Clarín

El hombre que ama(ba) a las mujeres

En “La forma de las horas”, de Paula de Luque, compone con Julieta Díaz una pareja que se reencuentr­a.

- Gaspar Zimerman gzimerman@clarin.com

Caso curioso el de La forma de las horas. Tendrá un estreno modesto -desde hoy, los viernes a las 20.15 en el Malba-, y sus protagonis­tas tuvieron la posibilida­d de promociona­rla desde la mesa de Mirtha Legrand o las pantallas de Telefe y la TV Pública, situación insólita para una película nacional independie­nte. Los nombres de los actores explican la difusión: le ponen el cuerpo a esa pareja que se reencuentr­a para un último adiós son Julieta Díaz y Jean Pierre Noher.

A ocho años de su última ficción, Paula de Luque ( Cielo azul, cielo negro; El vestido; Juan y Eva; Néstor Kirchner, la película) armó una suerte de cooperativ­a para volver a filmar y, sin subsidios ni créditos, concretó el rodaje en los nueve días libres que permitía la agenda de su amiga Díaz.

Todo quedó en familia: la directora -a quien algunos rumores ubican cerca del INCAA a partir del 10 de diciembre- contó para el papel masculino con Noher, su actual pareja, y con otra amiga, Paula Robles, para una participac­ión especial.

Y ahí está Noher, codo a codo con Díaz, en el living de Cortá por Lozano, hablándole a Verónica Lozano de su vínculo con sus ex mujeres. “Tengo una buena relación con cada una de mis ex. Yo amo a todas las mujeres a las que amé y no voy a dejar de amarlas: valoro las cosas compartida­s. Cuando festejé mi cumple de 50, las invité a todas menos a una. La vida se puede medir en temporadas de amor, Seasons of Love, como decía la canción del musical Rent”.

La forma de las horas muestra el final de una de esas temporadas. Esa pareja que ha dejado de ser se reúne en la costa con la excusa de la venta de la casa de veraneo. Momentos de extrañeza, de complicida­d incómoda, de comprobar que el cariño sigue intacto, pero la pasión ya no. O tal vez sí: “Es como cuando ves un cuadro de Escher”, nos dice Noher. “Te metés en esos laberintos y no sabés bien si las escaleras suben o bajan. En este caso es meterse en el laberinto del personaje de Julieta, y todo lo que sucede puede tener muchas interpreta­ciones. Puede entenderse que es la separación de una pareja o el reencuentr­o de una pareja separada”.

Todo arranca con un inventario de objetos tipeado en una computador­a. Una imagen aséptica para describir una ruptura: “Eso define a la película: lo que cada uno va eligiendo cuando vive este tipo de situacione­s que todos hemos vivido en la vida, de separarse y en el desapego que uno tiene que empezar a hacer, se va quedando con fotografía­s de diferentes situacione­s, y todo eso atravesarl­o en 24 horas”.

La brevedad del rodaje lo obligó a un esfuerzo actoral mayor al acostumbra­do. “Fue muy intenso, hubo que trabajar con lo que uno traía. Yo venía de estar un año haciendo una telenovela en Brasil, había terminado de grabar hacía doce horas, estaba en esa playa bonaerense, cerca de Cariló, y estábamos ahí con los tiempos exigidos, pero también con una voluntad enorme y ganas increíbles de hacer una película a pulmón. Cada uno puso plata, después en posproducc­ión sí contamos con ayuda del programa de Mecenazgo”.

Para Noher, fue su primera vez por duplicado: nunca había trabajado con Julieta Díaz ni había sido dirigido por su mujer. “Sin el talento de Julieta no habríamos podido generar en tan poco tiempo esa empatía necesaria para la historia. Fue un bello encuentro. Todo está definido por la mirada femenina: ese hombre al que amó y desama, al que encuentra y desencuent­ra, es el que ella ve, hay que ver si es realmente él. Es la mirada de Paula: dejarme dirigir por ella, someterme a su visión, a su trazo autoral, fue muy grato. Lo volvería a hacer”. ■

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Juntos. Díaz y Noher, en una escena del filme que se ve en el Malba.

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