Coerción 2.0: la interdependencia como arma
Pertenecer tiene sus privilegios”. En un mundo de conexiones, ser parte de una red brinda un acceso mayor que otras, generando un diferencial en las redes y sobre ellas que se puede utilizar como “arma” política con consecuencias para la estabilidad y orden internacional. Desde que la interdependencia es la estructura dominante de relaciones se discute tanto sus virtudes en términos de progreso y beneficios, como los riesgos que provienen de las evidentes y múltiples asimetrías que genera en todos sus planos. Paradoja, al liberar potencial atrapado gracias a la conectividad, limita opciones de política exterior y doméstica producto de las vulnerabilidades que esa conexión genera.
Todo proceso de globalización se construye en base a infraestructura de comunicaciones y los diversos flujos que por ella transitan. Si bien Internet pertenece a la humanidad, solo unos pocos tienen la capacidad de controlar, y obtener las ventajas exponenciales de su establecimiento, además de dirigir hacia dónde evoluciona. El resto podemos ser participantes limitados o meros espectadores.
El reciente trabajo de Henry Farrell y Abraham L. Newman (2019) expone la existencia de dos problemas que surgen con la expansión y centralización de redes de interdependencia en unos pocos nodos y su uso como elemento de coerción. El primero es el “efecto de panóptico”. Este supone la capacidad de observar y recoger información crítica de los flujos que circulan en las redes brindando ventajas que permiten comprender las intenciones y tácticas de quienes operan sobre ellas. La economía de plataforma es el hijo dilecto de esta revolución. El segundo, es el “efecto de punto de estrangulamiento”. A partir de los privilegios que poseen ciertos Estados gracias al control sobre capacidades o infraestructuras, pueden limitar o penalizar el uso de estas por parte de terceros. Dado que materiales, sistemas operativos y/o espacios son difíciles de reemplazar y si los permisos de acceso están limitado a un puñado de actores, quien deniega posee una capacidad coercitiva.
Argentina ha sufrido ambos efectos. Situación que conocemos gracias a las revelaciones de Snowden, quien detalló los programas activos de intrusión, obtención de información, y la colaboración de diversas agencias gubernamentales con empresas transnacionales. Cabe destacar que esto es práctica política internacional usual. Ejemplo: el GCHQ (la NSA británica) dispuso de un programa de vigilancia sostenido sobre ciertas redes del país para entender, anticipar e influenciar a propios y ajenos durante el período de tensiones 2010-2012. Países de peso estratégico similar al de Argentina, que no tienen margen para construir sus propias redes, necesitarán de ciertos reaseguros para mantenerse conectados a determinadas redes. La restricción estratégica debería ser una guía política para quienes establecen los cimientos sobre los que se va a construir conectividad, de lo contrario viviremos en un mundo de redes fraccionadas, competitivas entre sí y con el temor de ser desconectados por acción u omisión. ■