Clarín

La necesidad de unidad ante lo que viene, frente al reclamo de autocrític­a

Dialéctica. La pelea por la designació­n de los jefes de bloques del PRO y UCR adelanta la interna en Cambiemos.

- Walter Schmidt wschmidt@clarin.com

“Tenemos que cuidar el activo que es el 40% de la sociedad que nos votó y que cree en un cambio cultural, porque no nos votaron por la Economía”, razona con crudeza un macrista en una suerte de llamado a la reflexión después de que Mauricio Macri impusiera, al estilo “acá el jefe sigo siendo yo”, a Cristian Ritondo como titular del bloque del PRO de la Cámara de Diputados, a partir del 10 de diciembre. El dedo del actual Presidente ya no tiene el mismo peso irrefutabl­e que unos meses atrás y empieza a ser cuestionad­o.

El primero en (volver a) rebelarse fue Emilio Monzó, que se quejó por la manera y lo prematuro de la designació­n de Ritondo. No tiene nada personal con él, todo lo contrario. Pero cree que ya no hay lugar para conduccion­es personalis­tas ni el “ninguneo”.

“Nadie hizo una autocrític­a y todo sigue igual como si no hubiéramos perdido las elecciones”, se quejan en el espacio que encabeza Monzó, que dicen ser unos 15 diputados nacionales y otros tantos de otros ámbitos. Tienen en claro que la idea no es abandonar Cambiemos para irse con sus amigos peronistas afincados en el Frente de Todos. Pero rechazan que la coalición deje de ser “manejada discrecion­almente por tres o cuatro personas”. No por otra cosa amagan con armar un bloque por afuera del PRO, pero que siga bajo el interbloqu­e Cambiemos.

En el macrismo algunos creen que la cotización de Monzó está en baja, porque hay otro actor que lo reemplazó y que también viene del peronismo: Miguel Angel Pichetto. Macri siente una deuda con él, porque le ofreció la vicepresid­encia y ahora lo dejó sin nada. Además, el mandatario valora la lealtad del rionegrino, que unas horas después de la dura derrota de las PASO, estaba firme para empezar a caminar y hacer campaña a su lado.

En el armado de la oposición que viene, creen que Pichetto puede atraer una porción del peronismo. Pero no desde cualquier lugar. Macri ya avaló que sea designado como el próximo presidente de la Auditoría General de la Nación (AGN). Ya lo tiene decidido y Pichetto está de acuerdo. La Auditoría está compuesta por tres dirigentes del kirchneris­mo -Javier Fernández, Graciela de la Rosa y Juan Forlón-; uno del massismo -Gabriel Mihura Estrada-, pero por la unidad en el peronismo, los cuatro integrarán el bloque oficialist­a; y dos del radicalism­o -Jesús Rodríguez y Alejandro Nieva-. En tanto el actual presidente es Oscar Lamberto, también peronista, es directamen­te designado por el principal partido de la oposición. Allí apunta el macrismo.

Técnicamen­te y según la ley, como el PRO es el partido de la oposición con más diputados, no debería haber obstáculo alguno en elevar el nombramien­to de Pichetto. Claro que la idea es consensuar­lo antes con el radicalism­o y la Coalición, para que esa nota lleve la firma de todo Cambiemos.

Por ahora la puja en el Congreso, que tiene por delante casi un mes, se centra en quiénes serán los jefes de los bloques del PRO y la UCR. Recién después, dicen, vendrá el debate por la jefatura del interbloqu­e. En el radicalism­o también pasan cosas. Algunos hacen trascender que habría una actitud separatist­a similar a la de Monzó ,en el espacio de Martín Lousteau y Emiliano Yacobitti. “No”, fue la respuesta tajante de un dirigente de esa rama radical. Pero dejaron en claro que, en cuánto a quién debe ser el jefe del bloque de la UCR, sus fichas están puestas en Alfredo Cornejo y no con Mario Negri. Si Negri fuera el elegido, podrían rever su permanenci­a en el cuerpo radical.

En Cambiemos hay al menos, dos certezas. Que nadie es el dueño los más de 10 millones de votos que obtuvo Macri y que la verticalid­ad de la conducción de la figura del Presidente, se va diluyendo rápidament­e. Incluso hay dudas si Macri se sentirá cómodo con un rol en el llano.

Pero salvo los chisporrot­eos descriptos, una mirada común parece adormecer cualquier disputa: la necesidad de la unidad frente al oficialism­o que viene. En ella trabajan desde el PRO, Ritondo -más allá del enojo por su prematura designació­n- y Alvaro González, un armador larretista que también hace un culto de la política. ■

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