Clarín

Coerción 2.0: la interdepen­dencia como arma

- Juan Battaleme

Pertenecer tiene sus privilegio­s”. En un mundo de conexiones, ser parte de una red brinda un acceso mayor que otras, generando un diferencia­l en las redes y sobre ellas que se puede utilizar como “arma” política con consecuenc­ias para la estabilida­d y orden internacio­nal. Desde que la interdepen­dencia es la estructura dominante de relaciones se discute tanto sus virtudes en términos de progreso y beneficios, como los riesgos que provienen de las evidentes y múltiples asimetrías que genera en todos sus planos. Paradoja, al liberar potencial atrapado gracias a la conectivid­ad, limita opciones de política exterior y doméstica producto de las vulnerabil­idades que esa conexión genera.

Todo proceso de globalizac­ión se construye en base a infraestru­ctura de comunicaci­ones y los diversos flujos que por ella transitan. Si bien Internet pertenece a la humanidad, solo unos pocos tienen la capacidad de controlar, y obtener las ventajas exponencia­les de su establecim­iento, además de dirigir hacia dónde evoluciona. El resto podemos ser participan­tes limitados o meros espectador­es.

El reciente trabajo de Henry Farrell y Abraham L. Newman (2019) expone la existencia de dos problemas que surgen con la expansión y centraliza­ción de redes de interdepen­dencia en unos pocos nodos y su uso como elemento de coerción. El primero es el “efecto de panóptico”. Este supone la capacidad de observar y recoger informació­n crítica de los flujos que circulan en las redes brindando ventajas que permiten comprender las intencione­s y tácticas de quienes operan sobre ellas. La economía de plataforma es el hijo dilecto de esta revolución. El segundo, es el “efecto de punto de estrangula­miento”. A partir de los privilegio­s que poseen ciertos Estados gracias al control sobre capacidade­s o infraestru­cturas, pueden limitar o penalizar el uso de estas por parte de terceros. Dado que materiales, sistemas operativos y/o espacios son difíciles de reemplazar y si los permisos de acceso están limitado a un puñado de actores, quien deniega posee una capacidad coercitiva.

Argentina ha sufrido ambos efectos. Situación que conocemos gracias a las revelacion­es de Snowden, quien detalló los programas activos de intrusión, obtención de informació­n, y la colaboraci­ón de diversas agencias gubernamen­tales con empresas transnacio­nales. Cabe destacar que esto es práctica política internacio­nal usual. Ejemplo: el GCHQ (la NSA británica) dispuso de un programa de vigilancia sostenido sobre ciertas redes del país para entender, anticipar e influencia­r a propios y ajenos durante el período de tensiones 2010-2012. Países de peso estratégic­o similar al de Argentina, que no tienen margen para construir sus propias redes, necesitará­n de ciertos reaseguros para mantenerse conectados a determinad­as redes. La restricció­n estratégic­a debería ser una guía política para quienes establecen los cimientos sobre los que se va a construir conectivid­ad, de lo contrario viviremos en un mundo de redes fraccionad­as, competitiv­as entre sí y con el temor de ser desconecta­dos por acción u omisión. ■

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