Clarín

Otra historia para poder dejar el cigarrillo

- José Luis Planes webmaster@pepeluis.com.ar

Leí la carta del lector Luis Valladares que “Inventó un método para dejar de fumar, y hoy cuenta su secreto”, publicada el domingo 3. Ojalá le sirva a muchas personas.

Pero me dirijo aquellas que dicen: “Yo fumo porque a mí no me hace nada”. Totalmente falso. Yo fui un gran fumador: dos atados y medio por día. Pero llegó el fatídico día 30 de diciembre del 2009, con 52 años de edad, siendo las 19 horas, me encontraba tirado en el piso del patio con los brazos y piernas duras sin poderme moverme y el corazón me latió como un motor en tres cilindros, es decir, en forma despareja. Fue un infarto al corazón (gracias a Dios no tuve un paro cardíaco ni tampoco perdí la lucidez). Cuando me llevaron al Hospital Córdoba (Ciudad de Córdoba), pude avisar a los médicos que era diabético 2. El 1º de enero del 2010, cuando escuché el sonido de la pirotecnia, supe que era Año Nuevo, y respiré profundame­nte. Estuve hasta el 4 de enero del 2010 internado hasta que me trasladaro­n a una clínica privada. Luego fui a la de mi obra. Allí me practicaro­n una angioplast­ía en el corazón y estuve en la unidad de Terapia Intensiva hasta el 6 de enero de 2010. Ese día me trasladaro­n a sala común. Aquí quiero contar la otra parte de la historia que hizo reflexiona­r el sentido de la vida.

Cuando me llevaron a la habitación estaba prendida la televisión, y en ese momento pasaban la imagen de un coche fúnebre que tenía los restos mortales de Roberto Sánchez (Sandro). Me quedé un instante pensando que de milagro me había salvado, y Sandro no pudo. Desde ese día nunca más probé un cigarrillo, y no tuve tiempo para lidiar con en síndrome abstinenci­a. Gracias a Dios que me dio la oportunida­d de seguir viviendo y pude dejar el cigarrillo sin ningún esfuerzo.

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