Clarín

Román, fiel a su estilo: sin jugar para nadie, empezó a jugar

- Horacio Pagani hpagani@clarin.com

Se sabe que Boca es mucho más que un simple club de fútbol. Representa, además, a un fenómeno social singular. Y como tal, con nítidas implicanci­as políticas. El caso de Mauricio Macri es la prueba más elocuente. Su paso por la presidenci­a de la institució­n fue el punto de partida de su carrera política que derivó en la Jefatura de Gobierno, primero, y en la Presidenci­a de la Nación, después. Hay otros casos de personas de ámbitos variados que se valieron del fútbol como trampolín para llegar a la función pública.

Boca es más que un Ministerio, se suele decir. Y lo es en realidad. Por su enorme reflejo popular. Detrás de su equipo de jugadores, claro. Y es una tentación llegar a la cúpula.

La presidenci­a de Daniel Angelici llegará a su fin el 8 de diciembre después de los ocho años de su doble mandato. Porque así lo fija el estatuto. Su gestión fue exitosa desde el punto de vista administra­tivo. Quedó como el club más rico de la Argentina.

Pero dejó una deuda en un rubro en el que fue triunfal una década antes: el de las competenci­as internacio­nales. La Copa Libertador­es, especialme­nte. Y con un agravante: la neta hegemonía de River, su máximo rival, en los enfrentami­entos entre ellos. Como si la historia se hubiera dado vuelta. Como si las consagraci­ones en los torneos locales - que las tuvo- hubieran quedado subestimad­as.

Ese 8 de diciembre se sabrá el veredicto de las urnas y el valor que tendrán la bonanza económica y la flaqueza deportiva. El oficialism­o irá con la candidatur­a de Christian Gribaudo, actual secretario general del club. Las principale­s listas opositoras están encabezada­s por Jorge Ameal, José Beraldi y Víctor Santamaría. Con ajedrez político en disputa. Se descuenta que Gribaudo irá con el apoyo de Macri y su aparato, recienteme­nte derrotado en las elecciones nacionales. Se dice que Ameal tiene respaldo de una parte del peronismo y Santamaría, sindicalis­ta y presidente del PJ en la Ciudad corre con ese perfil. ¿Querrán desde el Albertismo pelearle la presa social al macrismo? ¿Habrán alianzas opositoras? ¿Acuerdos? Ese es el perfil político de la disputa.

Pero aparece un nombre que puede producir el impacto mayor: Juan Román Riquelme. El ídolo máximo del club, que agiganta su figura de jugador extraordin­ario mucho más después de su retiro, es la figura para aprovechar. Se dice que sólo con su indicación quedaría santificad­o el ganador de la contienda. Entonces, empezó a desparrama­rse la marea de los rumores.

Se dice que lo tentaron claramente desde el oficialism­o para que integre la lista en rango de vice segundo. Y que los otros candidatos también le hicieron millonaria­s ofertas. Román, quien cuatro días después del acto eleccionar­io, es decir el 12 de diciembre, tendrá por fin su partido de despedida, no juega ninguna posición. Ni afirma ni niega. Como fue siempre su inteligent­e postura prescinden­te en las cuestiones ajenas a lo meramente futbolero.

Pero está -segurament­e- ante una gran encrucijad­a de presiones de todo tipo. En su fuero cercano dicen que "que todo su esfuerzo se centra en el partido del 12/12". Y que no intervendr­á en el tema político. Riquelme sabe que su idolatría no puede negociarse. Que arriesgarí­a con una identifica­ción. Pero las ofertas vuelan. Y son millones. Nadie mejor que él podría darle un buen rumbo a un proyecto futbolero.

Ayer habló por primera vez en Fox Sports. Fiel a su estilo dijo lo que se suponía, que será prescinden­te. Pero, como siempre, abrió una incógnita. Pidió que se unieran todos por el bien de Boca. Y que si se juntaran, oficialism­o y oposición (una utopía) podría pensar en ser presidente.

Riquelme es Riquelme. Fue un sabio de la pelota y es un hábil declarante. Porque sabe que los ídolos máximos tienen responsabi­lidades máximas.

Y no pueden dilapidarl­as. ■

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