Si se tratara de comparar vagamente, hay algo del bello Perfume de María Gabriela Epumer en el aire de II, como también puntos de contacto con rasgos de Octafonic, en ese cruce de electricid­ad y tracción a pulmón. También sobrevuela­n la escena la vocación por las armonías corales -sobre todo en Cambios...- y los ensambles de M.I.A., y la libertad de aquellos días para jugar y arriesgar con las palabras más allá de lo concreto.

El resultado es un disco de casi rock, con algunas dosis de jazz y un gesto camarístic­o.

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Se vino el segundo. Juan Belvis es hijo de Liliana Vitale y Nono Belvis.

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